RABIA
| 24 de Agosto de 2020 | 19:01

Era una tarde preciosa, el sol alto todavía quemaba las veredas mientras arrastrabas los pies yendo a ninguna parte, perdido después de esa noticia.
Viste las caras de los transeúntes flotar a siglos de distancia, lejos, muy lejos del dolor que te oprimía el pecho.
No tenías esperanza ni norte, eras una boya que se mecía en el mar oscuro de tu desazón.
Entonces lo viste.
Erguido contra la reja agitaba el cuchillo sobre su cabeza, como si fuera la imagen de la rabia que llevabas dentro y que buscaba una grieta, una fisura para salir, ya libre, a gritar su amargura por las ventanas del mundo.
Texto Marco Andrés Quelas
Foto Leandro Pacheco
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