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La Ciudad |LA ACTIVIDAD EN SU ESPLENDOR LLEGÓ A TENER 120 LOCALES EN LA CIUDAD, HOY QUEDAN 8

Oficio en retirada: adiós a una tradicional tintorería

Tras casi medio siglo de trabajo, Juan Carlos D’Alfonso cierra La Gran París, de 44 y 21. Asegura que bajará las persianas ante la falta de gente que quiera aprender la tarea

22 de Diciembre de 2022 | 03:21
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“Esta no es una máquina de planchar, es una máquina de pensar”, cuenta Juan Carlos D´Alfonso para graficar el oficio con el que automatiza la tarea y reflexiona acerca de su vida. El tintorero está al frente de la tintorería Gran París desde 1973, un tradicional comercio que está a punto de cerrar sus puertas definitivamente tras casi medio siglo de trabajo ininterrumpido.

La tintorería lavadero está en la esquina de 44 y 21 y el comerciante señala que haberla mantenido activa durante todo este tiempo se debe al apoyo de su familia, a la trayectoria de los empleados, a la fidelidad de sus clientes, a los amigos y a la colectividad japonesa de la que aprendió parte de lo que sabe.

“Gracias a todos ellos logramos este objetivo, hemos trabajado siempre en esto, otra cosa no sabemos hacer”, dice mientras reflexiona que siempre hubo “trabajo de sobra” y que la actividad le permitió tener una buena calidad de vida. La contracara es que en los últimos tiempos le costó conseguir empleados que siguieran con el oficio.

De 120 tintorerías que había en los mejores tiempos, ahora quedan 8. En el rubro se afirma que trabajo hay, pero escasean los empleados especializados.

“Hay una empleada que hace 44 años que está conmigo, puedo decir que con ella es como si tuviera cuatro empleados, pero este es el fin de un ciclo porque es un oficio particular y no hay muchos que se dediquen a esto”, agrega el comerciante.

En pocos días, concretamente cuando empiece el año nuevo, Juan Carlos podrá entregarse a otras cosas como disfrutar de su tiempo libre. Se apartará de esa rutina cotidiana en la que a eso de las 5 lo despertaba el canto de los zorzales y, poco después, iba a encender la caldera para tenerla a punto en una hora y media y poder trabajar desde las 7.

Juan Carlos menciona las jornadas laborales de 12 horas, los tiempos de pandemia que abrió hasta las 13 y estos días en los que están hasta las 15, pero aclara que ya no se toman nuevos compromisos y que cuando informa su decisión a los clientes, les cuesta creer que no es un cierre coyuntural, como es el de las vacaciones.

“A mi no me dan mas las piernas, algunos clientes me dicen que nunca hubo un planchador, ni lavador de mesa mejor, pero uno se cansa”, afirma el tintorero.

Juan Carlos D’Alfonso, trabajó durante varias décadas en el oficio de tintorería / EL DIA

ORIGEN DE SU OFICIO

A los 8 años Juan Carlos ya deambulaba por la tintorería de sus tíos y hasta hacía los repartos más cercanos. Con un creciente interés por la actividad, a los 15 comenzó a aprender los gajes del oficio y a trabajar de manera más formal en el planchado de las prendas.

“Lo único que me gusta es planchar”, dice. No obstante, hace 70 años que desarrolla todo tipo de actividades vinculadas a la limpieza y planchado de las prendas.

De joven también disfrutaba de hacer los repartos en bicicleta porque eso le permitía tratar con la gente, conocer su historia y hasta formar un vínculo amistoso, a tal punto que llegó a recordar de memoria cientos de direcciones.

A los 29 años, el 1° de junio de 1973, pudo comprar su propia tintorería, que desde 1957 se llamaba Gran París. En las épocas de mayor actividad se llegó a despachar entre 300 y 400 prendas por día.

Para él el secreto del buen planchador es pensar que planchar es un arte que depende de las manos y de cómo se coloca la prenda en la máquina. “No podés bajar el planchón si hay una arruga, no te podés equivocar, las manos son las que planchan y es un arte como tocar el piano”, dice Juan Carlos y evoca que aprenderlo le valió más de una reprimenda de sus tíos.

También recuerda a japoneses con los que se vinculó en 1974 porque con ellos conoció estándares de calidad y lo impulsaron a estar al frente de una asociación de tintoreros que luego se disolvió.

La Gran París llegó a tener tres planchas con sus respectivos planchadores, pero ahora se vendieron todas las maquinas. En 2010 funcionó en ese espacio un lavadero industrial de mantelería y el plantel de empleados llegó a 14.

“La máquina tiraba 250 manteles planchados por hora”, dice e insiste en que el oficio es muy rentable y, aunque en una semana se aprende por ejemplo a planchar pantalones y sacos, “la gente no quiere trabajar”.

El tintorero bajará las persianas definitivamente el próximo 30 de diciembre y afirma con nostalgia que esa actividad le permitió formar a muchos tintoreros que hoy trabajan, por ejemplo, en grandes hoteles, que le dio todo lo que tiene y, algo que no es menor, que lo hizo feliz.

 

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