Se produciría por más de 150 millones de dólares en el cordón frutihortícola platense
Edición Impresa | 19 de Febrero de 2023 | 02:47

Lucio Vera
En las aproximadamente cinco mil hectáreas en las que se desarrolla la horticultura y la floricultura del Gran La Plata, la producción alcanzaría un valor de alrededor 150 millones de dólares y no en pesos, como se publicó erróneamente. El cálculo es una aproximación después de que dos periodistas del diario EL DIA entrevistaran a productores, proveedores necesarios para los cultivos, acopiadores y transportistas. A veces les fueron suministradas cifras contradictorias hasta lo absurdo: por ejemplo un propietario dijo que le pagaban $240.000 por año por hectárea, mientras que algunos inquilinos aseguraron que eso mismo les costaba hasta 2 millones de pesos por año.
Los platenses desconocen en general la importancia económica de esa actividad para toda la Región y las autoridades gubernamentales ni siquiera tienen mensurada la superficie destinada a esta actividad y mucho menos la cantidad de hectáreas dedicada a cada uno de los diferentes cultivos.
Rotación constante
En ese sentido cabe apuntar que existe una constante rotación para evitar la pérdida de la potencialidad de la tierra y hasta de los quinteros, ya que muchos alquilan mediante contratos de corto plazo. Por eso viven en casas que pueden considerarse precarias, aunque para desarrollar las tareas propias de la actividad necesitan realizar inversiones importantes como compra de camionetas, cuatriciclos, etc. Están agrupados para negociar mejor los precios de venta o hacer acuerdos para fijarlos, lograr alguna asistencia estatal en diferentes cooperativas y organizaciones -de las que se informa aparte- conducidas por dirigentes con vinculaciones políticas partidarias y poder de gestión en los ministerios de Desarrollo Social y Asuntos Agrarios.
Los quinteros son pequeños empresarios que necesitan peones para los que deben generar asistencias económicas (como planes), además de lo que se les paga.
Zonas cultivadas
Las alrededor de cinco mil hectáreas cultivadas están ubicadas en zonas de Arana, Olmos, Etcheverry, Abasto, Oliden, El Peligro, Colonia Urquiza, Villa Elisa, Arturo Seguí, Sicardi, Melchor Romero, La Banderita, Correa, Los Hornos, incluso algunas zonas de Berisso y lamentablemente adentrándose en el Parque Pereyra. En estas zonas se han diversificado los cultivos según se detalla aparte.
El auge de la actividad ha motivado que algunos pequeños propietarios ganaderos arrendaran fracciones de sus propiedades a los horticultores.
El tomate, la “estrella”
La estrella de los cultivos de esta zona es el tomate. Hasta existe una variedad llamada “tomate platense”. Son muchos los diferentes tipos como el cherry, el perita, redondo, cherrys negros o amarillos, etc.
En el Gran la Plata se producirían en 1.800 hectáreas alrededor de 245 mil toneladas de tomate, que significan aproximadamente 34 mil millones de pesos, aunque todas las cifras son meras estimaciones.
Según fuentes del Ministerio de Asuntos Agrarios de la Nación, en Argentina se logran un promedio de 67 mil kilos por hectárea. Pero en esa cifra incluyen cultivos para los que no se utilizan invernáculos y zonas que no tienen el rendimiento del cinturón platense.
Según un estudio publicado en el diario Los Andes de Mendoza, los productores de esa provincia y de San Juan llegan a producir hasta cien mil kilos por hectárea y se trata de tierras de menor rendimiento que en nuestra zona, de la que tampoco hay estadísticas.
Sin embargo después de entrevistar a muchos protagonistas de la actividad es posible calcular que en esta zona se logran alrededor de 160 toneladas por cada hectárea de las 1.800 en las que se cultiva el tomate. Por lo tanto el total de la producción rondaría las 288.000 toneladas -en todas las cifras, vale la pena resaltar, puede existir un más o un menos-.
A “culata de camión”
La mayoría o casi todos los productores venden lo cultivado en la entrada de las quintas, una modalidad que llaman a “culata de camión”. Los precios varían mes a mes y a veces semana a semana, dependiendo de condiciones climáticas y de las cuantías de las cosechas en otras zonas.
De acuerdo a las conversaciones informales, llegaron a obtener por cajón de 18 kilos entre 1.000 pesos y 3.000 pesos, según la época y la calidad.
Una de las agrupaciones de los quinteros, ASOMA, distribuyó un volante aludiendo a la problemática de sus representados sosteniendo que debían vender el kilo a 100 pesos, lo cual sería vender el cajón a 1.800 pesos, afirmando que en las verdulerías el precio al consumidor era de 200 pesos, denunciando que en la intermediación entre el quintero y el público el valor se incrementaba en un cien por ciento.
Como ocurre con todos los productos de la horticultura, los números que se suministran siempre son contradictorios, porque en general a ese valor hace mucho que no se consigue el kilo de tomate. Este diario ha publicado reiteradamente el precio de alimentos, entre los que se cuenta el tomate, según las observaciones de periodistas que recorren distintos barrios observando los valores, y no encontraron verdulerías que vendieran a 200 pesos el kilo.
Como ocurre con otras producciones, quienes no están envueltos en ellas pueden pensar que se ganan millones en cualquiera de estas actividades y que en este caso, los quinteros serían multimillonarios. La realidad es que es un trabajo sacrificado, en el que se invierte mucho más de lo que los habitantes de las ciudades pueden pensar, con los riesgos que generan las plagas, las granizadas que son más frecuentes en los últimos años y al ser un cultivo intensivo requiere mucha mano de obra. Basta con pensar que la cosecha, el acopio y el embalaje lo hacen manualmente personas especializadas que vienen de Corrientes en cuadrillas organizadas. Vienen todos los años y cuando terminan aquí su tarea tienen destino en otra plaza donde sus servicios son requeridos.
En una hectárea se pueden recoger 160 toneladas de tomate y según los expertos si se agrega tecnología se puede llegar a más de 200 toneladas, con sofisticados elementos en los invernáculos. Y en algunos casos se llega a cifras aún mayores. Siendo una de las principales complicaciones implementar el embalaje y traslado hasta las puertas de las quintas. Durante los meses de las cosechas y mayores ventas, que son septiembre, octubre y noviembre, en la ruta 36 desde la avenida 44 hasta 66 se pueden ver decenas de camiones esperando poder cargar. Los fleteros vienen desde todo el país.
Al mercado de La Plata se envía muy poca cantidad: mucha va a los mercados del Gran Buenos Aires, también a Bahía Blanca, Córdoba, Rosario, Viedma y otras.
Los riesgos a los que se expone el cordón
Esta importante actividad no ha merecido una atención mínima de los gobiernos y algunos productores creen que ha sido lo mejor que les ha podido pasar. Para el Gran La Plata, las ventas de los diferentes cultivos son un aporte gravitante por todas las actividades que estos movilizan y la mano de obra que emplean. Así pueden atestiguarlo los comerciantes desde Los Hornos hasta casi la ruta 2. El alto consumo de fertilizantes, pesticidas, materiales para construir y mantener los invernáculos (que cuentan con riego por goteo), y los vehículos que se requieren, generan un movimiento económico de trascendencia que se nota en el crecimiento de la zona oeste del Gran La Plata.
Sin embargo el cordón en el cual se desarrollan la floricultura y la horticultura está amenazado por la absolutamente desbocada expansión de la Ciudad. Crece horizontalmente encareciendo la vida de todos como sostienen los urbanistas, creando espacios con viviendas -muchas veces de barrios cerrados- entre los cultivos. Esas tierras resultan caras para el quintero y aparentemente baratas para quienes construyen su primera casa allí, que luego padecerán los problemas causados por el colapso de todos los accesos al centro de La Plata y la ausencia de servicios como cloacas o deficiencias en el suministro de la energía eléctrica.
Lentamente las urbanizaciones inexorablemente se pueden extender y surgirían las incompatibilidades. El Gran La Plata perdería económicamente lo que significa actualmente y la magnitud que podría llegar a tener la producción agraria especializada. Y la ventaja que surge de la cercanía de los cultivos con la posibilidad de consumir alimentos frescos, sin que en sus costos incidan fletes con recorridos de largas distancias. Por otra parte, si existiera un plan para facilitar la incorporación de tecnología a los productores se lograrían rendimientos que son una meta para países desarrollados en cuyas tierras no gozan de las ventajas climáticas como en esta región.
Algunos empresarios de la zona ya están exportando ciertos productores a pesar de las dificultades que la burocracia genera en Argentina.
El crecimiento del polo horticultor ofrece posibilidades de trabajo para obreros, técnicos, profesionales universitarios ya que cada vez se necesitan mayores aportes científicos y tecnológicos porque en el mundo la demanda de alimentos crece y seguirá creciendo según todos los pronósticos.
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE