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Información General |IMPRESIONES : OCURRENCIAS

Apariencias elocuentes y parejas en reparaciones

ALEJANDRO CASTAÑEDA
Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

26 de Julio de 2020 | 05:42
Edición impresa

Zulema Yoma no termina de reconciliarse con Carlos. Y Cristina no termina de hacer las paces con Alberto. No es fácil volver con sonrisas complacidas tras un barullero desalojo y un minué de acusaciones. Por más buena voluntad que haya, el rencor cada tanto vuelve a buscar su parte. “El pasado -dice el español Julio Llamazares- siempre viene por más”. Las primeras damas, como corresponde exigen su parte en cualquier repartija. Las dos señoras anduvieron por Olivos y extrañan ayudantes, jardines y reverencias. Y cada tanto ordenan sus rencores: Zulema con un No en pleno preparativos y Cristina con muchos Ni en plena gestión.

En estas lidias hay que estar atento a los detalles. Que suelen definir más que las declaraciones altisonantes. El ministro del Interior de España, Fernando Grande-Marlaska, anunció este miércoles la puesta en marcha de un nuevo protocolo policial que subraya el valor de las apariencias. “Es para mejorar la lucha contra los delitos de odio”, dice la prensa. El documento incluye una exhaustiva relación de conductas que son catalogadas como tales, así como un amplio listado de lo que Interior denomina “indicadores de polarización”. Se trata de los indicios que deben permitir a los agentes orientar la investigación y detectar sospechosos. El manual de uso insta a los agentes a fijarse en la “estética” de los presuntos agresores y a profundizar la mirada a la hora de analizar detalles sobre la vestimenta y tatuajes”.

Cristina y Zulema anduvieron por Olivos y ahora extrañan ayudantes, jardines y reverencias

 

El odio también arraiga mucho por estas pampas. La grieta se mantiene sana y fuerte. Pese a que la pandemia obligó a estrechar filas, hay ejemplares de una y otra orilla que mantiene bien aceitado el fulgor del rencor. Varios cruces de esta semana muestran que la grieta ha ido creciendo a la par de los contagios y defunciones. Preocupa el pico de la pandemia y el pico de los Fernández, que de manera indirecta se han venido contagiando de reproches en voz baja. Son pequeños gestos que significan mucho. Como decía Romanones: «Ustedes quédense con las leyes y a mí déjenme los reglamentos».

La semana pasada se dio a conocer el re casamiento de Carlos Menem y Zulema Yoma. Había argumentos de sobra para darle validez a la noticia. Zulemita había gestionado este reencuentro para permitir que la pareja pudiera volver a sus principios. Pero como Zulema se negó, Menem tuvo que retornar a fase cero en su registro nupcial. Y por lo que se supo, tendrá que seguir allí, lavándose las manos y juntando recuerdos y soledades. Lo de Alberto es muy distinto: es un presidente asintomático rondado por un virus patagónico que le mezquina permisos y no le saca el respirador.

Zulema dijo no y Menem tuvo que retornar a fase cero en su registro nupcial

 

La declaración de Zulema –“fui la ultima en enterarme”- parece evocar su época de señora engañada. Los presidentes nunca abandonan su rol. Menem apeló a voceros para pedir en matrimonio a una ex que está más sola, triste y abandonada que el personaje de La Balsa, pero que exige como toda dama que al menos se la consulte para estas diligencias. El mundo de las apariencias se sustenta en esos detalles. Sobre todo ahora, que a falta de contactos directos hay que saber ver a través de los barbijos y las distancias. Por eso, para los españoles, el aspecto tiene valor de evidencia. El Covid mal o bien nos ha estado obligando a pulir el manual de sospechas y desconfianzas. Los cuidados, el semblante y los ademanes, traen mensajes. Hoy importa, más que lo que se dice, cómo y dónde se lo dice. Zulema hizo saber su negativa ante los micrófonos. Cristina, más sutil, apela al capcioso fraseo de Twitter, para lanzar esas minutas rencorosas de alcance corto y pretensiones largas. Menem no acusó nunca recibo del rechazo. Y Alberto, ante cada insinuación de su compañera, se suma al equipo de los desentendidos.

Hay que valorar esas pinceladas que parecen secundarias. Hay que saber interpretar los tatuajes que la realidad deja ver como al pasar y que de alguna manera señalan marcas y resquemores de parejas que se necesitan y se desconfían. Lo que está la vista nunca es ingenuo. Ya lo dijo Oscar Wilde: “Sólo los superficiales no juzgan por las apariencias”.

 

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