La Ciudad lastimada por obras inconclusas en las veredas, grafitis y el vandalismo
Edición Impresa | 14 de Abril de 2023 | 03:35

Frentes de casas particulares o pertenecientes a edificios públicos, monumentos, cordones, postes y el resto del mobiliario urbano de la Ciudad, todo sirve para cubrir con grafitis, para estropear con pintadas. El vandalismo pareciera no encontrar freno. Todo indica que una concepción permisiva y desde luego errónea ha logrado que se instale la idea de que realizar pintadas o grafitis son actitudes que pueden ser toleradas, minimizadas y hasta elogiadas, cuando lo cierto es que muchos propietarios de esos bienes se ven obligados luego a erogar costosas sumas de dinero para limpiar los sitios dañados.
Lo real es que estas actitudes ocasionan perjuicios, cuando no se traducen, además, en la creación de peligros para toda la población, en la medida en que la Ciudad también se ve afeada y mal tratada por las empresas públicas que realizan reparaciones, rompen veredas aquí y allá, para dejar después pozos abiertos indefinidamente, con riesgos para quienes transiten por esos lugares.
En cuanto a las pintadas, es habitual que la Municipalidad, año tras año, informe sobre los costos que debió afrontar para limpiar y reparar equipamientos, esculturas, juegos y otros bienes afectados por los grafitis o por los ataques anónimos e irracionales de quienes ocasionan destrozos. Y allí concluye la reacción oficial.
En uno de los últimos informes se señaló que es toda la Ciudad la que se ha transformado en blanco de ataques vandálicos, que también alcanzan a las escuelas de la Región, en situaciones que marcan la presencia de muchas personas carentes por completo de todo sentido de pertenencia, en lo que se refiere a la suerte de los bienes comunes. Es claro que ese problema se hace extensivo a los bienes privados, como lo son los frentes de las viviendas, dañadas en forma permanente por pintadas y leyendas.
Desde la Comuna se indicó, asimismo, que esos no son los únicos actos que perjudican o afectan al patrimonio, aludiéndose, por ejemplo, a roturas de luminarias, de los tableros y dispositivos eléctricos, a robos de plantas y daños causados en los juegos de plazas, entre otras agresiones.
En cuanto a las empresas de servicio se sabe que actúan muchas veces sin procurarse los planos de la zona donde van a efectuar reparaciones. De modo que además de dejar inconclusas las obras sobre las veredas, suelen romper en forma accidental las redes que pertenecen a empresas que prestan otros servicios.
En cuando a los grafitis que estropean la imagen de tantas calles, la situación ha llegado a tales extremos que se ha propuesto que en los distintos niveles educativos, pero especialmente en el primario y secundario, se inculque a los estudiantes una acendrada conciencia acerca de lo que significa respetar el espacio público. En poco tiempo se advertirían los beneficios de esta medida.
Dañar el patrimonio público es un acto repudiable, al que le cabe una efectiva sanción. Lo llamativo es que casi nunca son individualizadas las personas que los producen, a pesar de que muchas veces estos daños son cometidos a la vista de todo el mundo y con una curiosa garantía de impunidad.
La ciudad de La Plata merece, por sus antecedentes históricos y urbanísticos, un celo especial de las autoridades reflejado no sólo en una mayor prevención, sino, en su caso, en el castigo a los agresores y a quienes no concluyen los trabajos en la vía pública con el celo debido. El vandalismo sin freno que persiste en nuestra ciudad constituye un fenómeno condenable, que merecería respuestas más efectivas por parte de las autoridades municipales. Mientras no se actúe, la imagen de la Ciudad seguirá viéndose cada vez más lastimada.
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