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Séptimo Día |“UN BRUÑIDO DISCO EN EL AIRE…”

La humanidad no deja de soñar

Una épica contemporánea: la conquista del espacio. De cohetes interplanetarios, el avión, el globo y el primer explorador: el barrilete. La literatura anticipó y acompaña

La humanidad no deja de soñar

La llegada del hombre a la luna / web

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

3 de Julio de 2022 | 07:48
Edición impresa

Hoy existen varias ambiciosas empresas privadas que venden pasajes, por ahora a millonarios, para hacer turismo espacial. La más reciente épica de la humanidad, la conquista del espacio, la exploración del universo extraterrestre, siguen en expansión.

La humanidad pisó la Luna hace poco más de medio siglo. “Vinimos en son de paz en nombre de toda la humanidad”, dice la placa que dejó en la superficie lunar la tripulación del Apolo 11 en julio de 1969.

Antes que esas empresas, la literatura se había anticipado o se sumó después con múltiples interpretaciones a la conquista del espacio. El escritor, acaso el más divulgado en este tema, fue Ray Bradbury, cuando se convirtió en una suerte de corresponsal del planeta Marte. Aunque Julio Verne dio en el blanco lunar cien años antes. Se miró al espacio desde siempre y estrellas y planetas fueron objetos de continua interrogación.

Borges vio aquella Luna y se acordó del hombre que concibió el desmesurado propósito de encerrar el universo en un libro y que, con ímpetu afrontó el manuscrito y escribió el último verso: “Gracias iba a rendir a la fortuna/ cuando al alzar los ojos vio un bruñido/disco en el aire y comprendió, aturdido,/ que se había olvidado de la luna”.

El día en que el hombre pisó el suelo lunar, un Borges semiciego se sentó frente un televisor para seguir desde Buenos Aires la llegada. Después diría: “La gente tiende a disminuir la importancia de esa hazaña que, para mí, es la hazaña capital de nuestro siglo”.

El paseo espacial realizado por el astronauta Ed White de la misión Gemini IV / Wikipedia

El ansia de volar fue insaciable en la historia y ahora sigue más allá de las fronteras conocidas. Se vive una época en la que muchos países –ya no sólo Estados Unidos o Rusia- están lanzando sondas, laboratorios, misiones para la realización de experimentos médicos, biológicos y de biotecnología.

Es ya habitual el envío de satélites de comunicaciones que se suman al gran ordenador estelar que dirige las redes sociales –casi puede decirse la vida- de nuestro planeta. Los nuevos conquistadores no utilizan carabelas, ni carretas ni trenes: viajan en cohetes.

Y aunque parezca un chiste, toda esta compleja maquinaria astronáutica instalada más allá de la atmósfera, empezó hace algo más de dos mil años con el primer barrilete que hicieron remontar los chinos. El barrilete fue el primer conquistador de alturas.

Aquel modesto cometa chino de papel no nació como un pasatiempo, sino para cumplir una estrategia bélica. Hay que hablar de la proeza imaginativa del general chino Han Hsin que durante una campaña militar ordenó desde su trinchera mantener un barrilete en vuelo sobre la ciudad que estaba sitiando.

El ansia de volar fue insaciable en la historia y ahora sigue más allá de las fronteras conocidas

 

Midiendo el hilo, el jefe chino pudo calcular con precisión la distancia del túnel que mandó construir para llegar debajo de la muralla de la ciudad. Al poco tiempo, su ejército sorprendió al enemigo y tomó el lugar. La altura siempre dejó enseñanzas.

El primer sucesor del barrilete fue el globo, más liviano que el aire, que fue volado en 1783 –los usaría Napoleón para conocer las posiciones del enemigo- y el primer aeroplano a motor despegó en 1903. Si se compara las fechas en que nacieron estos dos vehículos aéreos con los dos mil años de antigüedad de los barriletes, se puede decir el globo y el avión muy recientes en la historia.

ARTE Y LITERATURA

Honor también a nuestro barrilete, el construido con cañas, papel y engrudo. El fue el primero que se aventuró en la altura, el primer objeto espacial lanzado desde las plataformas más ingenuas, para que la infancia de la Colonia sonriera.

Una artesanía literaria sencilla y popular los acompañó siempre, desde entonces hasta hoy. En la ciudad bonaerense de Campana vivió y murió el escritor de los cometas, Gotardo Croce (1922-2003), autor entre otras obras de “El barrilete que nació dos veces”.

No lo dice directamente, lo sugiere en su cuento: el categórico creador del barrilete fueron su hijo y él mismo. Recuerda que un día llegó a su casa y su pequeño hijo le pidió un barrilete. Allí empezó el sueño, el armado de la misión espacial, la búsqueda de altura.

El cuadro que pintó Antonio Berni, en los inicios de la revolución artística del Instituto Di Tella / Web

Juntaron varillas finas, mucho hilo, papel, pegamento y lo crearon. Lo remontaron y allí, padre e hijo, se encontraron con la experiencia del vuelo de palomas y patos que volaban en fila, mientras el barrilete ondeaba por el cielo.

En la segunda remontada –sigue el cuento- el hijo soltó el hilo y el barrilete comenzó a caer y caer para terminar como muerto en una terraza, pero allí otro niño de Campana lo encontró y lo llevó al club de la ciudad para hacerlo remontar y revivir nuevamente.

Croce fue como una plataforma generosa en sueños y lo que hizo con varias generaciones de niños y jóvenes fue que aprendieron la importancia de descubrir que, más allá de la llamada realidad, hay un reino fantástico, de fábulas que carecen de límites. Su nombre es recordado en su aldea de Campana. Esto quiere decir que fue un pintor de universos.

JUANITO LAGUNA Y UN TANGO

En nuestro país hay otros barriletes populares, como el del cuadro que pintó Antonio Berni, en los inicios de la revolución artística del Instituto Di Tella. Allí el artista promovió a dos personajes, Juanito Laguna y Ramona Montiel, el primero habitante de una villa miseria y la segunda una prostituta.

Para plasmarlos, Berni sumó desechos industriales –chapas, maderas, cartones, a los que agregó puntillas de plástico o papel madera. De esa materia prima surgió el inolvidable collage “Juanito remontando su barrilete”, una suerte de proclama de una Argentina empobrecida y, a la vez, esperanzada.

Los nuevos conquistadores no utilizan carabelas, ni carretas ni trenes: viajan en cohetes

 

Y si algo más popular le faltaba al barrilete en nuestro país, la cantante y poeta Eladia Blázquez compuso “Sueño de barrilete”, un tango en el que transmitió la ansiedad humana de sueño y alturas: “Desde chico ya tenía en el mirar/ esa loca fantasía de soñar/ fue mi sueño de purrete/ ser igual que un barrilete/ que elevándose entre nubes/ con un viento de esperanza, sube y sube”.

Volar en avión, del imposible a lo cotidiano / Freepik

Como astronautas inveterados, los escritores y artistas miraron a los cielos que nos rodean y no dejaron de explorar. Ocurrió con los de acá y con los de todas las latitudes. A principios del siglo pasado la autora sueca Selma Lagerlöf se volvió universal al escribir “El maravilloso viaje de Nils Holgersson”, una obra de ficción en la que el personaje-niño es llevado en un viaje mágico, asido al cuello de un ganso doméstico que decide unirse a una bandada de gansos salvajes. Desde allí sobrevoló toda Suecia y describió un verdadero manual de geografía que se convirtió en libro de lectura en las escuelas de ese país.

Volar es la ambición y en literatura, también, vale la levitación. La última revolución humana podría ser contra el imperio de la ley de gravedad. Numerosos escritores dejan entrever esa panacea. Se contó ya en esta columna: Mario Vargas Llosa escribió una crónica titulada “¡Abajo la ley de gravedad!”. Allí narra que en el nordeste de Brasil, a mediados del siglo XIX, tuvo lugar una sublevación campesina liderada por el apóstol Ibiapina. Los rebeldes decidieron asaltar comercios para destrozar los pesos y medidas: el asunto era terminar en el mundo con los kilos, los metros y todo aquello que sirviera para medir unidades.

“Estamos contra todas las leyes, empezando por la ley de gravedad”

Augusto Lunel,
poeta peruano

Esa pintoresca revuelta, añadió Vargas Llosa, traducía el espíritu creativo y rebelde de una América indisciplinada, algo que se vio acentuado cuando se produjeron los movimientos independentistas. En ese sentido Vargas Llosa pondera entusiasmado una expresión del poeta peruano Augusto Lunel, cuando lanzó un manifiesto cuya primera frase decía: “Estamos contra todas las leyes, empezando por la ley de gravedad”.

Teresa de Ávila estaba por algo más y levitó. La obra de San Juan de la Cruz es de alto vuelo. El poeta romano Horacio, que se sintió con dos alas potentes. El griego Aristófanes no ocultaba su voluntad de vuelo. Personajes aéreos como Mary Poppins y Peter Pan y esta cita de Mario Debenedetti (1920-2009): “No te rindas, aun estas a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo/, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo./ No te rindas que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños/, destrabar el tiempo, correr los escombros y destapar el cielo”.

 

 

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