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Información General |La ex directora del hospital Sbarra y docente de la UNLP

Marita Marini: “El bienestar infanto juvenil debe ser una política de Estado”

Observadora de la realidad social y sanitaria durante casi cuatro décadas, evoca con sensibilidad su vida en el barrio de plaza Rocha, los avatares de la salud pública, y sostiene que “hay que pensar el proyecto de país a partir de una infancia saludable”

Marita Marini: “El bienestar infanto juvenil debe ser una política de Estado”

La profesional cree que la ciudad está “degradada”, y que hay que recuperar las plazas como espacios de juego

Francisco L. Lagomarsino
Francisco L. Lagomarsino

5 de Marzo de 2023 | 05:58
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“Mi lugar en el mundo es este barrio, y en particular la plazoleta de 8 y 61, con el jacarandá histórico que en nuestra infancia supo ser frondoso y bajo cuya sombra jugábamos todo el día. Mi casa natal está en 61 entre 8 y 9, y allí también se radicó la familia del chico con quien me casé. Mi tía Pocha, que fue como una segunda madre, vivió en 9 y 63; hice la Primaria en 12 y 60 e incluso el hospital Sbarra no está lejos de acá”. Desde el living del que piensa como su futuro hogar, también cercano a plaza Rocha -pero un par de cuadras hacia el este- María Alicia Marini repasa los principales hitos en su mapa de pertenencia, desde la fecha natal de noviembre de 1953; una geografía que significa mucho para ella, ya que fue su comunidad la que más de una vez dio un paso al frente para contenerla y sostenerla en tiempos de ausencias y privaciones, antes de que se convirtiera en una pediatras y docente universitaria reconocida de la Ciudad.

“Cursé la primaria en una escuela que ya no existe, la Nº4 ‘Alejandro Carbó’, que funcionaba donde hoy está La Legión; mamá enseñaba ahí”, apunta Marita, tal como todos la conocen. Esa madre, María Rosa Ramírez Gronda, fue también maestra en Berisso, en la edad de oro de los frigoríficos. “Tomaba el tranvía 25, que iba por la avenida 60, y les daba clases a los hijos de inmigrantes polacos, bielorrusos, croatas, eslovenos, rusos, ucranianos. Muchos no hablaban castellano todavía, así que era intérprete y hasta mediadora; lo valoraban tanto que si había algún piquete de trabajadores, bajaban a todos pero dejaban pasar el coche con ella como única pasajera”.

Los primeros Marini llegaron desde Magliano de’ Marsi, un pueblo de la región italiana de Abruzzo, a fines del siglo XIX. “Mis abuelos llegaron como constructores, para levantar la ciudad. Mi papá, Félix Antonio, ya nació acá, junto a su hermano Anselmo -del que tengo el privilegio de ser a la vez sobrina y ahijada-. La familia incursionó en varios negocios, sobre todo en el rubro de comidas. Vieron la necesidad de ofrecer servicios y abrieron una fonda, que era lugar de encuentro para los inmigrantes, y también un hotel, todo cerca de la estación de trenes”.

“La secundaria la hice en el Normal 3, y luego me anoté en Medicina; fueron años dolorosos y complicadísimos, porque en el ‘72 muere mi papá, y en el ‘74, mamá, mientras iniciaba la Universidad en un país que se iba desbarrancando. Mi hermano mayor Alberto, al que adoro, se erigió en gran sostén de mi vida hasta que terminé de cursar en 1977, y en 1978 me recibí.

“De la época en que vivían mis viejos recuerdo las salidas a pasear en su Ford 37; íbamos a Universitario, en Gonnet y a la sede náutica del Jockey, en Punta Lara. Las tardes de calor era común ir por diagonal 74 hasta toparse con el Río, y ahí en la rotonda con la Costanera bajar a la playa, armar la mesita portátil y hacer picnic o mate, con pan y alguna lata de paté de foie”.

“La otra cosa, también típica de meses de calor, era la salida a la puerta nocturna; sacaba la sillita el vecino de la esquina y seguía otro, y otro... Tipo ocho de la noche, hasta las diez, cada cual aparecía y se saludaba ‘señor Marini... señor Prossi...’. Donde está el bar Pura Vida había un estanciero, con un Chevrolet del treinta y pico. Al lado vivía un abogado, Herrera; estaba Poy, un pelirrojo amigo de la familia. Aprea salía a pasear su perrito. Sánchez, abogado militar que perdió la vista en una explosión, salía con su perro lazarillo. Las casas tenían parras y frutales, las cosechas, conservas y dulces se intercambiaban; cada jueves y domingo, la gente iba masivamente con sus bolsas de mandados a la feria de diagonal 73, entre 3 y 6, que era el supermercado de la época”.

Marini está casada con el cardiólogo Elías Sisú; tienen dos hijas, Guadalupe y Laura, también médicas. Y una nieta. La familia Sisú, llegada desde Mardin, localidad turca muy cercana a la frontera con Siria, también fue parte del paisaje humano de aquel barrio aledaño con plaza Rocha, en lo que la pediatra evoca como “la historia de las mil y una noches”.

“Yo tendría diez cuando se mudaron al lado de casa. Dos mujeres y cinco varones, más papá, mamá y la abuela. Eran cristianos, hablaban un idioma extraño, y ese exotismo casi me daba un poco de miedo, pero como vecinos entablaron muy buena relación con mis padres y el resto del barrio. Los hermanos más grandes consiguieron trabajo en la sedería La Época, y luego abrieron su propia sastrería, San José, en 6 y 56, más adelante trasladada a 7 y 57. Pero el más chico de ellos, Elías, que había sido mejor promedio en la Primaria y era un poco más grande que yo, optó por seguir Medicina. Estaba terminando cuando yo empezaba, y en esa coincidencia empezó a prestarme libros, surgieron las conversaciones sobre la profesión... nos pusimos de novios y nos casamos; todo a través de la facultad, hace 46 años”.

TIEMPOS DIFÍCILES

“No tuve militancia estudiantil, pero a mediados de los ‘70 los riesgos estaban por todos lados. Yo me tomaba el 202 por 60 para ir a cursar a Medicina -cuando tenía plata para el micro- y mi hermano me advertía que no me quedara con ningún panfleto de la facultad en mi poder, porque las requisas eran frecuentes. En 1 y 60 paraban los micros con un batallón y podían llevarse a cualquiera”.

“A la vez, en plena clase, podían aparecer unos enmascarados con capuchas y armas enormes, fusiles FAL y ametralladoras, y dar la orden de parar todo por equis motivo; me acuerdo de haberme tirado por la ventana hacia las vías de 120 para eludir la situación. Nuestra generación fue castigada y diezmada, tanto que nunca nos pudimos juntar para las reuniones de egresados”.

“Alberto, que trabajaba y formó su familia joven, me dijo ‘vos estudiá, nos vamos a arreglar, estamos en casa de los viejos, yo te voy a ayudar’. Además, siempre algún pariente, sutilmente, nos invitaba a comer o me regalaba ropa, como la querida tía Pocha, hermana de mi mamá. Por otro lado, la gente del barrio siempre fue muy atenta y solidaria, y mucho les debo a todos ellos. También al de compañeros como Fernando Curcio, con cuyos padres compartimos muchas tarde en su casa de 9 y 54”.

Vocación DOCENTE

“Me vinculé con la pediatría cuando, cursando en el Hospital de Niños la materia de infectología que es una de las finales de medicina, vi a una nena de tres años, gravísima, agonizando, y al preguntar me dijeron que padecía tos convulsa. ¡Yo no lo podía entender! Si para ese momento ya había vacuna, cómo no se logró prevenir... ahí la cabeza se me dio vuelta, y supe con claridad por primera vez qué iba a ser de mi vida. El doctor Emilio Cecchini, gran maestro de la cátedra, me vio alguna aptitud y me invitó a integrarme como ayudante alumna.

En Infectología llegué a ser jefa de Clínica en la facultad, y estuve involucrada cuando en 1984 se creó una nueva cátedra de Pediatría en el hospital Sbarra, donde ya trabajaba. El titular, Marcos Cusminsky, y yo, tuvimos que pensar y adaptar todo el ámbito al dictado de clases, sin que interfiriera en su función original. También jugó un papel clave Gustavo Sager, con quien creamos los Espacios de Lactancia en Medicina, que resultaron premiados por UNICEF. Me considero una hija de la UNLP y una enamorada de sus claustros, pasé gran parte de mi vida en ella, hasta ser profesora titular por concurso en la carrera y vicedecana de la facultad, cargo que dejé por considerar que se había cumplido un ciclo”.

LOS NIÑOS (y PEDIATRAS) PRIMERO

“Es muy importante empezar a revertir el déficit de pediatras que sufre el sistema de salud, un problema sobre el que venimos advirtiendo al menos desde mediados de la década pasada. Como primera medida, la facultad necesita un plan de estudios no tan extenso; entre la carrera y la especialización pueden pasar más de diez años, y por eso, entre otros factores, hay este faltante que todos los días empeora y va a seguir empeorando si no encontramos estímulos entre los aspirantes que vayan más allá de lo económico”.

Marini cree que es indispensable que la Universidad Nacional dé un paso al frente en materia de infancias. “Ojalá se pudiera crear una mesa de trabajo de promoción infanto juvenil, un programa de infancias saludables, en el que intervengan todas las unidades académicas. Comunicación, Arquitectura, Agronomía, Veterinaria, Nutrición, Derecho, Informática, Psicología... Todas tienen algo para aportar, aunque sea sencillo, desde a qué altura hay que poner un enchufe hasta las enfermedades de los animales domésticos, las huertas caseras, el uso y la influencia de los dispositivos electrónicos... Parafraseando al gran maestro Carlos Gianantonio, ‘la pediatría es una actividad humilde, se trata de gente que quiere hacer algo, hacerlo bien, y se siente feliz de hacerlo. Cuida a los niños, porque pequeños hechos tienen efectos enormes sobre el futuro del individuo’. Hoy estamos llegando tarde a muchas cosas”.

ESTAR CERCA

Marita ingresó como médica de planta en el hospital Noel Sbarra, ex Casa Cuna, en 1982. Y se jubiló como su máxima autoridad el último día de 2016. Fue jefa de Pediatría y directora asociada junto a Luis García Azzarini, y desde 2002 directora ejecutiva, primero junto a su colega, “amiga del alma y hermana de la vida”, Liliana Micsinsky, y luego por Ignacio Goñi.

Durante esas décadas, el centro de salud de 8 y 67 se fue transformando, sumando prestaciones, y emergió fortalecido de cada crisis por el tesón de su gente y el aprecio de la comunidad. “Me acuerdo de Carmen Karakachoff, que fue presidenta de la cooperadora, una mujer fuera de serie, de un estoicismo singular, y de un jubilado anónimo que caminaba varias cuadras todos los días para traernos dos sachets de leche, lo que le permitía su jubilación, y era emocionante” repasa Marini, quien fue testigo de la evolución de los principales desafíos: “Al principio, en los 80, predominaban la desnutrición, el embarazo adolescente y el abandono; después llegaron el SIDA y las adicciones; y después se sumaron la violencia en general, la violencia intrafamiliar y los femicidios”.

“Las tres principales causas de muerte en adolescentes son accidentes, suicidios y homicidios. Matan o mueren. Todo bien con estudiar la enfermedad que afecta a uno en cada millón, pero sólo en la Provincia hay más de 250 mil nacimientos por año. Tenemos un calendario de vacunación de excelencia, pero ha caído la cobertura”, señala la profesional: “y la gente nos pide que estemos cerca. Hay que salir al terreno, casa por casa, escuchar, tocar, mirar a los ojos. La gente pide eso, cercanía, accesibilidad, aggiornamiento. Es imperioso llegar a un consenso que determine qué juventud queremos formar para los próximos 50 años”.

EL TÍO ANSELMO

“Yo nací un 30 de noviembre. Y el día en que cumplí diez años, mi tío y padrino Anselmo acababa de asumir, hacia un mes y pico, como gobernador de la Provincia, por el radicalismo del Pueblo que llevó a la presidencia a Illia. Sin embargo, no sólo vino sino que se quedó toda la noche como uno más, bien ‘tano’, sentado en el patio con la familia. Qué decir... me marcaron su ética, su compromiso, su dedicación, de la Casa de Gobierno se iba a la suya de 2 y 47 caminando, nunca pidió ni quiso tener custodia”.

“Anselmo fue querido por todos los sectores, muy respetado. Lo he frecuentado en su casa, cuando ya estaba viejito, y te encontrabas además de los radicales a cualquier figura encumbrada del peronismo, fuera Alak, o Duhalde y otros que le pedían opiniones y consejos. Traté de rescatar eso en mis gestiones; más allá de que todos saben mi formación y mi pensamiento, mis cargos directivos fueron con autoridades peronistas, y nunca fui cuestionada políticamente. Ojalá pueda replicarse en otros ámbitos, suma a futuro”.

“Las plazas se han convertido en lugares hostiles y hay que recuperarlas como espacios para el juego”

“La atención en Salud tiene que ser anticipatoria, y hoy estamos llegando tarde en muchas ocasiones. Para que un chico sea sano tiene que nacer de padres sanos”

 

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