Milagro argentino: la historia que convirtió en beato de Juan Pablo I
Edición Impresa | 5 de Septiembre de 2022 | 03:35

En 2011, cuando tenía 10 años, Candela Giarda, la hija de una empleada del Casino de Paraná, desarrolló una encefalopatía que nadie lograba explicar. Lo que comenzó con un dolor de cabeza se convirtió en apenas una semana en un cuadro grave que la dejó en coma con un respirador. Desesperada, su madre recurrió a diversos especialistas entrerrianos sin dar con la causa de la afección hasta que resolvió trasladarla a la Fundación Favaloro, donde la nena empeoró. Cuando se suponía que un desenlace fatal era inminente, la mujer bajó a la parroquia de la clínica a rezar. Allí se encontró con un sacerdote que la había estado conteniendo durante aquellos difíciles días, quien la acompañó hasta la habitación, le propuso poner las manos sobre la nena y rezar juntos encomendándole a Juan Pablo I su salud. Unas horas después, inexplicablemente Candela empezó a mejorar.
Tras una investigación canónica que terminó por reconocer la sanación de Candela como un milagro, el papa Francisco beatificó ayer a Juan Pablo I, un pontífice que estuvo al frente del Vaticano durante apenas 34 días y cuya muerte, el 28 de septiembre de 1978, ha sido durante años objeto de especulaciones.
“Desde que llegamos a Favaloro, Cande empeoró en vez de mejorar. No tenía expectativas de vida. Hasta me llegaron a decir que volviera a Paraná para que muriera en mi casa”, cuenta Roxana Sosa, la mamá de Candela, en una entrevista con el diario Infobae donde reconoce que los médicos creían que, de sobrevivir, la niña iba a quedar ciega y en estado vegetativo.
En lugar de ello, la salud de Candela empezó a evolucionar. Menos de veinticuatro horas después de haber estado con neumonía, recuperó sus capacidades vitales y poco más tarde pudo dejar la terapia intensiva. Su madre cuenta que los médicos y enfermeras de la Fundación Favoloro no podían dar crédito a semejante recuperación. “Los milagros existen, y yo lo vi con Cande”, asegura la mujer quien reconoce que no sabía nada de Juan Pablo I hasta aquella noche en que desesperada recurrió a él esperando un milagro.
Tampoco el padre José Dabusti, aquel sacerdote que le propuso invocar su ayuda, logra explicar muy bien la decisión. Ante la pregunta de por qué encomendó a Candela al Papa Juan Pablo I, el cura dice que más que devoción fue el cariño que siempre sintió por él. “Cuando tenía 13 años me impactaron su imagen, su sonrisa, su humildad. Dije ‘vamos a rezarle a él’”, reconoce el religioso, quien años más tarde le escribió una carta al Papa Francisco relatándole la historia.
Candela, que tiene hoy 21 años y cursa una tecnicatura en seguridad e higiene animal en la universidad, no tiene recuerdos de aquellos días aunque no duda en atribuir a la intercesión del ex Papa su inexplicable curación.
Juan Pablo I, de nombre Albino Luciani, fue Papa entre el 26 de agosto de 1978 y su inesperada muerte el 28 de septiembre de ese mismo año. Su fallecimiento siempre estuvo rodeado de hipótesis diversas, hasta querecientemente documentos oficiales confirmaron su deceso a causa de un infarto.
Durante la homilía pronunciada durante su beatificaciòn, Francisco resaltó que el nuevo beato vivió “con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo”.
“Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio yo en el centro y buscar la propia gloria”, enfatizó Jorge Bergoglio.
“Por el contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde”, lo destacó en medio de la fuerte tormenta eléctrica que tiñó de gris el cielo romano desde primera hora de ayer.
La beatificación de Juan Pablo I propone en cierto modo poner fin a las polémicas en torno a su muerte, con versiones sobre un posible envenenamiento por su decisión transparentar a los organismos financieros del Vaticano, que incluso tuvieron repercusión en el mundo del cine en películas como El Padrino 3.
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