Son compartidas las culpas del caos del tránsito en las calles de la Ciudad

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El caos en las calles platenses de los últimos tiempos, reflejado en forma dramática por el alto número de víctimas fatales y de personas heridas y en una situación que ha convertido a La Plata en la ciudad con mayor índice de accidentes de tránsito en el país en relación con la cantidad de habitantes, no sólo responde a diversas causas sino que obedece en buena medida a la imprudencia conjunta de todos quienes hacen uso de la vía pública, sean conductores de vehículos o peatones.

En este sentido, un estudio reflejado ayer en este diario, elaborado por especialistas en seguridad vial, determina que ambos protagonistas se cruzan culpas por las infracciones que se cometen, aún cuando una buena parte de los testimonios alude a “responsabilidades compartidas”.

Lo cierto es que no faltaron avisos en los últimos años, formulados por organizaciones no gubernamentales y especialistas en el tema , que apuntaron a reclamar un fortalecimiento de la educación vial –destinada por igual a conductores y a peatones- como mejor fórmula para ordenar el tránsito y disminuir el número de víctimas.

En el caso de La Plata, las faltas más comunes que cometen los peatones son muy fáciles de detectar en cualquier momento pico del día. Por lo general, no cruzan por la senda que los habilita, sino por cualquier parte de la cuadra; hay innumerables casos también de personas que se lanzan al asfalto no con la luz del semáforo que les corresponde sino con la que da paso a los vehículos.

En cambio, la infracción más reiterada por parte de los conductores en relación a los peatones es la de no darle la prioridad que tiene el que anda a pie, tanto que una escena por demás común es la que protagonizan los automovilistas que disponen de luz verde para doblar y no dejan pasar primero al peatón, como tendría que ser según las normas.

En ese contexto debe ponerse de relieve ahora la forma caótica y muy riesgosa –para ellos mismos como para terceros- con que se comportan muchos motociclistas y ciclistas, cuyo número viene creciendo en forma exponencial en nuestra ciudad a partir de la pandemia y de las restricciones de uso en el transporte público. En este sentido, al igual que ocurre con otras infracciones, es inexplicable la falta de fiscalización y, antes que eso, de formación por parte de las autoridades del tránsito.

El caso de los motociclistas resulta significativo, en el sentido de que no se conoce por cuál de los carriles les corresponde transitar. No lo saben ellos ni los demás conductores. En la práctica, esa duda se traduce en el permanente zigzagueo con el que se desplazan entre las filas de automóviles y vehículos de gran porte, corriendo riesgos innecesarios y originando graves peligros para los demás.

En cuanto a los ciclistas, es también digno de comprobar cómo hacen caso omiso y cruzan las calles con semáforos en rojo. Algo les debe hacer suponer que las leyes de tránsito no rigen para ellos, lo cual constituye un error que puede tener para ellos consecuencias muy penosas.

Resulta evidente que no se puede continuar en las condiciones actuales, con automovilistas, peatones, motociclistas y ciclistas convirtiendo la mera circulación en la vía pública en una aventura temeraria y anárquica. Tan evidente como lo es que siguen notándose omisiones en la prevención y formación educativa, por lo que resultan cada vez más indispensables las campañas de concientización, de modo que todos los usuarios de la vía pública aprendan de una buena vez que las calles y rutas pueden y deben ser compartidas en forma armoniosa y no caótica.

 

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