La Nonna: una historia de 30 años con el teatro
Edición Impresa | 16 de Noviembre de 2021 | 03:03

Es emblema de actividad artística, esfuerzo y perseverancia; atravesó grandes momentos teatrales, se incendió, resurgió de sus cenizas, resistió la pandemia, ofreció obras a sala completa y otras para un puñado de espectadores. El sueño de una familia de artistas hoy festeja sus 30 años y sigue en pie en la antigua casona de La Nonna. “Todo el esfuerzo de nuestras vidas se puso acá para sostener el proyecto y hoy podemos decir que es una usina del arte”, asegura Leo Ringer, fundador del complejo cultural.
María Teresa Laserra, su abuela materna, vivió en esa construcción casi centenaria. Ella fue una especie de mecenas que alentó las más diversas expresiones artísticas entre sus cuatro hijos y, para él, como el “duende” que siempre sobrevuela los escenarios.
Rosa Mancuso, hija de María Teresa y madre de Leo, comparte su pasión por las tablas y es una figura esencial en el teatro porque le puso el hombro en cada etapa.
“Este lugar está vinculado a la historia de los platenses, es como una extensión del living de muchas familias, acá además de obras de teatro, se hicieron desde casamientos hasta fiestas de cumpleaños. Todo lo que soñé en la vida lo logré entre estas paredes”, confiesa Rosa, alma Mater del espacio cultural.
Esa esquina, que está circundada por baldosas fundacionales, es además de un complejo teatral, una escuela en la que en la se forman unos 250 niños y adolescentes.
También es un museo en el que se exhiben, entre otros, trajes de Mirtha Legrand, Susana Giménez, Paola Krum y Nora Cárpena. Hay instrumentos musicales, trajes de personajes infantiles, cientos de fotos, segmentos de escenografías y una campana que se hace sonar para anticipar que una obra está por comenzar, tal como hacía el dramaturgo argentino Leónidas Barletta.
Según creen Leo y Rosa, el espacio parecía predestinado al arte. “Cuando yo era jovencita acá se juntaban a ensayar con mis hermanos músicos como Mariano Mores o cantantes como Jorge Sobral; los vecinos los espiaban desde las ventanas”, cuenta Rosa. Ella reconoce que su madre siempre los acercó al teatro, la lírica, el ballet y las distintas expresiones culturales.
Con pocos años, Rosa ya actuaba en el Teatro Argentino, participaba del coro y hasta fue parte de la reconocida obra El conde de Montecristo.
En esa atmósfera artística creció Leo, también influido por su padre, el músico Ernesto Ringer. Con 12 años ofrecía obras de títeres y dio espíritu y gracia a un payaso que transita casi cinco décadas.
“Con mi hermana Norma pusimos Leolandia y en 1987 con Leo empezamos con la idea de crear el teatro”, agrega Rosa.
La Nonna fue tomando forma de a poco y levantó sus talleres de maquinaria, escenografía, utilería, sastrería, zapatería, mecánica escénica, maquillaje y peluquería, entre otros. Todos ubicados en los últimos dos niveles superiores. También dispuso de sala de clases y ensayos.
Pero en su extensa historia aparecen momentos dramáticos como el 20 de diciembre de 2004, cuando un incendio afectó los cinco pisos del inmueble. El fuego devoró desde el escenario hasta las butacas, escenografías y vestuarios. Se salvaron muy pocas cosas, como una bruja de tela que Rosa trajo de Grecia y ahora cuelga, algo chamuscada, cerca del acceso principal.
“En nuestro 13 aniversario se quemó todo y decimos que ahí terminó nuestra primera etapa, pero el proyecto sigue y ahora estamos en la de fusión y continuidad, en la que mis hijos Lisandro y Lara son partícipes esenciales”, asegura Leo y recuerda los días en los que la gente hacía desde pequeños aportes de monedas para participar en la reconstrucción de la sala o la actriz Linda Peretz, madrina de La Nonna, actuaba en la calle para recaudar fondos.
Hoy La Nonna está abocada a la actualización tecnológica de las diferentes cajas escénicas de sus cuatro salas. Leo sueña con poner un ascensor para quienes tienen problemas de motricidad y Rosa con seguir en primera fila en cada una de las obras en las que actúan sus nietos.
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