El estancamiento de la economía rusa se refleja en la guerra

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Raúl Kraiselburd

Roma, Italia

En los centros de estudio de la política internacional hace ya tiempo que los expertos consideran como inevitable la salida de Rusia, por su debilidad económica, del escenario en el que actúan las grandes potencias mientras China se convierte en el líder absoluto de un bloque de naciones para enfrentar por lo menos económicamente a Estados Unidos y Europa. El panorama se complica con la inflación de Norteamérica y la casi paralización industrial producida por Pekín.

El error de cálculo de Washington y Europa fue creer que Moscú aceptaría pasar a ser un protagonista secundario. Desde hace más de treinta años preveían que para Rusia sería más que dificultoso superar la decadencia industrial y tecnológica que se manifestaría también en su poderío bélico.

Aún cuando Moscú ordenaba la intervención de sus fuerzas armadas en países subdesarrollados, las naciones de Occidente sólo hacían altisonantes declaraciones sin intervenir, evitando provocar una reacción de Rusia, a la que adjudicaban un estancamiento económico que en el mediano plazo le impediría seguir gastando en armamento convencional o atómico como lo estaba haciendo y que, por lo tanto, había que evitar en lo inmediato la posibilidad de cualquier conflicto militar directo. Los problemas económicos de Rusia fueron detallados al inicio de la invasión en el diario EL DIA en un artículo publicado el 4 de marzo firmado por Jorge Remon.

LA DEBILIDAD RUSA

La creciente debilidad era y es inaceptable para los nacionalistas rusos que no ocultan sus planes de recuperar los territorios perdidos por la disolución de la Unión Soviética. Abandonada hace ya tiempo la idea de que el comunismo podría ser el factor aglutinante Moscú hizo suyo el viejo sueño de restablecer el dominio sobre otras regiones con las que comparte sentimientos religiosos y limiten con países dependientes con el objetivo de que estos últimos tengan como vecinos inmediatos a las naciones que Rusia considere agresivas. Con ese razonamiento como premisa, sin ninguna duda el primer paso era y es Ucrania. Putin sostiene que ni siquiera es una nación.

Las limitaciones económicas, políticas y sociales impuestas por el Kremlin al pueblo ruso generan un rechazo mayoritario de los pobladores en los países de la comunidad europea que por lo tanto sobrellevan mayoritariamente las vicisitudes como la escasez de energía que está provocando la invasión.

En el campo de batalla la resistencia Ucraniana ha sorprendido al gobierno ruso que no tenía conciencia de la debilidad de sus propias fuerzas armadas y trazó planes sin atender a los problemas logísticos causados por una pésima organización y la antigüedad y falta de mantenimiento de su armamento, además de la corrupción que agrava todo esto.

Pekín MIRA HACIA OTRO LADO

En otro plano Moscú decidió hacer oídos sordos a las reiteradas advertencias del presidente Biden en las semanas previas al inicio de las hostilidades y a muchos líderes europeos les parecía imposible que Putin cometiera un error del tamaño que cometió al invadir Ucrania.

Recién cuando el ejército ruso enfrentó la heroica y feroz resistencia ucraniana, Moscú comenzó a buscar aliados y Putin viajó a China donde se le expresó el deseo de paz y la necesidad de respetar la integridad del territorio de las naciones, como no podía ser de otra manera, porque está en juego nada menos que el objetivo chino de recuperar Taiwán. Por lo tanto ni siquiera logró que Pekín dispusiera el aprovisionamiento de armas. Persiste, por ahora, la superioridad numérica del ejército ruso y la ventaja que le otorga el bombardeo impune de las ciudades ucranianas. Sin embargo, preocupado por las derrotas que ha sufrido Putin ha optado por utilizar su anteúltimo recurso: la amenaza de lanzar bombas atómicas de las llamadas tácticas (porque incidirían en un espacio acotado).

Esa sí sería la última carta y jugarla es tan peligroso que un audaz como el presidente ruso ha vacilado en usarla. Y para evitar que pretendiera darle una justificación a semejante atrocidad Estados Unidos y los países europeos sólo han autorizado la venta de armas de alcance y potencia limitada y se negaron a vender aviones a Ucrania.

Occidente desea circunscribir la guerra al teatro de operaciones actual mientras trata de convencer a Kiev de que debe negociar con Moscú para lograr la paz.

Sea cual sea el final, en el escenario de la política internacional, ya hay sólo dos súper potencias: China con Rusia como aliado menor y algunos países asiáticos frente a Estados Unidos que por las acciones de Putin logró afirmar sus tratados de defensa con las naciones europeas después de lo que ha estado ocurriendo en Ucrania. Ese epílogo estaba previsto desde cuando Henry Kissinger en los primeros años de la década del ‘70 convenció al presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, de la necesidad de establecer relaciones diplomáticas con China.

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