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La actriz Gina Carano venía “caminando por la cornisa” pero un tuit en el que comparó a Estados Unidos con la Alemania nazi agotó la paciencia de Disney, que decidió echarla de “The Mandalorian”
Twitter se está volviendo el peor calvario de los famosos. Antes un espacio anárquico, donde cualquier opinión valía y la opinión más estruendosa ganaba tracción gracias a las interacciones de quienes defendían ese punto de vista y quienes lo atacaban, se ha transformado ahora en un armario con varios esqueletos. Y mal cerrado: esos chistes “políticamente incorrectos” que antes pasaban por humor sobre minorías y mujeres, opiniones políticas fuera de la norma, adhesiones a teorías conspirativas, todo eso envejeció muy rápido y muy mal. Hoy, a Twitter no le tiembla el pulso: si tiene que borrar la cuenta del presidente de los Estados Unidos porque juega con los límites de la verdad e incita con poca sutileza a levantamientos, lo hace, amparado en un clima general que aplaude que una corporación silencie a un presidente electo.
Lo de Carano no es un caso aislado: Hart no pudo conducir los Oscar por tuits del pasado
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De todo esto se enteraron hace poco los famosos argentinos: un grupo de tuits de rugbiers provocó “carpetazos” que revelaron el pasado oculto que muchos se habían olvidado de borrar, un pasado de comentarios xenófobos, machirulos y agresiones gratuitas enmascaradas de “humor” e “incorrección”. En Hollywood, hace rato que comenzó este revisionismo. Ahora fue Gina Carano, la ex luchadora libre y estrella de “The Mandalorian”, la que pagó caras sus opiniones trumpistas, transfóbicas y antisemitas: la echaron del programa.
Carano venía caminando por la cuerda floja hace rato: ser trumpista no está bien visto en Hollywood, y sus opiniones sobre el COVID y las vacunas generaron ruido; Carano incluso hizo bromas sobre los pronombres transgénero, aunque borró aquel tuit cuando, según contó, Pedro Pascal le explicó la cuestión; pero cuando puso su mira en diversas minorías y apoyó comentarios donde se decía que el racismo en Estados Unidos era una invención, el público comenzó a preguntarse cuánto resistiría Disney, una empresa con énfasis en los “valores familiares”.
¿Qué dijo Carano ahora que ameritó su salida de la franquicia? “Los judíos fueron golpeados en las calles no por soldados del nazismo, sino por sus vecinos. Incluso por niños. Como la historia se altera, la mayoría de la gente no se da cuenta de que para llegar al punto en que los soldados nazis pudieran arrestar fácilmente a miles de judíos, el gobierno provocó antes que sus propios vecinos los odiaran simplemente por ser judíos. ¿En qué se diferencia eso de odiar a alguien por sus opiniones políticas?”, publicó la actriz en las redes sociales, comparando la actual EE UU con el clima previo al Holocausto. Es llamativo, todo un fenómeno, cómo la derecha ha comenzado a subvertir las expectativas, se ha apropiado de la “incorrección política” como fuerza corrosiva del status quo y ha comenzado a llamar “fascistas” a aquellos que los llaman fascistas, por no “permitirles” opinar.
Además, si bien el mensaje de Carano no reflejaba una alineación política, a ese texto le siguió una foto de un hombre con la cabeza cubierta de mascarillas y el texto: “Mientras tanto en California”. La actriz y luchadora mezcló así, en un conjunto de tuits, varias de sus ideas más polémicas: la idea de que ella y otros, por ser oposición política al establishment demócrata hollywoodense, es perseguida por cómo piensa, la noción de Trump como una alternativa a un régimen de ovejas y, claro, la idea de que la pandemia es un instrumento político mediante el cual este establishment, el que el presidente naranja amenazó con romper, volvió a controlar a su población. Ahora, ya no hay espacio para opiniones disidentes.
De una retorcida manera, la decisión de Disney parece darle la razón: “Gina Carano no trabaja actualmente para Lucasfilm y no hay planes de que lo haga en el futuro. En cualquier caso, sus publicaciones en las redes sociales denigrando a la gente basándose en sus identidades culturales y religiosas son aberrantes e inaceptables”, dijo un portavoz de la compañía que gestiona “Star Wars” en un comunicado recogido por medios estadounidenses.
“Han buscado (en Lucasfilm) una razón para despedirla durante dos meses y lo de hoy fue la gota que colmó el vaso”, dijo una fuente de la compañía a The Hollywood Reporter. Esta revista aseguró también que Lucasfilm tenía previsto presentar en diciembre un nuevo proyecto televisivo de “Star Wars” con Gina Carano como protagonista, pero ese plan saltó por los aires tras sus numerosas controversias en las redes sociales.
En el mismo día en que Instagram cerró la cuenta de Robert F. Kennedy, hijo del fallecido senador estadounidense Robert F. Kennedy, por contener afirmaciones “desacreditadas” sobre el coronavirus y las vacunas contra la pandemia, el debate volvió a instalarse: ¿se puede decir cualquier cosa en las redes sociales y esperar salir impune? o ¿No se puede decir nada, en realidad, por miedo a una supuesta caza de brujas?
Carano dirá que la segunda, tras ser virtualmente despedida (en realidad, no le renovaron el contrato, algo que en Argentina se conoce bien), pero, claro, teniendo en cuenta la empresa para la que trabaja, no podía no saber que jugaba con fuego. Su despido parece hasta lógico: Disney no va a querer en sus filas a alguien que no refleje sus valores, como ocurre en tantas empresas.
Lo que ocurre es que Carano no es un caso aislado, díscolo: Kevin Hart no pudo conducir los Oscar por chistes homofóbicos hechos hace una década, James Gunn fue despedido (luego recontratado, por presión popular y tras un arrepentimiento público) de “Guardianes de la Galaxia” por un hecho similar, Roseanne Barr se quedó sin programa tras un tuit racista contra Obama, a Hartley Sawyer lo echaron de “The Flash” por su pasado tuitero; Ariel Pink estuvo en la marcha frente al Capitolio que terminó en invasión, y fue “cancelado”. Su nombre también desapareció de todas las listas de discos favoritos, por sus opiniones.
Estos son solo algunos apellidos conocidos. La lista es más larga, y mientras menos famosos, peor les va cuando se descubren sus imprudencias en redes sociales. Ante el clima general y los crecientes “carpetazos”, empezaron los comunicados y videos de “arrepentidos”, famosos que pisaron el palito y que buscaron zafar del despido con un pedido de disculpas. Otros pocos, como Dave Chappelle, no quisieron caer en esa puesta en escena, y se preguntaron desde qué torre de marfil moral es que un grupo de tuiteros juzgaba sus actitudes de forma absoluta, sin matices. Y si posturas tan rígidas no constituyen, en realidad, el verdadero peligro.
Hoy en día, ¿se puede decir cualquier cosa en las redes y esperar salir impune?
Hay que tener en cuenta, por un lado, que no se está ante casos de abuso o violencia física: estos tuits entran en el pantanoso terreno entre la libertad de expresión y el “hate speech”, los discursos de odio que, al menos en Estados Unidos, no están penados por la ley (justamente, conflictúan con esa primera enmienda, el derecho a decir lo que uno quiera) pero que para muchos significan incitaciones a la violencia y a los crímenes de odio.
Esta perspectiva creció cuando fue, claro, el mismísimo presidente de Estados Unidos quien parecía levantar a su población contra las minorías y los inmigrantes: el ascenso de Trump fue el evento que provocó que Hollywood cerrara filas. Para algunos, allí comenzó una caza de brujas al que piensa diferente, al opositor; para el otro bando, esos actos de “incorrección política” no deben tolerarse en nombre del relativismo moral. Para ambos lados, el fantasma del fascismo flota sobre la conducta del otro...
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