María Cristina Barandiarán

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El fallecimiento de María Cristina Barandiarán, ocurrido a sus 78 años, provocó numerosas expresiones de pesar en distintos círculos de la Ciudad, en los que fue apreciada por su forma de ser solidaria y por su gran compromiso para con el prójimo.

Hija de Rosa Dora Mainetti y Enrique Barandiarán, había nacido el 20 de mayo de 1943, en La Plata y creció junto a sus hermanos Ana María, Julio, Martín y Edgardo.

Cursó el bachillerato en la Escuela de Bellas Artes, y luego estudió profesorado de Francés.

En una época difícil y ya con varios hijos, tuvo la voluntad férrea de retomar los estudios y concretó su proyecto de recibirse de médica en la Universidad Nacional de La Plata.

Recordada por los suyos como una mujer rebelde y librepensadora, eligió luego, para asombro de todos, dedicar su vida a cuidar amorosamente a sus seis hijos. Y en 2001 supo sobreponerse con enorme entereza a la durísima pérdida del más pequeño, David.

Fue una persona generosa y humilde. Particularmente inteligente y sensible. Lectora incansable, increíble abuela y alguien que disfrutó con intensidad de cada detalle de la vida por pequeño que fuera.

Su entorno la describió como una mujer alegre y fuerte como el roble, alguien que tenía para cada ocasión, las palabras justas o la canción indicada. Todas esas cualidades hicieron de ella un ser singular, alguien que no pasaba desapercibida y prontamente se ganaba el afecto de quien la conocía.

María Cristina fue una persona solícita, siempre dispuesta a ayudar, no solo a su familia, sino a todo el que pasaba por la puerta de su casa. Siempre dio prioridad a los otros y son incontables las historias y anécdotas que reflejaron, a lo largo de su vida, su espíritu solidario.

También acompañó a su tío, ya muy mayor, el doctor José María Mainetti. Colaboró con sus proyectos porque las causas justas siempre la convocaban.

Con una sensibilidad excepcional supo expresar el amor que sentía por su esposo Jorge Guitelman, por sus hijos David y Laura - fallecidos -, Sofía, Marina, Luis, Julieta y Sara y por sus adorados nietos: Juana, Julia, Pilar y Manuel.

Su familia coincidió en que su vida los reconcilió con la humanidad e hizo del mundo algo mejor.

María Cristina solía evocar a Amado Nervo con la frase: “amé, fui amada, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!”.

 

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