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Policiales |OCURRIÓ EN LA PLATA

El Cuchillero de Gorina: y la mujer que todos los días se acuerda de El Secreto de sus Ojos

Se cumplieron diez años del crimen de Daniel Zamorano. Para la Justicia, un caso cerrado. Los jueces no consideraron que hubo alevosía

El Cuchillero de Gorina: y la mujer que todos los días se acuerda de El Secreto de sus Ojos

Ana María no descansa en su reclamo. Sigue esperando justicia, pese a que el caso está cerrado

Hipólito Sanzone

Hipólito Sanzone
hsanzone@eldia.com

6 de Noviembre de 2021 | 04:11
Edición impresa

 

“Los voy a carnear a todos”.

Nunca existió la más mínima posibilidad de lograr lo que ahora se conoce como ensamble. Jamás se les pasó por la cabeza la idea de una mesa grande, llena de anécdotas, cargadas y confesiones. Después del divorcio y con hijos en común, Ana María Jalil y Antonio Zamorano siguieron con sus vidas, muy lejos entre sí aunque en una geografía cercana, a cuadras nomás entre una vivienda y otra. El 5 de noviembre de 2011, hace ya una década, la tragedia y la muerte golpearían ambas puertas.

La defensa intentó demostrar que Zamorano había muerto por un virus intrahospitalario

 

Antonio Zamorano atendía su peluquería en 32 y 156 en el barrio de La Cumbre y era el cumpleaños de 15 de la hija que había tenido con su nueva pareja. La mujer era además y como producto de otra relación, madre de Cristian Marcelo Enciso que por entonces andaba por los 30 años. La crónica policial lo apodaría “El Cuchillero de Gorina”, por su condición de faenador en un frigorífico de esa zona y por los hechos que se le imputarían en esa tarde del 5 de noviembre de 2011 y donde le quitaría la vida a su hermanastro, Daniel Ignacio Zamorano, de su misma edad.

NO SE PODÍAN NI VER

Enciso no quería a su padrastro, el padre de Daniel. Nunca se ventilaron las razones de aquel encono pero todo indica que tenían que ver con la relación de su madre con el peluquero y el trato que éste le dispensaba a la mujer. Como sea, la cuestión es que el Cuchillero de Gorina no lo podía ni ver.

Alrededor de las seis de la tarde de ese 5 de noviembre el destino quiso reunir a la parte más conflictiva de aquella familia. Ocurrió en la peluquería que Zamorano tenía en 32 y 156 a donde fueron a verlo Alejandra que por entonces tenía 32 años y Mariela, con 27 años las dos hijas que había tenido con su ex esposa, Ana María Jalil.

“Una discusión familiar”, fue la frase más usada antes, durante y después. Y a diez años de todo aquello es a la que echan mano algunos de los que de una u otra forma estuvieron ligados al caso.

Marcelo Peña, el abogado del particular damnificado: “nunca entendimos por qué el tribunal no consideró la figura de la alevosía”

CHISPAS SOBRE EL CORDÓN

Sin embargo, los hechos mostrarían que el inicio de la tragedia estuvo en las manos del Cuchillero que esa tarde se trenzó en una violenta discusión con su padrastro a la que involuntariamente asistirían sus hermanastras.

El escándalo fue trepando en violencia y la imagen que le quedaría pegada a los testigos sería la de Enciso junto al cordón de la vereda sacándole chispas a una enorme cuchilla de carnicero mientras anunciaba que los iba a matar a todos según dijeron algunos testigos o “carnear” como sostiene Ana María.

“Para nosotros fue una pena leve porque entendimos que hubo alevosía. El tribunal no llegó a valorarlo pero las pruebas estaban”

Marcelo Peña,
abogado

Desde adentro del local de peluquería, Zamorano padre y sus hijas trataban de calmarlo, sin éxito.

Daniel Zamorano era licenciado en Recursos Humanos y trabajaba en el gobierno de la Provincia. Era querido y respetado. Y todos los testimonios coincidieron en que no era una persona violenta. Cuando recibió ese llamado telefónico no dudó en dejar todo e ir a la peluquería a ver qué estaba pasando.

Apenas bajó del auto, Enciso lo recibió con una puñalada, y luego otra y otra más hasta terminar en la octava. Dicen que apenas llegó a decirle a su matador que se calmara, que no tenía nada contra él, que sólo había ido a ver qué estaba pasando con sus hermanas. Sin comerla ni beberla, como suele decirse.

Zamorano llegó al Hospital de Melchor Romero con un hilo de vida y allí murió en una circunstancia que la defensa del asesino intentó presentar como "un virus intrahospitalario".

El Cuchillero de Gorina escapó corriendo y tiró el arma en unos pastizales cercanos. Luego, por consejo de su abogado, Ricardo Bianchi, se entregó.

EL BROMISTA

Para Ana María Jali empezaba un calvario que hasta hoy no le ha dado respiro. Después del primer impacto, el más fuerte, el demoledor, el que le cambió la vida para siempre que fue el asesinato de su hijo, la mujer recibiría otros golpes. El primero, cuando le informaron que el Cuchillero de Gorina había sido beneficiado con el arresto domiciliario. Ahí nomás, a pocos metros de la casa donde ella lloraba todos los días y a toda hora a su hijo Daniel.

"Cuando fui a pedir explicaciones la fiscal Virginia Bravo y la Jueza Garmendia me dijeron que la madre de Enciso había ido primero a pedir por su hijo. Habían pasado ya tres meses y yo les dije que en todo ese tiempo apenas si me había podido levantar de la cama, que era una sombra, un espectro", cuenta Ana María.

El otro golpe lo recibió una tarde cuando "alguien" se paró frente a su casa a gritar "mamá, mamá, ayudame". Una broma cruel y despiadada que Ana María dice saber muy bien quien se la hizo. Acaso ignore el bromista que en algún lugar, muy arriba o muy abajo, lo estén esperando con la factura.

Pasaron dos años y al beneficio de la prisión domiciliaria a Enciso se le sumó el de las salidas laborales. El hombre siguió con sus cuchillos de depostador.

Un santuario en la casa que nunca deja de tener sus velas y flores frescas

FULBITO CINCO

Una tarde, alguien le avisó a Ana María que ahí cerca de su casa, en un complejo de canchitas en 32 y 135, el asesino de su hijo estaba jugando al fútbol cinco, es decir, violando la detención domiciliaria de la que gozaba. Se movió rápido y logró que la policía lo detuviese y la Justicia lo enviara a la cárcel.

En mayo de 2014 el Tribunal Oral en lo Criminal III integrado por los jueces Ernesto Domenech, Andrés Vitali y Santiago Paolini condenaron al Cuchillero de Gorina a 12 años de prisión y antes de los cinco años fue puesto en libertad. La querella había pedido muchos años más por considerar que el imputado había actuado con alevosía y en ese alegato mencionaron las ocho puñaladas que había recibido el joven Zamorano.

Tras ser beneficiado con la prisión domiciliaria, el imputado se fue a jugar al fútbol y fue denunciado

Durante las audiencias fue clave el testimonio del médico autopsiante Andrés Eduardo Lamotta, quien no dudó en señalar que uno de los ocho puntazos, el que había recibido en el estómago, había sido la herida mortal. Con eso se cayó a pedazos la intención de la defensa que dijo que Zamorano podría haber muerto de un virus intrahospitalario.

"Para nosotros fue una pena leve -dice hoy el abogado Marcelo Peña, que asistió a la familia de Zamorano- porque entendimos que hubo alevosía. Lamentablemente el tribunal no llegó a valoralo pero las pruebas estaban. El imputado debió haber sido condenado a 30 años de cárcel".

“Cuando pedí explicaciones me dijeron que la madre del acusado había ido primero”

Ana María Jalil

 

EL SECRETO DE SUS OJOS

A diez años de aquel horror y con el caso cerrado, Ana María sigue buscando respuestas. Se pregunta una y otra vez por qué mataron a su hijo y por qué su asesino no está preso.

Una capacidad de resiliencia para sacarse el sombrero le han permitido a Ana María seguir adelante, superar esos días en que era un espectro caminante que apenas podía levantarse de la cama. Muestra fotos de entonces y la diferencia con el ahora es impresionante. Es evidente que el dolor tiene el poder de envejecer con inusitada crueldad a las personas que lo padecen. Hoy, por fuera, Ana María luce recuperada.

"¿Vio la película el Secreto de sus Ojos, la escena en que Pablo Rago le dice a Darín: 'pero usted dijo perpetua'?. Bueno, yo pienso en esa escena todos los días de mi vida", dice Ana María, y busca un encendedor para renovar la llama de las velitas que nunca le hace faltar al retrato de su Daniel.

 

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