Una multitud recibe al Papa en la Jornada Mundial de la Juventud

Francisco pondrá a prueba en Lisboa su vínculo con los jóvenes diez años después de aquel “Hagan lío” con el que arrancó su pontificado

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El papa Francisco participará desde hoy en Lisboa, Portugal, en los actos de su cuarta Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), que pondrá a prueba su resistencia a los 86 años y dos meses después de ser operado, además de la relación de la Iglesia con los jóvenes diez años después de aquel “¡Hagan lío!” con el que inició su pontificado.

Francisco emprende su 42 viaje internacional para participar en la JMJ, el acto católico más multitudinario y en el que ya se han inscripto más de 330.000 jóvenes de 200 naciones y cerca de 20.000 voluntarios, pero los organizadores esperan que se llegue al millón, cifra con la que se podrá considerar un éxito. El pontífice ya estuvo en Portugal en 2017, pero no visitó Lisboa y se limitó a presidir en Fátima las celebraciones por los 100 años de las apariciones de la Virgen. En esta ocasión ha insistido en ir al santuario mariano ante la preocupante situación internacional, donde el sábado elevará su petición para el final de la guerra en Ucrania.

Han pasado 10 años de aquel llamamiento de “¡Hagan lío!” a los peregrinos argentinos durante la JMJ de Brasil y que se convirtió en un lema para los jóvenes católicos; desde entonces, sobre todo en Europa, la juventud ha perdido interés en la Iglesia católica y Portugal es un ejemplo.

Portugal tiene una fuerte tradición católica, a la que se vuelca el 80,2 por ciento de la población, según los Censos de 2021 divulgados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), pero de acuerdo con la Encuesta Europea de Valores, los portugueses con una práctica religiosa frecuente pasaron del 26 por ciento en 2008 al 20 por ciento en 2020. Una caída impulsada por las generaciones más jóvenes y a la que también afectan los impresionantes números de abusos a menores, unos 4.800 casos, recientemente comunicados tras una investigación de los últimos 70 años y tras los cuales la Iglesia portuguesa intenta recuperar su credibilidad.

 

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