Ocurrencias: ovnis y ruegos

Edición Impresa

ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

¿Nos están vigilando los extraterrestres? Algo sabremos el próximo mes, cuando llegue al Congreso de Estados Unidos un informe sobre los ovnis de los archivos secretos del gobierno. Hay imágenes. Los funcionarios del Pentágono dejan claro que su objetivo real está en poder saber si se trata de alienígenas paseanderos o naves extranjeras que anduvieron curioseando. “Lo que es cierto, y de hecho lo digo en serio, es que hay imágenes y registros de objetos en el cielo que no sabemos exactamente qué son”, dijo el expresidente Barack Obama a “The Late Late Show”, el 17 de mayo.

Hay que mirar el cielo. La cosa está tan difícil a ras del piso que la gente busca bien arriba algo de sosiego. El Papa Francisco, en los comienzos de la peste, se quedó solito en la plaza San Pedro hablándole al más allá. Fue un ruego en escala sublime que parecía demandar a lo más alto una participación más comprometida en los asuntos humanos. Y también, una manera de teatralizar la pequeñez del hombre frente a este enemigo invencible, letal y persistente. Pero el más allá se mantuvo imperturbable, como deseando probar el límite humano, ajeno a toda compasión, poniendo a la humanidad a la altura de un mendigo que implora por un alivio en un mundo donde la piedad es más huidiza que los ovnis. Elias Canetti ya lo había preguntado: “¿Regresará Dios cuando su creación esté destruida?”

Mientras el Pentágono interroga al firmamento, desde esta ciudad, con ansias de hallar misterio más que revelaciones, un grupo de avistadores se la pasa buscando, en lo más alto, alguna sombra de vida. Son curiosos celestiales que juran haber encontrado evidencias leves pero indudables que muestran a visitantes tímidos que nos espían y que se escapan o se evaporan. Nada que ver con lo que hace el intrépido ser humano, que se la pasa alborotando la Luna y Marte para poder dejar un poco de vida a esas inmensidades muertas.

“Lo que buscamos son las anomalías en el cielo; no investigamos extraterrestres, sino fenómenos ovni”, aclara Luis Burgos, impulsor de la Fundación Argentina de Ovnilogía -FAO-, que creó en 1984 en La Plata. Son unos doscientos chismosos de las alturas que invierten horas y relojeos tratando de descubrir algún visitante fuera de programa. Burgos, un fanático de los eventos cósmicos, fue taxista y allí seguramente ejerció el avistaje, cuando andaba buscando pasajeros por las dichosas diagonales, un rubro de consumidores que hoy escasea más que los platos voladores.

La cosa está tan difícil a ras del piso que la gente busca bien arriba algo de sosiego

Una sensación de tristeza recorre el inventario de camas, vacunas, contagios y muertes

Nuestra región, destaca el “ovnílogo” local, sería muy rica en manifestaciones de objetos voladores no identificados, lo que es todo un atractivo y le suma algún misterio a una ciudad que anda muy floja en ese aspecto. Burgos bautizó como el “nido argentino de ovnis” a unos 120 kilómetros de diámetro que se extienden desde el sur de La Plata hasta Punta Piedras (sector norte de Bahía de Samborombón) y desde la ruta 2 hasta la costa atlántica, una zona de pescadores y tambos a la que no le vendría mal alguna aparición que aportara extrañeza a esa pampa tan vasta y repetida. “Ahí se encuentra el 60 por ciento de las marcas dejadas hasta ahora en nuestro país”.

El horario es un patrón mundial, de 21 a 1, que al parecer es la franja preferida por estos viajeros trasnochadores. Y agrega que hay una barriada local que suele ser escenario de avistajes de objetos voladores desconocidos: el barrio Meridiano V, puntualmente las 15 cuadras que van sobre el bulevar de 72 desde la calle 10 a la avenida 25. Incluso, en ese lugar han aparecido marcas probatorias -según Burgos- a un costado de la traza ferroviaria. A falta de buenos misterios, estos miradores nativos siempre están listos para poder otear cualquier sorpresa. Algún ilusionado de las FAO quizá haya visto un angelito nostalgioso y tardío que sigue esperando un trencito del viejo ramal.

Mientras la peste transcurre, llega el parte diario. Una sensación abrumadora de tristeza y vulnerabilidad recorre el inventario de camas, vacunas, contagios y muertes. Todo continúa igual. Como dice Karmelo Iribarren: “La vida sigue/pero no siempre es verdad./ A veces la vida no sigue./ A veces sólo pasan los días”.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE