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Policiales |Salvaje ataque en El Retiro

Usaron a un remisero de chofer para robar y amenazaron con quemarlo vivo

Dos sujetos pidieron ir desde 135 y 522 hasta 160, 46 y 47. Ahí, uno sacó un cuchillo. En 134 y 525 lo encerraron en el baúl para “prenderlo fuego” o “apuñalarlo”. Lo salvó la Policía, que acudió a un alerta al 911

Marcelo Carignano

Marcelo Carignano
mcarignano@eldia.com

26 de Septiembre de 2020 | 03:51
Edición impresa

El cruento ataque a Daniel Miño (57), perpetrado por dos ladrones que le robaron, lo golpearon, lo encerraron en el baúl de un auto y amenazaron con matarlo de diversas maneras, evidenció una realidad que viven los choferes de vehículos de alquiler cada vez que suben a su herramienta de trabajo. El Chevrolet Corsa Classic semi destruido y la propia experiencia de Miño son una prueba reciente de esa situación. Por si eso no fuera suficiente, los testimonios de propietarias de agencias de remises de La Plata aportan una visión generalizada de lo que ocurre en los viajes urbanos.

El consenso es que “la calle está muy difícil”, en términos de inseguridad y económicos. Con el aislamiento “el laburo está al 30 por ciento” y “a un chofer, por 300 o 400 pesos que no le alcanzan ni para comprar la comida del día, capaz que lo matan”, explicó Rosa (72), dueña de “Señorial”.

Eso, en parte, fue lo que sucedió.

FUEGO O PUÑAL

Daniel “estaba a prueba, porque se me había ido el conductor anterior”, le dijo Pablo (48), titular del auto, a EL DIA. Hacía pocos días que manejaba el Corsa para la agencia Horizonte de 514 y 15. Ayer a las 6.30 de la mañana le avisaron que tenía un viaje desde 135 y 522. En el destino lo esperaban dos muchachos que apenas subieron le indicaron que se dirigían a 160 entre 46 y 47.

En el trayecto se pusieron a conversar. Adujeron que se les había quedado la camioneta y se iban a trabajar. Unos 15 minutos más tarde llegaron a la cuadra señalada y Miño les consultó en qué mano bajarían. “Ahí empezaron a dar vueltas, me hicieron rodear la manzana unas veces. Les dije ‘si me están por robar, róbenme’, porque no sabía qué podía pasar”, contó la víctima.

Como toda respuesta, uno de los sujetos sacó un cuchillo, cortó las cortinas de plástico que utilizan en los autos de alquiler para evitar la propagación del COVID-19 y que separan la parte trasera de la delantera, y lo apretó contra la garganta del chofer. En un movimiento, su cómplice se sentó en el asiento del acompañante.

Mientras tanto, en la agencia había movimiento. Griselda (38), propietaria del local, refirió en diálogo con este diario que “el operador lo vio al auto que daba vueltas en círculos (todas las unidades cuentan con GPS) y le pareció extraño eso. Además, el que lo pidió no era un cliente habitual, el teléfono no estaba registrado”.

Esa sospecha lo llevó a intentar contactarse con Daniel, primero por la radio y, como éste no contestó, probó con el celular. Nada. “Enseguida llamó al 911”, añadió Griselda.

En el interior del coche que se desplazaba por el barrio San Carlos primaban el miedo y la incertidumbre. Miño era rehén de dos eufóricos delincuentes que lo hicieron partícipe involuntario de un raid delictivo. Según relató, “le quisieron robar a tres personas: dos jóvenes y una mujer. Solo pudieron hacerlo con el primer muchacho, a los otros gracias a Dios no”.

La frustración de esos atracos inconclusos les cambió el humor. A Daniel lo corrieron para atrás y el que estaba adelante ocupó los pedales. Y en una jornada de cosas inesperadas sucedió otra: los maleantes no sabían manejar. Probaron distintas tácticas para moverlo y, ante esa imposibilidad, lo regresaron al volante para obligarlo a manejar hasta 134 y 525 (barrio El Triunfo), a la vera del arroyo El Gato.

Se los veía nerviosos. Bajaron al chofer con patadas y amenazas, lo introdujeron en el baúl del auto y se pusieron a discutir el siguiente paso. Apretado entre el tubo de gas y las herramientas, Daniel Miño escuchó el diálogo sin poder hacer absolutamente nada: “Apuñalalo, apuñalalo” gritó uno, “no, mejor lo quemamos”, replicó el otro.

La lluvia caía sobre el capó y el ruido de las gotas se confundió con el de los cristales destrozados. Desde la oscuridad de su prisión, el conductor temporario sólo podía imaginar lo que pasaba en el exterior.

En medio del caos sonó una sirena. Se oyó un esperanzador “¡Policía!” y luego pisadas en varias direcciones. Nadie escuchó los primeros pedidos de auxilios de Miño porque los oficiales corrían a los sospechosos que cruzaron el puente y se perdieron por la calle 133.

Sólo al regresar al punto de partida descubrieron al hombre que estaba aprisionado en el baúl. Los agentes llamaron a Horizonte y éstos a Pablo, el titular del rodado, “para ver si tenía la llave, porque le habían robado a un chofer y lo tenían encerrado”, sostuvo aquél.

Finalmente desde la agencia les pidieron “sacar al chofer como sea”, así que rompieron la cerradura y lo liberaron. Una vez afuera, se enteró de que los malvivientes “rompieron todo el auto con la manija del crique y unas piedras”. Los vecinos, que observaron la escena, también alertaron a las autoridades, y un móvil que se hallaba cerca acudió enseguida.

“Salí gracias a la Policía, que apareció a los cuatro minutos de que me metieran adentro. Estaban desarmando el auto y lo iban a prender fuego, por eso es mérito” de los efectivos de la Subcomisaría La Unión, razonó la víctima. Y agregó: “La zafé, si no, no sé qué hubiese pasado: encerrado, rompiendo todo el auto y hablando de que lo iban a prender fuego, pensé que me iban a matar”.

Por su parte, Pablo manifestó que “estuvieron a segundos de agarrar a los chorros, primó salvar la vida” del conductor.

“ESTAMOS A MERCED DE ELLOS”

“No hay seguridad en la calle, no hay nadie. Están regalados los choferes, hay lugares donde no entramos, por ejemplo El Mercadito”, señaló Diego, uno de los trabajadores de la agencia a la que pertenece Miño. Griselda (38), por su parte, detalló que “una modalidad es que dos motochorros te frenan en el semáforo a la par y te roban desde la ventanilla con un arma”. Otra variedad de atraco, aseveró, “es cuando llaman de las guardias de los hospitales, casi siempre es para robarnos”.

En las últimas dos semanas, agregó, “tuvimos tres casos de esos, dos por Villa Elvira y el restante en La Loma”. En esa línea, remarcó que “estamos a merced de ellos y encima están laburando (los choferes de remises) por dos mangos”.

“Desde abril a ahora, es todos los días. En 140 y 525 le cortaron todo el brazo a un chofer y le llevaron el auto a El Mercadito. Lo fuimos a recuperar con tres compañeros, porque si no hace algo uno...”, se quejó.

Por último, reveló que con otros dueños de agencias “tenemos grupos de WhatsApp para ir cuidándonos entre nosotros. Si te despistás dos segundos, fuiste”.

En tanto, Rosa indicó que “señorial tiene 150 autos trabajando y más o menos la misma cantidad parados. Hace 25 años que estoy en este rubro y en los últimos 10 o 12 años se puso peor, y con la cuarentena se agravó muchísimo” la cuestión de la inseguridad.

Al igual que su colega, expuso que “la calle está terrible, es tierra de nadie. ¿Con quién te vas a quejar? Si después no pasa nada, todo es un descontrol”.

También describió un tipo de asalto que padecen con recurrencia, al advertir que “hay un muchacho que llama de distintos barrios de la Ciudad y siempre termina en El Mercadito. Cuando el auto llega ahí, lo saquean”.

Por otro lado, aseguró que “los casos se dan más que nada por la noche, aunque hay durante la mañana y la tarde”.

“Entre las remiserías -prosiguió Rosa- nos comunicamos siempre cuando pasan estas cosas. Es triste trabajar así, nadie nos cuida, nosotros estamos enrejados en la base porque se meten a robar”.

“A un chofer por 300 o 400 pesos que no le alcanzan ni para comprar la comida del día, capaz que lo matan. Una mujer grande como yo no está acostumbrada a estas cosas”, finalizó.

“La calle está terrible, es tierra de nadie. ¿Con quién te vas a quejar? Si después no pasa nada”

Rosa, Dueña de la agencia “Señorial”

“Desde abril a la fecha sufrimos robos casi todos los días. En este trabajo si te distraés dos segundos, fuiste”

Griselda, Dueña de una agencia “Horizonte”

 

 

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