“Ella amasa”: un retrato de la cotidiana opresión patriarcal
Edición Impresa | 13 de Octubre de 2022 | 04:06

La opresión y el maltrato machista, su naturaleza cotidiana, suben al escenario del teatro de 3 entre 39 y 40 este sábado con “Ella amasa”, obra de Judit Gutiérrez, protagonizada por Marina Dousdebes y con puesta de Emilio Firpo, que se mostrará en la Ciudad por única vez.
“En esta obra hablo de la opresión y la violencia naturalizadas en la raíz misma de nuestra sociedad, en nuestras instituciones: la familia, la iglesia, el Estado. Pero lo hago como lo hacían nuestras abuelas, siempre de manera velada, con doble sentido, algunas veces incluso hasta de forma inocente, como el oprimido que no termina de entender qué cosa es la que pesa sobre su espalda y lo aplasta”, adelanta, en diálogo con EL DIA, Gutiérrez, actriz y dramaturga formada en el escenario desde los 14 años.
“El público”, cuenta la autora, “se va a encontrar con la interpretación de Marina Dousdebes, una actriz capaz de sostener con maestría su personaje y llevar al espectador de la risa a la emoción sin solución de continuidad, con una puesta en escena bella y eficaz de Emilio Firpo, que corporiza a partir de recursos simples las imágenes complejas que tiene el texto. Complejas porque están compuestas por varias capas, porque es un texto que nunca va directo a lo que se quiere contar”.
En ese sentido, el texto aborda de una manera poética y sutil un sinfín de situaciones de opresión y maltrato machista que sufren las mujeres cotidianamente. “Si bien a priori parece de otro tiempo, habla de realidades que persisten en muchos rincones de nuestro país. El maltrato y la opresión patriarcal a la que son sometidas las mujeres es sin duda algo muy concreto y actual”, afirma la autora de la propuesta, estrenada en 2020 en Villa General Belgrano, Córdoba.
- La obra aborda situaciones de opresión machista, ¿por qué quisiste escribir sobre esta temática?
- El poder y su ejercicio es una temática que atraviesa toda mi obra. La opresión machista es una manifestación de una forma corrupta de ejercer el poder. No por estar naturalizada podemos obviar que la relación de fuerzas se encuentra corrompida. Si alguien, para dar rienda suelta al ejercicio de su libertad necesita someter a otros, ese poder es corrupto. Creo que no podría hacer otra cosa que escribir acerca de esta temática. Como mujer, pero también como persona que creció en un barrio de gente obrera en Lanús, como hija de laburantes, que creció escuchando las historias de otras mujeres. Crecí además sometida por mandatos: como niña, como mujer, como hija, me educaron para ser madre y esposa. Para respetar los cánones de la belleza hegemónica, para entregar mi cuerpo virgen para el placer de otro bajo el santo sacramento del matrimonio, nunca para el propio placer. Y es interesante hablar con mujeres de distintas generaciones acerca de este tema, porque todas estamos atravesadas por los mismos mandatos, las que ahora tienen más de 70 y las menores de 20 años. Algunas pibas jóvenes hace algunos años que vienen cambiando su manera de encarar este sistema de opresión, pero no considero que sean, muy a mi pesar, una mayoría. De hecho, pienso, que muchas de las aplicaciones de citas virtuales no hacen más que repetir una forma ancestral de vinculación entre hombres y mujeres, en la cuál seguimos sometidas al mandato machista. Todavía queda mucho poder corrupto, todavía hay discursos opresivos y avances de ideologías de derecha que impulsan a algunas pibas a aclarar que no son feministas, sino femeninas y muchas mujeres de mi edad que siguen bajando línea a las generaciones siguientes con discursos que sostienen el patriarcado desde hace siglos.
- En este sentido, ¿qué rol crees que puede tener el teatro, el arte, en términos de impulsar modificaciones de la realidad?
- Creo en el arte como un impulsor de nuevas maneras de pensar la realidad, de modificar las relaciones sociales. En otros de mis proyectos, TEATRESI (dónde junto con María Campano abordamos la ESI desde el TEATRO) hablamos siempre de la ficción que educa, para bien o para mal. Pensemos, como contracara del arte para la transformación social, en las telenovelas, uno de los productos de televisión abierta con mayor rating, quen siguen mostrándole a sus espectadoras que el rol de la mujer está sometido al rol del hombre. O cómo la publicidad y las grandes producciones toman por moda las ideologías de género y producen cáscaras sin profundidad de contenidos, que siguen bajando línea.
El teatro es un cambio en pequeñas grageas. Requiere de movimientos sostenidos en el tiempo, compromiso y convicciones profundas, honestidad en lo que se comunica y en el uso que se hace de ese discurso. En esas condiciones, el teatro, es un motor artístico del cambio, a veces incluso los anticipa.
- También al estar presentes las instituciones y su accionar, su poder, en la obra, pensaba: ¿el arte también es una herramienta para discutir discursos establecidos, los discursos hegemónicos?
- Creo que el arte debe ser esa herramienta. El Teatro abre el diálogo, el arte no debe bajar línea, no debe ser moralizante, pero sí puede y debe exponer el conflicto, la ruptura social tiene que filtrarse, la fisura tiene que estar presente en cada personaje, en cada situación, en el drama y en el humor. Y no hacen falta gritos, ni fuegos artificiales para que logre ese efecto desestabilizante. Una revolución puede comenzar con un grito ahogado en un susurro.
- Escuché en una entrevista que el tiempo de la obra es un tiempo circular, distinto al pensamiento Occidental. Me interesa que me cuentes un poco al respecto.
- Por un lado, el tiempo narrativo no es lineal. La historias que cuenta esta mujer están desordenadas, entrelazadas, salta de una a la otra y entre todas completan un cuadro cargado de figuras que se recortan en su memoria, de manera patética, trágica o ridícula. Por otro lado, la obra, no tiene un tiempo/época histórica definida. Por momentos parece que hablara una mujer de la edad media, en un pueblo rural, pero enseguida podemos reconocer en lo que cuenta algo que sucede en la vuelta de la esquina, en la ciudad en la que vivimos y que sale a diario en las noticias. Tiene un ritmo propio, circular.
- Has trabajado en varias obras en los últimos años, ¿cómo es tu proceso de escritura? ¿Y cómo fue el parate pandémico?
- Mi proceso de escritura parte por lo general de una imagen: puede ser algo que vi por la calle, algo que escuché, una lectura que me hace imaginar una escena completa, un sueño. Luego, te diría que escribo primero en mi mente. Pienso la obra o con la obra en mi mente. Está en todo lo que hago: cuando camino, cuando cocino, cuando manejo, cuando me voy a dormir y un día me siento a escribirla y puede llevarme meses terminar el primer boceto o una semana. Yo suelo escribir algo todos los días, escritos sueltos les llamo y esos los escupo, porque necesito físicamente escribirlo. Los tengo en mi computadora, en cuadernos, en papeles dispersos. Eso es como un ejercicio, como quién sale a caminar a diario para que no le duelan las rodillas. Pero cuando aparece la idea que luego será una obra o un cuento, esta idea convive largo rato conmigo, en mi mente y luego en un texto voy transformando, completando y corrigiendo, hasta que decido ponerle un punto final. Y a veces la sigo reescribiendo luego del punto. De Ella amasa hay dos versiones, por ejemplo, con pequeñas variaciones entre sí. En la pandemia se detuvieron todos los procesos de puesta en escena de las obras que había escrito o los proyectos que estaba dirigiendo. Pero escribí mucho más y estudié, algo que no había tenido tiempo de hacer los últimos años, porque soy madre de una niña y un niño que ahora tienen diez y cinco años, e igual que los textos conviven conmigo y necesitan de mi atención y mi amor. El encierro cambió la realidad, como familia mantuvimos la rutina, pero a mí me sobraba tiempo y lo usé para escribir.
- ¿Ese momento de cierre de todo te llevó a cuestionar algo sobre tu trabajo? ¿Y se volcó en tus obras de alguna forma?
- Siempre cuestiono mi trabajo, sobre todo la dirección y la producción en el teatro independiente, porque trabajamos en otras cosas para producir las obras que hacemos y luego es muy difícil de sostener el proyecto en el tiempo. Producir una obra en el independiente lleva tanto trabajo y dinero como hacerlo en el oficial o en el comercial, pero no genera réditos, te deja en rojo las cuentas, siempre. Por lo general, además, a los subsidios se los come la inflación. En proporción cobran más todos los proveedores que las personas actuantes, las que dirigimos y las que escribimos. La pandemia profundizó esa crisis. En los últimos años yo he empezado a cobrar por mi trabajo de dirección y por mi trabajo de escritura. Sin embargo, solo con eso no se consigue ni siquiera empatar un sueldo básico. Hay que complementar la tarea con otras cosas, por eso parece que no paramos nunca de laburar… porque es cierto. Yo escribí un monólogo al respecto, se llama Autónoma y se estrena a fines de octubre en el Teatro el Ojo. Parece que cuando un trabajo te entusiasma mucho, no vale la pena que te paguen por eso. Además de ese monólogo, creo que en todos los textos que escribí luego del 2020 está resignificada la muerte, el encierro, y el sin sentido del sistema en el que vivimos. Pero no son para mi un tema nuevo, aunque tal vez la pandemia me haya servido para profundizarlos.
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