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La Ciudad |Trabajo de riesgo

Los comercios de La Plata son cuatro veces más inseguros que las casas

El dato surge de un relevamiento de una empresa de alarmas a nivel nacional. Cómo conviven con el delito empleados y dueños de los locales de la Ciudad. Cuánto invierten en prevenir distintas modalidades. Cambios de rutinas y miedos

Los comercios de La Plata son cuatro veces más inseguros que las casas

Franco. Hace poco más de una semana le robaron tres millones y medio de pesos en celulares, enfrente de la comisaría Tercera. “No tengo seguro, porque pagan poco y la cuota es muy alta. Hubiera recuperado 500 mil pesos, pero sí voy a tomar otros recaudos” / D. alday

Alejandra Castillo

Alejandra Castillo
acastillo@eldia.com

24 de Septiembre de 2023 | 06:11
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Entre mayo y julio pasado, los negocios de todo el país registraron casi 2.7 más incidentes por robos y emergencias que las viviendas particulares, de acuerdo al índice de seguridad trimestral que realiza una reconocida empresa de alarmas.

Los datos de este relevamiento, que surgen de un porcentaje que combina el número de saltos de alarmas reales e intrusiones por zona, arrojaron que cerca del 72% del total sucedieron en locales comerciales, mientras que las casas particulares comprendieron el 28% restante, lo que representa un 44% más de incidentes en negocios que en hogares.

Si de zona “calientes” hablamos, el informe posiciona al barrio porteño de San Telmo como el más peligroso de la Ciudad de Buenos Aires (CABA), tanto para casas como para negocios, mientras que, en el Conurbano, lideran el ranking San Miguel, San Justo, San Martín y Pilar. La Plata también tiene un lugar destacado en el relevamiento: durante el último trimestre registró que los comercios tienen cuatro veces más chances de sufrir un robo que los hogares. En la Costa Atlántica, Mar del Plata se ubicó como la ciudad más peligrosa, en particular para los comercios.

Dejando de lado la contundencia de la estadística, es interesante saber cómo impacta la inseguridad en la vida cotidiana de quienes trabajan en un negocio. Cuánto les demanda en su presupuesto contratar servicios o instalar dispositivos que refuercen las medidas de prevención de delitos; cómo alteran sus rutinas; qué expectativas tienen de que esto, en algún tiempo, mejore, y conocer si alguna vez pensaron dedicarse a otra cosa para esquivar el miedo.

“NO ME ILUSIONO”

Agustina (32) es empleada en un local de ropa de una marca muy conocida, que está enclavado en la esquina de 4 y 50, en una zona considerada “top”.

“Si, top y la más vandalizada”, agrega, antes de declararse “harta, tremendamente harta, porque no se puede trabajar”. Es que días atrás sufrieron un violento incidente, por el que otra empleada terminó renunciando, ya que desde entonces comenzó a sufrir ataques de pánico.

“Le abrimos la puerta a un cliente y se metió un trapito, al que venían persiguiendo otros, los más chiquitos, que son los que rompen todo en esta cuadra. Rompieron los vidrios, asustaron a la gente que estaba adentro, a nosotras nos insultaron de arriba abajo y nos dijeron que iban a volver”, relata. Agustina y otra compañera que también estaba en el negocio aquel día recuerdan que mientras pasaba todo eso “había un policía acá en la esquina, que, evidentemente, no estaba viendo nada. Tuvimos que salir para avisarle de la situación, porque estaba pasando todo en sus narices y nunca se dio cuenta”, ironizan, sin pasar por alto que debieron llamar dos veces al 911 para que, recién entonces, “aparecieron 500 patrulleros y 500 motos, todos juntos, pero después del incidente”.

Además de los vidrios que tuvieron que reponer por el incidente y otros que decidieron instalar para evitar que cuidacoches y menores “se sienten en la vidriera a comer y molestar a todos los que pasan”, los responsables del local tienen un presupuesto fijo en alarmas y cámaras de seguridad. “No sé los costos”, aclara Agustina, “pero no baja de cuatro ceros”.

Aunque los robos con armas son los más peligrosos, sobre todo por las consecuencias y secuelas, otra modalidad tiene a maltraer a los comerciantes de la Ciudad: las llamadas “mecheras”, que, en general, llegan desde el Conurbano. “Todo el tiempo tenés que estar mirando”, reconoce la joven, y aunque admite que la recurrencia de hechos te afina el olfato, “eso no debería pasar, deberíamos poder trabajar seguras y tranquilas”.

El relevamiento de la empresa de alarmas que se conoció en los últimos días también analiza los momentos de mayor riesgo en todo el país. El viernes se destacó como el más inseguro para los negocios y, en el caso de las residencias, resultó ser el domingo, dato que se repetía en el informe lanzado por la misma compañía durante la primera etapa del año, y que comprendía el periodo de enero hasta abril. El día que menores incidentes registró a nivel nacional, fue el jueves.

En cuanto a los horarios del delito, la frecuencia de incidencias en las viviendas particulares se ve marcadamente por la noche y la madrugada, sobre todo entre las 00:00 y las 04:00 horas, mientras que en los comercios el indicador es más variado. Sin embargo, la tendencia más fuerte se ubica entre las 12:00 y las 14:00 horas.

“Para nosotras la peor hora es la de la tarde, a partir de las 15 y hasta que cerramos, todos los días, porque abrimos también los fines de semana”, detalla. Esto obliga al dueño del comercio a presentarse al cierre para que sus empleadas no salgan solas del local y, a ellas, a organizar un dispositivo con sus familiares, amigos u otros empleados de la zona, para volver a sus casas acompañadas o, por lo menos, no esperar solas el micro.

Pese a todo, Agustina no piensa en cambiar de trabajo: “Si pasa acá, pasa en cualquier trabajo. Yo trabajé siempre en comercio y en todos tuve problemas con la inseguridad. No tendríamos que cambiar de trabajo, tienen que cambiar otras cosas, pero no soy optimista con eso. No me ilusiono”, cierra.

“MÁS INSEGURA QUE EN MI CASA”

Macarena (28) no duda en responder “los lunes a la mañana” cuando se le pregunta cuáles, a su criterio, son los días y horarios más peligrosos en su trabajo. Es empleada en una casa de ropa de una galería en 48 entre 7 y 8. Y lo dice por experiencia.

En ciertos lunes a la mañana sufrieron distintos incidentes, aunque el más grave pasó hace un mes, cuando se presentó una mujer que simuló ser clienta, eligió mercadería para comprar y quiso saber si podía cambiar alguna prenda en la sucursal de City Bell: “Le comentamos que sí y dijo ‘bueno, entonces dame todo’, sacó un cuchillo y nos robó”.

“Vivimos bastante inseguros”, reconoce Macarena, quien trabaja en comercios desde los 16 años y dice sentirse “más insegura acá que en mi propia casa. Obviamente, estamos ocho horas con la puerta abierta”. Aclara que no es una cuestión de barrios, ni de rubros. Siendo empleada de una panadería fue asaltada a mano armada por un nene, lo que le causó un verdadero shock. Sin embargo, no se le ocurre cambiar de hoja de ruta.

“Pasa en todos lados y a mí me encanta vender, si no, no lo haría después de tantos años. Pero sí; te da miedo. Y así está el país. Yo vivo en un primer piso, también se treparon y se metieron”.

El negocio para el que trabaja, igual que la mayoría de los del Centro, tiene alarma, mientras que los encargados y empleados comparten un grupo de WhatsApp para pedir ayuda o poner en alerta al resto ante alguna situación sospechosa o incidente: “Nos cuidamos entre nosotros, porque si esperamos a la policía…”.

“LE DIGO A MI HIJA QUE SE VAYA DEL PAÍS”

Alejandra (48) y Cintia (34) comparten muchas horas detrás del mostrador de una lencería que funciona en 8 y 48. En ese local, dicen, no han sufrido robos porque “estamos justo en el punto más céntrico del centro”, aunque recuerdan que los dueños tenían una sucursal “en la otra cuadra y ahí (los delitos) eran moneda corriente”.

Coinciden con Macarena en que la principal red de prevención la tejieron entre ellos y con dispositivos que los propietarios bancan de su bolsillo. “Ya no hay policías por acá, en ningún horario. Si vemos algo raro, una se queda adentro y la otra va afuera, también está la chica del puestito en la vereda, tanto ella como el marido miran para adentro y tenemos un grupo de WhatsApp”.

En su caso, han tenido problemas con una banda de menores que suelen atacar con modalidad piraña en distintos comercios del centro: “Tenés que sacarlos o sacarlos”, aseguran. Y, en cuanto al horario “más picante”, lo ubican “a la tardecita, sobre todo en invierno”.

Refieren que, por eso, ellas y el resto de los comerciantes de la zona adelantaron una hora el horario de cierre: “Toda la vida fue a las ocho u ocho y media de la noche y ahora es entre 7 y 7.30”.

Pese a todo, a Cintia no se le pasa por la cabeza cambiar de trabajo: “Me han robado en la calle también; es en cualquier lado”. Tanto ella como su compañera no tienen esperanza de que la cosa mejore en el corto plazo. “Yo le digo a mi hija que se vaya del país”, lanza Alejandra, sin poder disimular que algo se quiebra cuando lo dice, en su voz y en sus ojos.

“NO PODEMOS QUEDARNOS SOLOS”

“Acá tenemos de todo”, dice Franco (24), mientras acomoda una pila de pantalones de hombre y la música suena al palo en el local de 12 entre 56 y 57, pero no habla de la mercadería, sino de las “alarmas, cámaras, de todo”. La modalidad más recurrente en aquel negocio del que es empleado, son los mecheros y los “pibitos que entran y manotean. Nadie puede quedarse solo, jamás, y tenés que estar a cinco ojos”, explica.

De cualquier modo, Franco está convencido de que en ningún barrio ni circunstancia se está del todo a salvo. “Yo vivo en Los Hornos y a mi casa la desvalijaron dos veces; tuvimos que poner ocho cámaras, un sistema de alarma por el que pagamos 30 mil pesos por mes y estamos enrejadísimos. La situación es heavy para todos”.

Al igual que en calle 8, consideran que el horario de cierre es el más peligroso. Y se quejan también de la falta de policías.

“Hace dos semanas tuvimos un episodio con dos borrachos que se les hicieron los malos a los vendedores ambulantes senegaleses, sin motivo, y la policía tardó media hora”, cuenta el joven.

“ME ROBARON ENFRENTE DE LA COMISARÍA”

Cuando Franco Houlmann (24) alquiló hace 6 años un local para instalar su negocio de venta de celulares, sin dudas merituó que estuviera situado justo enfrente de la comisaría Tercera de Los Hornos, en 137 entre 61 y 62.

“Solamente me habían robado mecheras, pero hace una semana me encerraron en el baño, estaba también mi vieja, fue heavy, y me sacaron 37 celulares”. Luego supo que otros negocios de la cuadra sufrieron ataques similares, como si la dependencia policial no existiera. “Me dijeron que tienen poco personal, pero no te pueden robar así con ellos enfrente”, lamenta el joven.

A partir de eso decidió instalar un sistema de alarma y atender con la puerta cerrada entre las 13.30 y las 16, que es el horario más complicado, asegura, porque “no anda nadie en la calle”. En ese negocio cierran a las 19, pero en otro que tiene en sociedad en el Centro, bajan la persiana a las 17.

Los comerciantes de Los Hornos comparten también un grupo de WhatsApp, aunque Franco cree que solamente sirve para advertir si merodea gente sospechosa.

“Yo trabajo acá desde hace seis años, compro pocas cosas para poder ahorrar y ahora de la nada me sacaron mucha guita”, resume; “es muy difícil seguir así, sobre todo porque se viene una devaluación y suba de alquileres”. Y aunque no piensa en pegar el volantazo, resolvió que tomará recaudos para no volver a sufrir un cimbronazo como el de la semana pasada: “Ya sé que los policías de enfrente no me van a cuidar”, sentencia.

Franco Houlmann. Tiene un local en 137 entre 61 y 62

Me robaron tres millones y medio de pesos en celulares, enfrente de la comisaría Tercera. No tengo seguro, porque pagan poco y la cuota es muy alta. Hubiera recuperado 500 mil pesos”

Macarena. Empleada en un local de ropa de calle 48

Trabajar en comercio me gusta, pero da miedo. De todos modos, así está el país y en cualquier lado es inseguro, si salís a bailar o si estás en tu casa”

“En el último robo perdí tres millones y medio. El seguro me hubiera cubierto 500 mil pesos”, dice Franco

“Mucha gente no quiere venir porque la zona está peligrosa. Compran por la web o te preguntan por redes”, dice Agustina

Cintia y Alejandra. Trabajan en una lencería de 8 y 48

En este local y en otros de la zona hubo que adelantar el horario de cierre, porque después de las 19 ya no anda nadie”

 

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Franco. Hace poco más de una semana le robaron tres millones y medio de pesos en celulares, enfrente de la comisaría Tercera. “No tengo seguro, porque pagan poco y la cuota es muy alta. Hubiera recuperado 500 mil pesos, pero sí voy a tomar otros recaudos” / D. alday

Cintia y Alejandra. Trabajan en una lencería de 8 y 48. Cuentan que en ese local y en otros de la zona tuvieron que adelantar el horario de cierre, porque “después de las 19 ya no anda nadie” / Demian Alday

Macarena es empleada en un negocio de ropa de una galería de calle 48. “Trabajar en comercio me gusta, pero da miedo. De todos modos, así está el país y en cualquier lado es inseguro, si salís a bailar o si estás en tu casa” / Demian Alday

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