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Información General |LA ANTÁRTIDA BAJO LA LUPA

El país incorpora un robot para controlar la reducción de los glaciares

Es un prototipo que investigará la disminución en la masa de hielo de estos gigantes, para evitar así una suba en el nivel del mar

El país incorpora un robot para controlar la reducción de los glaciares

La disminución de los glaciares, se sabe, puede generar un peligroso crecimiento del nivel del mar / web

15 de Enero de 2022 | 05:41
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El prototipo de un robot capaz de explorar glaciares de forma autónoma, las imágenes provistas por los satélites Saocom y una nueva generación de sensores son parte de las herramientas que los investigadores argentinos desplegarán este verano para el monitoreo de los glaciares antárticos.

Como se sabe, el control de estos gigantes de hielo resulta fundamental en virtud del cambio climático que nos atraviesa, dado que el aumento de la temperatura global provoca la disminución constante en la masa de hielo de los glaciares, lo que podría derivar en un aumento significativo del nivel del mar si las grandes barreras flotantes dejan de contener a los glaciares afirmados sobre el continente.

“En esta campaña antártica se desplegará el prototipo del robot para probar su movilidad sobre el glaciar y ver cómo se desenvuelve de forma autónoma, el funcionamiento de sus cámaras y cómo lo afectan la temperatura y la humedad”, explicó el ingeniero electrónico Sebastián Marinsek, jefe del departamento de Glaciología del Instituto Antártico Argentino (IAA).

Una plataforma robótica con cuatro ruedas de tracción controlada, equipada con cámaras, sensores, un brazo y paneles solares, viajará este verano a la Antártida para realizar sus primeras pruebas operativas como parte de las mediciones que cada año realiza Argentina en el glaciar Bahía del Diablo de la isla Vega, a 60 kilómetros al norte de la base Marambio. El Robot de uso científico en el sector antártico es un proyecto de cooperación entre el IAA, la Universidad de la Defensa (UnDef), la Facultad de la Armada (FadARA) y la Escuela de Oficiales de la Armada Argentina (ESOA).

Marinsek indicó que “junto con el equipo que se despliega todos los veranos en Bahía del Diablo irá un técnico que desarrolló el robot para supervisar las pruebas. La idea es ponerlo en modo autónomo y ver qué dificultades se pueden presentar si estuviera solo ahí. Disponer de esta tecnología nos permitiría hacer algunas mediciones de forma autónoma durante todo el año. La idea es que este prototipo evolucione y pueda disponer de conexión para que desde cualquier lugar podamos darle indicaciones a distancia”.

El prototipo ya dispone de una base que le permite alimentarse de energía solar, donde también podría estacionarse en caso de una tormenta. También podría facilitar el estudio en lugares riesgosos sin exponer la vida de sus operadores.

Marinsek enfatizó que uno de los criterios con los que trabajan en el monitoreo de los glaciares “es la cooperación con los organismos que apoyen con tecnología más avanzada para producir datos más precisos y detallados”.

Con ese propósito, en las misiones los acompaña un topógrafo del Instituto Geográfico Nacional para realizar con equipos de alta precisión las estimaciones sobre la dinámica de las grandes masas de hielo.

Monitoreo

“El monitoreo del glaciar Bahía del Diablo es el más detallado disponible a nivel internacional y también la serie de más larga data; todos esos datos forman parte de la publicación anual que hace una red internacional de monitoreo de la que formamos parte y en la que publicamos toda la información de la que disponemos, algo que tampoco es muy común”, ponderó.

El monitoreo argentino de glaciares en la península antártica alcanza entre otros al glaciar Gourdon de la isla James Ross, a unos 30 km de Marambio; la barrera de hielos Larsen; el glaciar cercano a la base Petrel en la isla Dundee, a 80 km al noreste de Marambio; y los cercanos a la base Matienzo, a unos 180 km al sur de Marambio.

Según el especialista, “los glaciares tienen un ciclo como el del agua, cuando cae la precipitación en forma de nieve crece la masa de hielo, la cual después va desprendiendo partes producto del contacto con el agua que tiene una temperatura más cálida. Hay rompimientos que forman parte de la vida habitual del glaciar, pero también hay procesos que podemos relacionarlos con el aumento de la temperatura en la Antártida”.

El experto sostuvo además que “hay mediciones que hacemos año tras año y en los últimos años se nota con claridad que los glaciares ubicados en la península antártica están perdiendo masa en simultáneo con los aumentos de temperatura que también registramos todos los años”.

Los glaciares, es bueno decir, son masas de hielo que se alimentan de la nieve que reciben en invierno y pierden agua durante el verano. “En ese intercambio de masa es que podemos medir anualmente si los glaciares crecen o se achican. Como en la Antártida, además de subir las temperaturas también se redujeron las precipitaciones, lo que estamos viendo es que hay glaciares que en muy pocos años perdieron entre el 30 y el 50 por ciento de su masa de hielo”, subrayó.

El riesgo que implica el aumento de la temperatura en la Antártida, según se explica, “es que esas grandes barreras de las que se desprenden los icebergs que vemos en las noticias se desprendan de la costa, porque aunque al estar en flotación ya están niveladas, dejarían de contener a los grandes glaciares que están afirmados sobre el continente antártico, y esto sí podría condicionar la vida en todas las poblaciones cercanas a las costas en todo el mundo”.

La glaciología es una rama de la geografía física, y por tanto de las ciencias de la Tierra, que estudia los fenómenos actuales y pasados, relacionados con la extensión, distribución, causas, dinámicas, clasificaciones e implicancias del agua en estado sólido, en todas las manifestaciones que puede presentarse en la naturaleza (glaciares, hielo, nieve, granizo o neviza).

En la Argentina, la Ley de Régimen de Presupuestos Mínimos para la Preservación de los Glaciares y del Ambiente Periglacial Nº 26.639 obliga al Estado a destinar partidas para preservarlos como reservas estratégicas de recursos hídricos para el consumo humano; para la agricultura y como proveedores de agua para la recarga de cuencas hidrográficas; para la protección de la biodiversidad; como fuente de información científica y como atractivo turístico.

 

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