Los dos barrios que se desangran por una pelea y sumó la muerte de un adolescente
Edición Impresa | 11 de Septiembre de 2020 | 03:39

Micaela Martínez (18), Nicolás Domínguez, Martín Ricardo Barboza (17) murieron todos este año en distintos crímenes, pero en el mismo sector del oeste platense. El asesinato de Barboza, quincuagésimo en lo que va del año y el quinto hecho de estas características en seis días, ocurrió a horas del de Domínguez y a dos cuadras de distancia. Y estos dos, a metros de donde balearon en el pecho a la joven.
Ayer por la tarde, la cuadra de 526 -entre 154 y 157- estaba en silencio, como si nada importante hubiera ocurrido en estas últimas 48 horas.
La calle que divide a los barrios Don Fabián y Santa Ana es el escenario de estas historias siempre violentas y cargadas de sangre. En muchas ocasiones, incluso, absurdas y con personas inocentes que terminan viéndose involucradas de manera forzosa.
“Ya se me acabó la tranquilidad”, le contó una docente que vive en el área caliente de Melchor Romero donde ejecutaron a Martínez el 10 de mayo y el miércoles apuñalaron a Barboza. La mujer, que trabaja en la Escuela Primaria Nº 13, prefirió mantener el anonimato. “No me nombres porque los veo todos los días, me prenden fuego la casa”, advirtió.
No exageraba: a una vecina le sucedió exactamente eso en julio de este 2020. Ese hecho derivó en otro que culminó con un herido y un nene de 10 años enfrentando a los atacantes con un machete. Es que, como publicó ayer este diario, en este lugar se aplican las leyes del “Viejo Oeste”.
En la plaza María Elena Walsh, emplazada en 526 entre 159 y 157, varios niños y adolescentes se divierten entre juegos y pelotas de fútbol. Aprovechan el jueves soleado. Por el momento, ellos están ajenos a lo que se dirime en las sombras.
“Son chicos que viven de este lado -explicó una frentista mientras señalaba desde 526 hacia 520- y de allá -prosigue mientras apunta con el índice en dirección al arroyo El Gato-, que se viven peleando y no sabemos por qué cuernos es”.
Desde la Policía, en tanto, dicen que se trata de “una guerra entre delincuentes”. No obstante, no aclararon si el motivo está relacionado a una disputa territorial o al microtráfico. Como en El Palihue o en La Palmera, a kilómetros de allí, la droga tiene una fuerte presencia.
MORIR EN LA CALLE
A Martín Ricardo Barboza lo acuchillaron en el pecho y murió en la esquina de 155 y 528. Sus amigos sabrían lo que pasó esa noche del miércoles, pero guardaron el secreto al ser inquiridos por las autoridades. Los investigadores consultados por EL DIA indicaron que alguien llamó al 911 porque había un joven tirado en la cinta asfáltica sobre un charco de sangre y “con una herida de arma blanca en el pecho”. Lo rodeaba un grupo de jóvenes que adujeron ser sus amigos.
Minutos después del pedido de auxilio arribó un móvil del Grupo Táctico Operativo (GTO), pero fueron recibidos con hostilidad por parte de los presentes, conforme indicaron fuentes oficiales. Otro patrullero llegó en apoyo, aunque poco pudieron hacer: “Los vecinos se pusieron muy agresivos con los uniformados y, para evitar una confrontación mayor, se retiraron a unos metros a la espera de más efectivos”, señalaron.
Mientras tanto, la escena se transformó en un hormiguero y Barboza, que se desangraba en la vía pública, fue cargado por la pareja de su mamá en un auto. El hombre, de 28 años, lo llevó a toda velocidad al hospital Alejandro Korn, sin saber que la situación del menor era irreversible.
El puntazo mortal fue asestado debajo de la tetilla, del lado derecho. Murió en el hospital de Romero
En el sanatorio, el padrastro de la víctima aceptó hablar con los oficiales. Allí les relató que los adolescentes que andaban con Martín “le manifestaron que tenia una puñalada en el pecho”. El puntazo mortal había sido asestado debajo de la tetilla del lado derecho. La causa del ataque quedó sin resolverse, al menos hasta el cierre de esta edición. La policía científica trabajó en el lugar junto al Gabinete de Homicidios y efectivos de la comisaría decimocuarta. “La zona está llena de cámaras”, le aseveraron a este diario. Los pesquisas buscaban también testigos presenciales para determinar los pormenores del incidente, y descartaron como móvil un posible robo, al menos en el rol de víctima. Detallaron que, al cruzar datos del menor, saltó que tiene un ingreso a esa seccional con fecha 23 de julio.
Ese mes hubo cuatro episodios de un salvajismo inusitado en el barrio; en uno de ellos una chica de 19 años quedó parapléjica al recibir tres impactos de bala.
El caso fue caratulado como “homicidio” e interviene la UFI Nº 3, a cargo del fiscal Marcelo Martini, y el Juzgado de Garantías N° 1.
DROGA Y DESCONTROL
“Yo trabajo en una escuela y eran conflictivos desde chicos. Los padres también, a muchos los vi crecer y ahora los veo correr por la calle con armas”, reflexionó la maestra anónima. Para ella la falta de control de los menores y de ocupación de sus progenitores, es el gran motor de esta maquinaria de violencia que circula por Don Fabián y Santa Ana. En esa línea, indicó que “la gente no se ocupa... y después culpan a los demás. Estos chicos tienen padres desamorados, están mal cuidados, se educan en la calle... y bueno”.
Los otros flagelos que se ciernen sobre los adolescentes, en gran parte menores de edad, son el consumo de alcohol y de estupefacientes. “La droga está, yo no te puedo decir dónde, pero todos saben que está. En la puerta de mi casa pararon un auto que tenía de todo”, agregó un comerciante. La venta, confirmó otro frentista, se concentraría pasando el espacio verde de 526 y 157, en dirección a 160.
Curiosamente, la frontera es habitada por unos cinco policías, según cuentan los propios vecinos. “Pero ¿qué pueden hacer? Si actúan se cobran venganza con sus familias, que quedan solas cuando ellos salen a trabajar. No se pueden meter, es peligroso”, expresaron.
Este microclima no es exclusivo de Melchor Romero. Como se dijo, es apenas un eslabón más de una cadena que engloba a zonas distantes entre sí aunque para nada disímiles. Además, se desarrolla dentro de un año particularmente violento en el que ya se registraron 50 crímenes, con todavía casi cuatro meses por delante.
Enero comenzó con el triple asesinato de Graciela Holsbak (54), Raúl Félix Bravo (54) y Alma Manino (5) en 165 y 523, y el asalto fatal a Jorge Pecchiari, un jubilado de 77 años que vivía en 37 entre 120 y 121. En los días siguientes mataron a ocho personas más: en 23 bis y 90 a Luciano López (un ajuste de cuentas), en 520 y 215 a Lucas Palma (por una presunta deuda), en 161 y 528 a un hombre de 50 años (en un operativo antinarco), en 155 entre 416 y 417 a Lucas Fernández (tres policías de civil le dispararon), en el Churrasco a Brian Genasis (lo prendió fuego una patota), en Ruta 11 y 644 a Fernando Zemoglio (lo mató su padre por drogas), en 14 y 74 a Ramón Rodríguez (dos motochorros), en 29 y 161 a Lautaro Alfredo Imaz (ajuste de cuentas).
En la cuadra de 526 entre 155 y 156 viven 4 policías. “No se pueden meter”, dicen los vecinos
Entre febrero y el 20 de marzo, cuando comenzó la cuarentena, los muertos fueron nueve. Y, ya en época de aislamiento social, preventivo y obligatorio, mataron a otras 38 personas. En esta trama, llama la atención la implicancia de los menores, tanto en el lado de los ejecutores como en el de las víctimas.
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