Victoria y empujón a un final anunciado

El Lobo en 1994 ganaba con goles del Melli Gustavo y Fabián Fernández, y le daba un duro golpe a su rival que descendería fechas más tarde

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Por WALTER EPISCOPO

wepiscopo@eldia.com

El ‘94 fue un muy buen año para Gimnasia, que venía de años de crecimiento y consiguiendo objetivos. Le iba bien en los clásicos y festejaba más de lo que perdía. Pero, puntualmente en el ‘94, había arrancado consagrándose campeón de la “Copa Centenario”, luego viajando a Japón a jugar, y en el torneo no estaba mal.

Estudiantes todo lo contrario. Años de desaciertos con muchísimos jugadores que llegaban y luego se iban sin rendir. En esa temporada el descenso acechaba al Pincha y Gimnasia el 22 de mayo se aprovechó del mal momento de su eterno rival que hizo todo lo posible para perder la categoría, algo que finalmente sucedió 3 meses más tarde.

El Lobo derrotó al León 2-1 en el estadio de 60 y 118 para hundirlo en la última posición de la tabla de los Promedios por primera vez en el año. Los goles fueron de Gustavo Barros Schelotto y Fabián Fernández; mientras que para la visita descontó en el final de penal Rubén Capria.

Aquel equipo de Gimnasia empezaba a mostrar cosas interesantes, sobre todo a partir de la aparición de los mellizos Gustavo y Guillermo Barros Schelotto como abanderados.

Claudio Galvagni era uno de los jugadores experimentados de aquel plantel Tripero y terminó como capitán ante la salida del “Chaucha” Bienco. El “Mencho”, ex defensor albiazul de mil batallas, recuerda muy bien aquel partido.

- ¿Qué tuvo de especial aquel clásico?

- Muchas cosas. Sin saberlo, terminaría siendo el último que jugué en Gimnasia. Siempre los clásicos eran especiales, más para uno que era nacido en el club y pasó por las inferiores. Cuando sos del club y pasaste por inferiores tiene un gusto especial, hay un condimento especial. Lo querés ganar como sea.

- Ustedes venían bien y el rival estaba complicado con el descenso. ¿Eso pesaba?

- Y sí. Nosotros teníamos un equipazo veníamos de ganar la Copa Centenario y ese equipo fue una base para lo que luego fueron las muy buens campañas del ‘95 y ‘96. Estábamos en una situación expectante y a ellos si les ganábamos los íbamos a dejar en situación complicada con el descenso. Pero el clásico como se dice, es un partido aparte por eso el jugador lo quiere ganar como sea, porque cuando venís mal, si ganás te sirve para acomodarte, levantar, recuperarte, te motiva.

 

“Teníamos un equipazo... y si les ganábamos, los íbamos a dejar en una situación complicada con el descenso”

 

- Se conocían mucho también.

- Sí, y había mucho respeto, nos conocíamos con los chicos de Estudiantes que tenía buenos jugadores también. Yo creo que no se hacía personal, no había nada personal, era la camiseta, en los colores.

- En Gimnasia había gente con mucha personalidad también.

- Eramos hombres. Teníamos mucha personalidad, varios muchachos con 30 años ó más. Pero hablo de los 30 años de antes, que ya tenías un recorrido y bastante experiencia.

- Los clásicos tenían mucho clima aparte.

- Sí. Era hermoso el clásico. Era una fiesta, había una expectativa tremenda y era muy lindo vivirlo de adentro. Era único ver las tribunas llenas dos horas antes del partido. Se armaba el clima ya en el partido de Reserva. Todo eso, hoy ya no existe.

- Y ganarlo era tocar el cielo con las manos ¿no?

- Seguro. Era un muy lindo momento porque me acuerdo que en ese partido estaba mi familia en la cancha, mis hijos, los amigos. Son esos partidos que no te querés ir de la cancha para seguir festejando. Fue soñado...

- ¿Es el que más recordás?

- Sí, es el que más recuerdo por haberlo ganado, porque fue mi último clásico, por los festejos que hubo. Hasta tengo la foto del equipo en un cuadro. Pero sí, tomó una particularidad especial porque terminó siendo el último clásico de mi carrera en Gimnasia.

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