Malhumor, urgencias y necesidades

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José Picón

jpicon@eldia.com

La decisión de endurecer la cuarentena está tomada. Pero esa medida requerirá de por lo menos dos cuestiones que hagan efectivo el declarado propósito de aplanar la curva de contagios. El primero, que el Estado en todos sus niveles, afine el nivel de controles. El segundo, y acaso imprescindible, que el humor social banque una extensión más dura del confinamiento sin que aparezca un horizonte claro de hasta qué momento habrá que tolerar una marcha atrás cuando no aparece un final claro del período de privaciones ciudadanas. Ese malhumor social ya condicionó la decisión que se adoptará en las próximas horas. El eventual retorno a la Fase 1 que impulsaban algunos funcionarios bonaerenses podría terminar transformándose en una caricatura en sí misma. Una medida de esas características se exponía a la eventual desobediencia ciudadana por el mencionado nivel de hartazgo. De eso se fueron convenciendo en el gabinete provincial. Antes, el gobierno porteño había expresado la inconveniencia de un retroceso al 20 de marzo sin escalas intermedias.

Los abanderados de las restricciones severas son, justamente, dos médicos del equipo provincial: el titular de Salud, Daniel Gollán, y el de Seguridad, Sergio Berni. Pero el Gobernador, si bien escuchó esos consejos, parece encaminado a firmar un retroceso parcial en la flexibilización de la cuarentena.

Kicillof no quiere que los permisos para que funcionen fábricas e industrias caduquen. A menos, claro, que la curva de contagios se lleve puestas todas las barreras de resistencia del sistema sanitario. El mandatario imagina un cuarto trimestre del año, acaso pospandemia, coincidente con el lanzamiento de varias medidas de estímulo a la economía vía la obra pública. Mantener en funcionamiento la industria es parte de ese engranaje que Kicillof pretende que traccione con el año electoral a la vista.

 

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