Un año de la muerte de Ricardo Barreda, el femicida que estremeció a la ciudad y al país

Su último deseo no fue cumplido, según se asegura: quería ser cremado y que sus cenizas se esparciera en el campo de juego de Estudiantes. Ese y otros detalles trascendieron cuando hace exactamente un año moría el múltiple femicida Ricardo Barreda a los 84 años murió en un geriátrico de José C.Paz.

Terminaba así una vida de novela, de esencia macabra pero con ribetes de diversas formas a partir de lo que el morbo popular hizo con su caso. Si hasta una cumbia le escribieron.

Barreda, el odontólogo de la calle 48 casi esquina 11, entró en la historia criminal argentina cuando en una mañana de 1992 asesinó a escopetazos a su esposa, a sus dos hijas y a su suegra. Los detalles del caso mantuvieron en vilo al país y entre detalles y otros trascendidos se popularizó un apodo que sería determinante en el recorrido del caso: "conchita".

Barreda murió por  un paro cardíaco en el Hogar Geriátrico "Del Rosario", donde estaba internado.

"Tenía problemas en la próstata, demencia senil, deterioro cognitivo, estaba postrado en silla de ruedas y conectado permanentemente a una sonda. Estaba parcialmente ubicado en tiempo y espacio. Hubo momentos que estaba lúcido y otros en que no sabía ni quién era", contaría el dueño del establecimiento, Daniel Otero.

El propietario del geriátrico "Del Rosario" explicó que "a veces tenía pantallazos, le decía a las enfermeras que tenía una casa" -en alusión a su casona de La Plata dónde cometió los femicidios-, y que cuando lo llamaban "doctor", él decía: "Yo no soy médico".

Según su biógrafo, Pablo Martí, Barreda "nunca olvidó sus crímenes" pero nunca  pensó en suicidarse.

"Siempre habló con convicción de lo que hizo" y "se mostró arrepentido y analizó que en algún punto pudo haber cambiado algunas cosas", contaría Martí.

"Él siempre me decía antes de que le pregunte 'si, ya sé, querés saber por qué nunca me separé -de su esposa-", y se respondía: 'porque la quería", contó Marti, quien aseguró que el femicida llegó incluso a decirle que si pudiera "volvería a conocer" a quien fue su pareja, pero "haciendo las cosas bien".

Una de las palabras que al biógrafo le llamó la atención es que, a pesar de la brutalidad del hecho que cometió, Barreda "no quería que la gente se olvidara de él: disfrutó de cierta fama que le dio todo lo que hizo, creo que hizo un personaje para manejarse en el mundo".

El hombre recordó también las últimas veces que mantuvo contacto con el odontólogo.

"El 15 de noviembre de 2019, en el 27° aniversario del hecho, cayó viernes. Y siempre iba a verlo los jueves pero preferí esperar un día más y estar con él para evitar que alguien se le metiera en la habitación. Ese día estuvo muy mal de salud y la verdad que pensé que se iba a morir justo en esa misma fecha", dijo.

Por otra parte, contó cómo fue el momento que lo acompañó a Barreda para internarse en el geriátrico y rememoró su última conversación por medio de una videollamada.

"Lo acompañe el 10 de marzo y justo empezó la cuarentena. Tuvo siete días de adaptación donde no podía tener visitas", dijo, y agregó: "El 18 lo fui a visitar a las 10.30 horas y lo vi durante 15 minutos con todos los recaudos".

"Lo vi totalmente rapado, sentado y atado a la silla de ruedas para que no se caiga", sostuvo.

Marti contó que días después realizaron una videollamada de WhatsApp, donde Barreda le dijo que estaba bien y le agradeció por todo lo que hizo por él.

El odontólogo fue condenado a prisión perpetua en 1995 por el triple homicidio calificado de su esposa, Gladys McDonald (57); sus dos hijas, Cecilia (26) y Adriana (24); y el homicidio simple de su suegra, Elena Arreche (86), cometidos en su casona de La Plata.

En 2008 fue beneficiado con arresto domiciliario y se fue a vivir con su nueva pareja, Berta "Pochi" André, quien falleció en 2015, por lo que el femicida tuvo que volver a la cárcel.

Ese mismo año Barreda recibió la libertad condicional y un año después quedó libre tras extinguirse la pena.

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