Realeza: el hechizo de las damas del principado de Mónaco
Edición Impresa | 16 de Abril de 2023 | 07:55

Virginia Blondeau
vivirbien@eldia.com
Glamur: encanto sensual que fascina. Así define el Diccionario de la Real Academia Española este término tan cercano a las mujeres de la realeza y del que hoy hablaremos. Dirán los lectores que se nos ha olvidado la “o” pero sepan que la palabra se ha castellanizado y se recomienda escribirla tal como se pronuncia. Para los nostálgicos que se resisten a perder la o podemos hacerle una trampa al idioma y seguir escribiendo glamour pero en bastardilla.
Aunque la palabra “glamur” es considerada un galicismo, proviene del vocablo anglosajón “grammar” con que se designaba en el siglo XVIII a los hechiceros que alteraban la percepción de la realidad. Y aunque en siglos posteriores la moda tomó ese término para referirse a una persona que derrocha belleza, elegancia y refinamiento también es cierto que con eso no basta. Para ser realmente una persona glamorosa, se debe también poseer un encanto indefinible que hechice y atrape como si fuera una pócima usada por aquellos magos de siglos anteriores.
Y si hablamos de glamour hablamos de Mónaco y de la inolvidable Grace Kelly que dio comienzo a una dinastía de mujeres que han forjado un lazo indestructible con el mundo del diseño y la alta costura.
En rigor de verdad hubo una mujer glamorosa antes de Grace: la princesa Carlota, madre de Rainiero. No era de cuna noble (su madre regenteaba un cabaret) pero llevaba con elegancia innata los lánguidos vestidos de la belle-époque y las suntuosas joyas que recibió por haber dado descendientes al trono. Esas joyas son las que debería haber heredado Grace pero resulta que la relación suegra-nuera era pésima y estipuló que a su muerte fuera la princesa Carolina quien las recibiera. Más allá del desplante, las joyas no pudieron tener mejor destinataria.
Si Carlota aportó a la saga Grimaldi sus rasgos mediterráneos, Grace la complementó con sus genes irlandeses más delicados y con ese toque gélido que denota fuego por dentro. Grace aprendió a vestirse en Hollywood de la mano de Oleg Cassini con quien vivió una breve historia de amor. Cassini le dio a Grace sofisticación al crear para ella una línea de “elegancia atemporal a través del uso de materiales suntuosos cortados con líneas simples”. Falsa modestia porque los modelos de simples no tenían nada. Grace ya era un icono de la moda cuando se casó con Rainiero en 1955 pero sacó patente de influencer con su vestido de novia, un modelo que aún hoy es copiado. Pocos meses después ocultó su incipiente embarazo detrás de una voluminosa cartera de Hermès que a partir de ese momento se conoció como la “Kelly bag” y con, variantes, aún hoy es las más vendidas de la firma.
Tanto buen gusto y sofisticación mamado desde la cuna tuvieron que tener alguna incidencia en las dos hijas mujeres de Grace, Carolina y Estefanía. Y ninguna de las dos ha decepcionado.
Carolina, la mayor, es un sol. Y no solo porque brilla sino porque está en el centro de un sistema de mujeres que la rodean y que, como musas o como diseñadoras, son parte de la industria de la moda. Ella misma ha sido la inspiración de Karl Lagerfeld durante décadas. Era y sigue siendo “la chica Chanel” por antonomasia. Karl y la princesa-musa han atravesado los años juntos. Y aunque Marc Bohan, de Dior, fue quien la vestía de joven por influencia de su madre, a partir de los 90 le fue totalmente fiel a su amigo Karl. Carolina ha cumplido 66 años sin cirugías faciales ni tintura en el pelo. Además sonríe poco y parece cansada. Pero cada vez que aparece nos sigue hechizando esa forma tan suya de llevar los vestidos de alta costura.
A su hija mayor le ha puesto el nombre de su abuela. Carlota Casiraghi es fiel heredera de sus ancestros. Se han unido en ella los genes Grimaldi de varias generaciones y el resultado es una cara perfecta y un cuerpo que no necesita afeites para desfilar en los grandes escenarios de la moda. Fue embajadora de Yves Saint Laurent y Gucci y se coronó hace dos años cuando irrumpió, a caballo, en la pasarela de la presentación de la colección Primavera-Verano 2022 de Chanel, firma de la que es embajadora y musa, al igual que su madre.
Aunque Alejandra de Hannover, la hija menor de Carolina y el príncipe Ernesto de Hannover, es más parecida a su familia alemana y haya estudiado Ciencias Políticas, ha confesado que le gustaría dedicarse a la moda. Por lo pronto, la vimos asistir en primera fila a todos los desfiles de París y ponerse el último modelo de la última colección de los diseñadores más famosos.
Los hijos varones de Carolina no han querido desentonar y ambos se casaron con mujeres ligadas con la industria. Tatiana Santo Domingo, la esposa de Andrea, nos horrorizaba un poco cuando recién entró a la familia. Cabello largo y sin forma, vestidos ídem, nada de maquillaje y zapatos sin tacón. Pero no escapó al influjo y creó la firma Muzungu Sister que comercializa ropa étnica realizada por artesanos de diferentes partes del mundo. Muzungo significa “Vagabungo” en swajili así que ya pueden darse una idea del estilo. Aunque nadie daba dos centavos por el emprendimiento, la empresa ya lleva 12 años de éxito.
Beatriz Borromeo, la esposa de Pierre, es una reconocida periodista de investigación que, según confesó, ha preferido relegar su profesión para irse a vivir a Mónaco y criar a sus hijos. Como para no estar ociosa, se ha apuntado como embajadora de Dior. Ella se pagó los estudios trabajando como modelo. Ha confesado que no es lo que más le gusta pero nosotros aplaudimos su decisión de volver a ser imagen de la alta costura porque es una de las mujeres con más glamur de la realeza. Hoy por hoy, opaca sin vergüenza a su suegra y a sus cuñadas. Y siempre va por más.
En la órbita de Carolina ni las nueras de su marido dejan de brillar. Ernesto de Hannover tiene dos hijos varones que son muy cercanos a los Casiraghi-Grimaldi. Y ambos se han casado con mujeres que han sido modelos y que ahora son empresarias en el mundo de la moda. El mayor lo hizo con Ekaterina Malysheva quien estudió diseño en Londres y es la creadora de Ekat. Su especialidad son los trajes de baño y los catsuits híperajustados y de estampados psicodélicos. Christian, el menor de los hijos de Ernesto, se casó con la modelo y abogada peruana Sassa de Osma y viven en Madrid donde ella cursó un máster sobre Dirección de Empresas de Moda, fundó la firma de carteras Moi & Sass y es embajadora de la joyería Chaumet.
La princesa Estefanía, hija menor de Grace y Rainiero, siempre fue la rebelde de la familia. Nació en 1965, casi diez años después que Carolina. Su madre pudo vestirla como a una muñequita hasta que comenzó la adolescencia y no hubo manera de sacarle los jeans y las camisas tres talles más grandes. Que Grace haya fallecido cuando ella tenía 17 años no mejoró, lógicamente, su actitud sino que por el contrario la sumió en inconformismo permanente e inestabilidad emocional. Entre tantos vaivenes tuvo su etapa como empresaria de la moda: tras un brevísimo paso por una escuela de diseño parisina creó la marca Pool Position y presentó, en 1987, una línea de trajes de baño enterizos muy escotados de colores brillantes y diseños muy originales. Fueron furor pero cuando tocaba hacer del capricho una empresa, Estefanía fue tentada para grabar un disco y cambió el atelier por un estudio de música. Una pena porque seguramente tenía más talento para el diseño.
Si le quedó alguna deuda pendiente con el mundo de la moda la saldó el año pasado cuando asistió en París al desfile de Alter Designs, la marca creada por su hija Paulina, en el marco de la Semana de la Moda. La marca ya era conocida en Nueva York, donde Paulina estudió, y está buscando un lugar en el escenario europeo. Su sello son los trajes de pantalón y chaqueta, amplios, versátiles y posibles de llevar para chicos, chicas y lo que cuadre. No puede negar que hay una clara influencia de su madre que siempre cultivó ese estilo andrógino. Dice que también se ha inspirado en su abuela Grace aunque sus diseños están en las antípodas del estilo de la recordada princesa.
La que sí nos trae a Grace de vuelta es la hija menor de Estefanía, Camila. La pequeña de la familia tiene 24 años y aún está buscando su camino. Ha luchado toda su adolescencia contra unos quilitos de más que pasarían desapercibidos si no fuera que en las fotos siempre le ha tocado posar junto a las esbeltas figuras de las mujeres de su familia. Por su parecido físico no hay duda de que si se dedicara a ser embajadora de alguna firma, veríamos en ella la reencarnación de Grace. Por ahora y a falta de otro oficio, la prensa dice que es influencer. Habrá que esperar.
Nos queda nombrar al cisne mayor del principado. Cuando Alberto comenzó el noviazgo con Charlene Wittstock nadie podía creerlo. Él, que había estado rodeado toda su vida de las grandes modelos de pasarela como Tasha de Vasconcelos, Claudia Schiffer y Naomi, estaba con una nadadora que solo llevaba ropa deportiva. Hasta que se convirtió en cisne de la mano de Armani. Tendrá sus altos y bajo s pero ha impuesto un estilo minimalista y sofisticado. Pronto los ojos estarán puestos en la pequeña Gabriela, su hija, que a sus ocho años ya posa como una profesional y es la delicia de cada sesión de fotos. Tiene toda la pinta de ser mucho más rococó que su madre y mucho menos rígida.
No dudamos de que la nueva generación de damas de la realeza monegasca continuará el legado de Grace. Siempre arderá en Mónaco la llama del glamour.
La palabra “glamur” es considerada un galicismo, proviene del anglosajón “grammar”
Hay quienes tienen un encanto que hechiza y atrapa como si fuera una pócima mágica
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