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Ansiedad y depresión, bajo nivel de satisfacción y sentimientos de exclusión, son algunos de los síntomas que expresan muchos jóvenes en los tiempos del COVID-19
Es ya sabido que, durante la pandemia por el coronavirus que ya lleva un año infectando al mundo, los grupos de mayor vulnerabilidad, al menos física, es el de los adultos mayores. Sin embargo hay otro grupo que la padece especialmente y en el que no todos reparan. El de los adolescentes.
Una reciente encuesta realizada por Unicef e Ineco ilustra sobre esto, al señalar que el 60 por ciento de los adolescentes presentaron en lo que va de la pandemia síntomas de ansiedad y depresión; el 75 por ciento un nivel bajo de satisfacción, y más del 50 por ciento autopercibía sentimientos de soledad y exclusión, todo atribuido al estrés generado por la “nueva normalidad” que instaló el virus.
Milagros Veliz (17), miembro de una campaña por redes sociales destinada a brindar herramientas para que los jóvenes puedan detectar y gestionar el estrés y la angustia provocados por la pandemia, señala que “en muchos la situación implicó separarnos de nuestros amigos, familiares y parejas; estamos en pleno descubrimiento de nosotros mismos y a su vez empezando y cerrando etapas. Es un momento complicado en nuestras vidas, y a eso se le sumó el caos mental y emocional que nos trajo aislarnos de todo. Necesitamos gente de nuestra edad con la que sentirnos identificados, acompañados y para que nos ayuden a detectar y gestionar nuestras emociones”.
“Todos estamos sintiendo una explosión de emociones diferentes todos los días – dice Candela Schapsis (16) – y en las redes podemos ayudarnos a entender e identificar qué nos está pasando, y calmar un poco la ola de emociones y preocupaciones a la cual nos enfrentamos”.
Desde el lado de la ciencia, en tanto, la médica psicoanalista Silvana Bono destaca que “la ansiedad, la angustia y el estrés provocan un gran sufrimiento en el adolescente, que se siente no entendido, no comprendido, y que sufrió pérdidas durante todo este tiempo por no ver a sus amigos, no ir a la escuela o a la facultad; por perder sus vínculos. Los jóvenes cuentan con flexibilidad, se adaptan fácilmente y son enérgicos, pero por otro lado, en general, se frustran rápidamente, están muy ansiosos y poco tolerantes. Por eso, es importante el diálogo en familia, con el foco puesto en ayudarlos a esclarecer el miedo a ese ‘no sé qué’, como a veces manifiestan, teniéndoles paciencia y brindándoles en casa un refugio donde puedan expresarse y canalizar su angustia y estrés”.
Sebastián Urquijo, doctor en Psicología Educacional, sostiene que, en estos tiempos, los adolescentes “tienen más miedos, enojo e incertidumbre,
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además del alto nivel de estrés que sienten en sus casas y que ven en las noticias. Sintonizan nuestros estados emocionales, perciben la exposición al coronavirus como una amenaza, aumentan sus niveles de ansiedad y aparecen en comportamientos desafiantes como enojarse, gritar o discutir, más que en llanto, tristeza o preocupación. Muchas veces queremos saber lo que sienten, pero no les damos el ejemplo, no compartimos sentimientos o mentimos, tratando de mostrar una falsa seguridad que no se refleja en cómo estamos. Usamos lenguaje técnico para minimizar la angustia y la ausencia de emociones en las conversaciones, aumenta los niveles de ansiedad”.
“Un trabajo reciente de investigadores italianos y españoles – refiere el doctor Urquijo - informa que el 85 por ciento de madres y padres notaron cambios en el estado emocional y el comportamiento de sus hijos, y que el síntoma más frecuente fue la dificultad para concentrarse, seguido de aburrimiento, irritabilidad, inquietud, nerviosismo, sentimientos de soledad y preocupación. Todos pasaron mucho tiempo frente a pantallas, hicieron menos actividad física y durmieron más horas. Resultados de nuestra investigación en Argentina indican que los más jóvenes tienen más depresión, ansiedad y afecto negativo que otros grupos de edad, y son los más afectados a medida que transcurre la pandemia. Mas de un 20 por ciento informó niveles moderados o graves de depresión al inicio y, dos semanas después, subió al 25 por ciento. No poder acceder a espacios abiertos empeoró los resultados, y lo que más los preocupaba fueron los cambios en su vida social”.
Agustina Germade, psicóloga especialista en adolescentes, señala por su parte que “el mayor padecimiento de los adolescentes no estuvo en el aislamiento social, porque generan un contacto por redes con amigos, sino más bien el padecimiento corporal, no estar cerca del otro. En la adolescencia es un momento donde se toma distancia corporalmente de los padres, y se acerca a los pares”.
Durante la pandemia, según señalan los especialistas, el estrés está en modo activado y varía de acuerdo a cada individuo. Alon Chen, profesor de Neurobiología, explica que “durante la pandemia estamos constantemente expuestos al miedo y al aislamiento. Y la exposición crónica al mismo nos pone en riesgo y se manifiesta en desórdenes cuando no podemos reducirlo. Con el incremento del estrés, a nivel físico, las personas pueden sentir mayor presión sanguínea, palpitaciones, cambios en la respiración y en el nivel de glucosa. Y en el plano de las emociones, el cerebro emite miedo, ansiedad y pueden producirse cambios en la atención y en el apetito”.
El consumo, en este marco, también roza de cerca a los más jóvenes. Gabriela Torres, integrante del Sedronar, señala al respecto que “los adolescentes están muy solos con lo que creen que es el consumo y lo que consumen. Es un tema que se habla poco, que entra en un cono de silencio. Es un tiempo donde con los adolescentes hay que empezar a comunicarse de otra manera, no con interrogatorios sino conocerlos, saber qué les pasa, cómo están. Compartir actividades, comentar algo, ver videos, ver qué les causa gracia, conocer la identidad de ese adolescente. Porque con la pandemia es un contexto difícil para los adultos, pero claramente los adolescentes la pasan peor”.
“En muchos, la situación implicó separarnos de nuestros amigos, familiares y parejas”
Es un tiempo donde con los adolescentes hay que comunicarse de otra manera
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