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Sentimientos encontrados: el año del desasosiego

¿Qué nos angustia en esta cuarentena? Cada etapa de la vida tiene temores e incertidumbres que afloran con mayor frecuencia e intensidad

Sentimientos encontrados: el año del desasosiego

Verónica, que vive en Carmen de Patagones con su familia, y la angustia de no poder venir a La Plata

13 de Septiembre de 2020 | 08:29
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“Hija: lo que te quería pedir es si me averiguás cómo podemos hacer para casarnos. Con Papi pensamos que nos queremos casar lo antes posible... ¿Nos podés ayudar? En el Registro Civil no nos responden”. La solicitud que le hizo su mamá, Marta, tomó a Catalina por sorpresa y la llenó de curiosidad. Su madre y su compañero llevan más de 40 años juntos. Nunca habían tenido el deseo ni la necesidad de contraer matrimonio, pero la idea surgió durante estos meses de aislamiento social obligatorio, en este contexto de pandemia, y ahora están ansiosos por concretarla. Catalina comenzó a indagar en los trámites, y a reflexionar sobre la alegría que le producía “la boda” … Y también acerca de los temores que acecharían a sus padres, durante esta interminable etapa de soledad a dúo, sin el vital bullicio de los nietos corriendo alrededor, ni los hijos compartiendo el asado de cada domingo o unos mates entre semana en la cocina familiar. Los expertos en salud mental coinciden en que cada etapa de la vida conlleva sus propias angustias y miedos en este momento histórico, en donde vemos al mundo en suspenso, con millones de personas enfermas y miles muriendo día tras día.

“En el aislamiento hay que diferenciar etapas, y las consecuencias de cada una de ellas, sabiendo que la incertidumbre es producto de la indefinición respecto al cuándo y cómo se podrá retornar a una vida activa, con las precauciones pertinentes. Cabe recordar que, en la primera etapa del aislamiento, a la que se suponía con una duración y un objetivo claro y limitado, no se produjo angustia y sí hubo sorpresa ante lo nuevo que estaba ocurriendo. Cuando esto se comenzó a prolongar apareció la incertidumbre, que precisamente se asienta en el miedo”, revela Rubén E. Bernasconi Espósito, médico especializado en psiquiatría egresado de la Universidad Nacional de La Plata (MP 14015).

“El tema, de por sí, es demasiado amplio. Pero es cierto que existen, en cada etapa de la vida, miedos característicos y específicos que se corresponden con cada ciclo evolutivo y los objetivos vitales a desarrollar, tratar de resolver, y que son inherentes al mismo. Hay miedos esperables para cada ciclo evolutivo. Por ejemplo, en la niñez, todo lo vinculado con la primera etapa de socialización y relación parental. En la adolescencia, no sólo lo ligado con la socialización, sino lo vinculado con la asertividad y el desarrollo de la sexualidad. En los adultos jóvenes, aparece la incertidumbre por abrirse camino, que en el mundo adulto se transforma en la competitividad y verificación de logros como asentamiento. En los adultos mayores vemos los miedos vinculados con el corrimiento del lugar familiar y social para dar paso a las nuevas generaciones con todo lo innovador que ellos traen. Con la implicancia del nido vacío y los cierres de las actividades laborales (jubilación), en la tercera y cuarta edad lo fundamental está ligado con la muerte -aunque es un tema que siempre nos acompaña- y con la decrepitud”, enumera el especialista.

ESPERAR LO INESPERADO

Desde la boda de una pareja de adultos mayores en plena pandemia, hasta el deseo de abandonar el rugby de un adolescente apasionado por ese juego y con una proyección profesional deportiva interesante, pasando por divorcios y mudanzas, muchos de los planes en esta cuarentena tienen que ver con cambios drásticos, que la propia crisis acarrea. ¿Qué hacer? ¿Es conveniente tomar decisiones en medio de la vicisitud? ¿O es mejor esperar que se aquieten las aguas? ¿Conviene realizar un tratamiento? “Para hablar de tratamiento tiene que existir una patología, o conflicto a resolver. Los miedos en sí mismos no son buenos ni malos, son emociones de cuyo manejo dependerán los resultados obtenidos para nuestra vida”, advierte Bernasconi Espósito.

Ante el miedo, lo primero es poder separar lo “real” de lo “no real” y no alimentarlo

 

Catalina recuerda que sus padres le habían comentado la intención de contraer matrimonio el año pasado, cuando una gran pérdida familiar les hizo reflexionar sobre la etapa de la vida que estaban atravesando y la necesidad de organizar ciertos aspectos legales. Luego, eso se diluyó. “Pero este contexto de aislamiento, de ver a tantos amigos o conocidos enfermos y frente a situaciones difíciles, los llevó a querer formalizar la unión ‘lo antes posible’. Estamos en eso; en el Registro Civil están celebrando sólo matrimonios por casos de emergencia, por lo que hay que hacer una serie de presentaciones. Es muy probable que antes de fin de año tengamos boda virtual… ¡Más sorpresas no nos puede haber traído 2020!”, bromea y se alegra la hija de los futuros novios, de 72 y 73 años.

“Ante esta pandemia y el aislamiento prolongado, los grupos más afectados son, por un lado, los niños y adolescentes, ya que se ven interrumpidos su aprendizaje social y su encuentro con sus otros iguales -que es la forma en que se va construyendo y reafirmando su yo, además de la familia-; y por el otro extremo, los adultos mayores, porque también se ven privados del contacto con sus afectos sostenedores y no tienen, en general, el cable a tierra dado por una ocupación o inserción laboral”, afirma el profesional.

MITIGAR EL TEMOR

Ante el miedo, lo primero es poder separar lo “real” de lo “no real”. Lo segundo, no alimentar ese temor generando más, a través de la incertidumbre y el desasosiego. Es necesario tener pautas claras para accionar. Tratar de no perder la objetividad, sin negar las dificultades reales y con la certeza de que como especie y como individuos estamos preparados para evolucionar.

Verónica Ferrari es platense y vive junto a su esposo e hijos en Carmen de Patagones desde hace ya una década. “Sinceramente angustia mucho no saber cuándo vamos a poder ir a La Plata a ver mis padres, a mis hermanos y sobrinos. Mis hijos extrañan mucho a todos… Todos extrañamos”, admite la profesora de Educación Física, que semanas atrás contrajo COVID-19 y estuvo aislada en su habitación, sin poder ver al resto de la familia, durante varios días.

“En un principio, cuando el test me dio positivo y estuve aislada, lo que más sentí fue una sensación de incertidumbre y de mucha angustia por no saber para qué lado se podía disparar esta enfermedad. Ver tantas cosas que se dicen en los medios me generó mucha incertidumbre. Tuve más miedo por mi familia, por mis hijos, ya que los dos (Juan y Faustino) tuvieron problemas importantes de salud, con una enfermedad oncológica y otra cardíaca. Lo primero que hice fue llamar a sus médicos, que me dijeron que ya no eran pacientes de riesgo, y eso me dio tranquilidad”, cuenta.

“Una también se angustia por temores y situaciones de los hijos. Juan, el más grande, tiene 17 años y cuando todo esto empezó lo puso mal pensar en que iba a perderse de cursar el último año del secundario, a perder la libertad que él tenía y todo lo relacionado con el año de egreso: el viaje, las camperas, el UPD... Esa preocupación ya no la tiene tanto hoy, pero en su lugar se plantea cosas de su paso a la facultad. Le da miedo no estar a la altura, no saber cómo va a hacer para ingresas. El más chiquito, por su lado, extraña mucho a sus abuelos y sus primos, y el no saber cuándo los vamos a ver le da mucha tristeza”, confiesa Verónica.

“También está el tema de mis padres, que son grandes y a los que les costó un montón entender que tenían que cuidarse, quedarse en la casa. No dimensionaban la gravedad. Yo, a mil kilómetros, ya estoy acostumbrada a no verlos seguido, cotidianamente, pero esta situación me genera mucha angustia porque pienso en que si se llegan enfermar yo no voy a poder viajar para cuidarlos, para estar con ellos. Me preocupa mucho que ocurra algo y no poder estar ahí, acompañando. Hoy, por suerte, tomaron más conciencia de eso y están más guardados, no salen y tratan de cuidarse”, finaliza la docente, resumiendo emociones que hoy son universales, particularmente para aquellos a quienes les toca estar lejos de su familia por tiempo indeterminado.

 

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Verónica, que vive en Carmen de Patagones con su familia, y la angustia de no poder venir a La Plata

Rubén E. Bernasconi Espósito, médico especializado en psiquiatría.- “Cuando la cuarentena se empezó a prolongar apareció la incertidumbre”

Juan no sabe cómo va a ser empezar la facultad en este contexto

Los niños padecen la interrupción de la socialización

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