Entre las críticas y el olvido de gestión
Edición Impresa | 5 de Enero de 2021 | 03:01

Diego Rovella
Diputado provincial UCR/JxC
El gobernador Axel Kicillof dijo que “le parecieron 100 años, no uno” y tiene razón: a nosotros también, lamentablemente. Un “siglo” en el que se hizo poco y nada, y lo poco que se hizo, no se hizo bien.
Dicen que les tocó gobernar algo desconocido, la pandemia, y les salió muy mal, con una cuarentena eterna dónde pareció que se gastaron la mitad de esos 100 años, con números de contagios y fallecidos por millón de habitantes que nos ubicaron entre los peores países del mundo. Y casi sin vacunas todavía. De la economía, mejor ni hablar: una Provincia y una Argentina postrada, pobre casi indigente, inflacionaria, sin recursos genuinos y lo peor de todo, sin clases presenciales. Un combo que nos muestra una gestión kirchnerista inoperante y sin rumbo, que no sorprende pero que preocupa.
La otra mitad de esos 100 años, Kicillof se los pasó criticando la buena gestión de María Eugenia Vidal en sus cuatro años de gobierno. La exgobernadora recibió una provincia olvidada por el peronismo durante casi treinta años, y con obras, sobre todo, obras de infraestructura que jamás se habían hecho, le dio a su gestión una impronta a la que los bonaerenses nos habíamos desacostumbrados.
Sin embargo, el actual Gobernador, que seguramente no tenía ni idea del fracaso de la gestión de Scioli porque tampoco conocía demasiado la Provincia, se encargó de desprestigiar en cada alocución, en cada opinión tanto a Vidal como a su gabinete, y entonces volvimos a encontrarnos con más de lo mismo: muchas palabras, muchos títulos, muchos errores, muchas críticas y poco gobierno.
Los fracasos en la acción política, social, educativa y sanitaria, fundamentalmente, ponen a la gestión de Kicillof en un lugar desesperanzado dónde pareciera que cada medida que se toma está vacía de contenido, con pocas posibilidades de prosperar y sin convertirse en una herramienta propicia para que la principal provincia del país vuelva a ser eso, el principal distrito argentino, no obstante los inmensos recursos que le recortaron a la Ciudad de Buenos Aires y que pasarán de manera injusta a las arcas bonaerenses.
La gestión educativa indica uno de los grandes fracasos de la gestión kirchnerista de Kicillof. Sin clases presenciales a pesar de que la ciencia ya demostró que las aulas no contagian en la magnitud que se suponía en algún momento. Que con protocolos adecuados los alumnos podrían volver a las aulas. Pero claro, para el Gobernador eso es “muy complicado” de implementar y “es mejor no hacer nada” quién sabe hasta cuándo. No importa que los chicos sufran ese alejamiento, tanto en lo pedagógico como en lo humano, pero eso sí...”que los los sindicatos del sector” estén tranquilos, que las clases presenciales seguirán en el arcón de los recuerdos y quizá durante meses.
La gestión sanitaria nunca estuvo a la altura de las circunstancias. Pasamos de no hacer nada, de que el virus no iba a llegar, a encerrarnos durante semanas y meses, a opiniones que iban de la catástrofe a que estaba todo controlado. Los números negativos indican lo negativo de la gestión, valga la redundancia. Y hoy estamos “mendigando” vacunas contra el COVID cuando hubo mucho tiempo para realizar buenos contratos con las diversas farmacéuticas que las producen en varias partes del mundo. Finalmente, se llegó a comprar vacunas muy poco probadas, vacunas en las cuales la gente prácticamente no confía y que, en principio, eran inconvenientes para ser aplicadas en personas de más de 60 años. Un delirio. Mientras, las de Pfizer no llegarían al país porque el Gobierno no quiere cumplir con pautas que sí cumplen otros países del planeta, muchos. No se entiende. O sí, no sé. Sería bueno investigar qué pasó realmente, que está pasando y qué pasará con ese acuerdo que nunca se concretó.
No se puede quejar el Gobernador del respaldo que se le dio en la Legislatura en varias leyes que eran necesarias para su gestión. La tarea de la oposición en el marco legislativo fue positiva. Los partidos que componen Juntos por el Cambio siempre fueron dialoguistas, poniendo a los bonaerenses por encima de todo, pero sin dejar de lado todos los aspectos que hacen a la institucionalidad.
Y en lo que respecta a la Unión Cívica Radical, pienso que es hora de fortalecer el partido, y por lo tanto fortalecer a Juntos por el Cambio, para siga siendo la mejor opción de cara a las próximas elecciones del 2021 y las más lejanas, las del 2023, dónde la UCR tendrá que mostrar sus mejores candidatos y sus mejores propuestas, con un fuerte sello de las ideas y convicciones del radicalismo por sobre todas las cosas. Hoy muchos funcionarios radicales son pilares importantes de la gestión en los municipios, desde los propios intendentes a los diferentes niveles del organigrama municipal, lo que nos llena de orgullo y satisfacción. El camino está trazado y hay que seguir recorriéndolo con la UCR como base fundamental de Juntos por el Cambio, con sus hombres y sus ideas.
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