El trabajo como vocación: ¿una bendición o una desgracia?
Edición Impresa | 6 de Octubre de 2024 | 03:53

“Escoge un trabajo que te guste y no trabajarás ni un solo día de tu vida”, señala una frase popular que se le atribuye Confucio y que enfatiza la importancia de que nuestros intereses vitales se alineen con aquello que vamos a tener que hacer para vivir. Pero ser apasionados de nuestro trabajo… ¿es realmente una bendición? La respuesta de un creciente número de estudios sobre el tema parece ser un rotundo “no”.
Aunque la idea de que un trabajo no tiene por qué ser una vocación no es nueva, la pandemia y los profundos cambios que ha provocado en el mundo laboral parecen estar llevando a que cada vez más personas se replanteen lo que implica sentir una vocación laboral.
“El sueldo y las condiciones de trabajo me mataron la vocación”, asegura Claudio, un ex movilero de radio de 49 años devenido en productor de seguros, quien reconoce que su reconversión laboral vino de la mano del Covid.
“Durante la etapa más dura de la pandemia, como los trabajadores de prensa éramos considerados ´indispensables´, nunca dejamos de trabajar en la calle, aun a riesgo de enfermarnos cuando todavía no había vacunas y de llevar la enfermedad a nuestro entorno familiar. Eso, sumado a que cada vez cobrábamos menos, hizo que finalmente pusiera las cosas en la balanza y comenzara a buscar otro tipo de trabajo para subsistir”.
“A veces la vocación -sostiene Claudio- puede convertirse en algo que te juega en contra. Cuando se dan cuenta de que te apasiona lo que hacés, muchos empleadores aprovechan para pagarte cada vez menos y exigirte cada vez más”.
EL PRECIO A PAGAR
Lo mismo que Claudio -quien finalmente retomó el periodismo, aunque ya no como medio de vida sino como un proyecto personal- los cambios ocurridos durante los últimos años en el mundo del trabajo han llevado a que cada vez más personas reconozcan que si bien es importante trabajar de lo que uno ama, no menos importante es evaluar el precio que se está pagando por esa pasión.
Eso es precisamente lo que señala un metanálisis publicado en la revista The Journal of Personality and Social Psychology días atrás. Luego de analizar siete estudios internacionales sobre el tema, sus autores concluyeron que la pasión de los trabajadores tiende a ser un factor utilizado por los empleadores para legitimar “prácticas de gestión injustas y degradantes”, como pedirles que trabajen horas extra o los fines de semana sin un pago adicional o bien encargarles tareas que no forman parte de su contrato laboral.
Por otra parte, el estudio mostró que los directivos percibían que los subordinados que parecían más apasionados por su trabajo “tenían más probabilidades de ofrecerse como voluntarios para realizar tareas extra (sin remuneración adicional) y de sentirse recompensados por el trabajo, lo cual a su vez predecía una mayor legitimación de la explotación” de ese trabajador.
La pasión de los trabajadores suele usarse para avalar prácticas injustas y degradantes
Esta conclusión -señalan los autores del estudio- no parece circunscribirse sólo los individuos, sino a profesiones enteras en las que se asume que las personas tienen “una vocación” que puede compensar malas condiciones y salarios bajos: por ejemplo, la enseñanza o el cuidado de la salud.
UNA MARCA DE ÉPOCA
“Aunque nos han dicho que uno sólo puede sentirse realizado a través del trabajo, la gente está empezando a ver que hay otros aspectos de la vida igual de importantes o más”, señala Jae Yun Kim, profesor adjunto de Ética empresarial en la Escuela de Negocios Asper de la Universidad de Manitoba, y uno de los responsables de la investigación.
“La gente empieza a considerar el trabajo como simplemente un trabajo y esa es una buena señal”, agrega el investigador señalando que se trata de un fenómeno propio de este tiempo.
De hecho, antes de la década de 1970, la pasión no era en general una prioridad para quienes buscaban trabajo. Lo importante por entonces era tener un sueldo decente, horarios aceptables y seguridad laboral; y si había satisfacción, ésta llegaba más tarde a medida que las personas adquirían con su trayectoria cierto reconocimiento personal.
Al parecer, según señalan trabajos sobre el tema, eso habría empezado a cambiar en la década de 1970, con la creciente inestabilidad laboral de los profesionales y un énfasis cultural cada vez mayor en la autoexpresión y la autosatisfacción.
Pero lo cierto es que aun hoy, preocuparse por si el trabajo nos va a satisfacer o no a nivel personal es una cuestión que afecta sólo a un sector privilegiado de la población. La realidad es que la mayoría de las personas no trabaja para sentirse realizada sino para garantizar su alimentación y la de su entorno familiar.
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