Ástor, el pibe prodigio de Mar del Plata, que a los ocho años sorprende como pianista

A los dos años aprendió solo las notas y comenzó a tocar. Ahora toma clases virtuales. Irina, su hermana de seis, lo acompaña en la batería

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Ástor Martino Guzmán Bravo tiene 8 años, toca el piano con un virtuosismo inusual, desde que a los dos años aprendió solito las notas y llama la atención por su talento. Astor es marplatense y cuenta que admira a Chick Corea, Martha Argerich, Charly García o Fito Páez.

Carismático y con una sonrisa auténtica, Ástor vive en el marplatense barrio Constitución junto a sus padres, Pablo y Irina, y su hermana Indira, de 6 años, que lo acompaña en su repertorio tocando la batería y cantando.

Para los hermanos aprender es un juego que descubrieron precozmente: “Desde chiquito, Ástor es muy observador, el pregunta todo. Quiere saber desde cómo son los átomos, hasta cómo se construye un edificio”, cuenta Pablo, su papá.

Ástor sabe que lleva el nombre de un legendario músico marplatense, “el gran Piazzolla”, y en silencio, sin que nadie se lo proponga, se sienta en su butaca y comienza a tocar “Adiós Nonino”.

“Desde los 2 años toco el piano, siempre me gustó y por eso ahora, en cuarentena, tomo clases virtuales con el profesor Germán Albarell, o que es payamédico”, relata mientras reconoce que antes no tenía profesor porque era muy chico. “Nadie me quería dar clases y por eso empecé solito a tocar el piano, descubrí las notas sin tener que estudiarlas y así seguí”, agrega.

Ástor toca y escucha música y, como todo artista, tiene sus referentes: “Mis pianistas favoritos son Chick Corea, Martha Argerich, Charly García, Fito Páez y Oscar Peterson. Mi sueño es tocar el piano en el rascacielos Burj Khalifa, de Dubái, o en un edificio bien alto de Mar del Plata para que toda la ciudad me escuche como si yo estuviera en el cielo”.

Dice entre risas que, cuando sea grande, le gustaría transformarse en inventor y en arquitecto: “Con los ladrillos de encastre, siempre hago torres altísimas, edificios de varios pisos y hasta casas que algún día me gustaría construir en material para vivir de verdad”.

En el medio de la charla, Indira se suma y relata también su propia historia: “Yo toco la batería desde los 3 años. Primero, hacía música con las ollas y, después, me compraron una chiquita y, más tarde, otra más grande como la que tengo ahora. Con esa acompaño a mi hermano mientras canto algunas de las canciones que hacemos juntos”.

Indira dice que ama a los animales, tiene dos cobayos que se llaman Sambayón y Margarita -“están afuera porque hay visitas”, aclara- y que, de mayor, le gustaría “ser veterinaria para cuidar a todos los animales del mundo”, afirma.

Además de la fauna, de cantar y de tocar la batería, Indira tiene otros intereses: “Me gusta tocar la flauta, también el piano y soy escritora porque escribo cuentos infantiles”, enumera y sale corriendo a su habitación para buscar una carpeta llena de relatos titulados “El gusano comilón”, “El señor nube”, “El tren” y “La lamparita embrujada”.

(Télam)

 

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