Perdió el partido y, hace mucho, la fe en sí mismo

La imagen tripera fue triste. Le faltó todo para estar a la altura de lo que necesitaba. Deambuló por el campo sin juego, convicción ni rebeldía

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Por MARTIN MENDINUETA

@firmamendinueta

Ninguna conclusión positiva dejó la última presentación de Gimnasia en el torneo. Hundido en un presente donde no hay lugar para el optimismo, su rendimiento tocó fondo y no perdió por un resultado más abultado sólo porque Platense falló varias situaciones claras de gol.

Extraviado, sin una pizca de convicción y fallando en todas sus líneas, al Lobo también le faltó rebeldía para luchar. Fue la peor expresión del ciclo comandado por un entrenador que ha perdido bastante apoyo y credibilidad. Gimnasia se fue de vacaciones escuchando críticas tan justas como severas.

Llegó a Vicente López sabiendo que debía esforzarse por conseguir un cierre competitivo digno; comenzó desatento, le anotaron un gol repleto de errores propios, jamás arrinconó a su rival, no supo generar ni una sola llegada clara para ilusionarse con el empate, y terminó infectado por la más cruel impotencia. Hizo todo mal. No sólo perdió el partido; hace mucho que tiene rota la confianza en sí mismo.

EMPEZÓ DANDO UNA MUESTRA MÁS DE LA POBREZA QUE LO GOLPEA

Incapaz de sobresalir en alguna faceta del juego, Gimnasia brindó en la etapa inicial un semblante que lejos estuvo de sorprender a sus cansados hinchas.

Sonó el pitazo inicial y el equipo de Marcelo Méndez, desconcentrado y sin la fiereza en la marca que le viene faltando en forma recurrente, en un puñado de segundos pasó a perder.

La postura general del equipo denota una falta de motivación abrumadora. Desnudo de cualquier atisbo de convicciòn, permite todo y así le va.

IRRELEVANTES, LOS CAMBIOS TRAJERON MÁS DE LO MISMO

Marcelo Méndez, quien todavía no deja claro para el análisis cuánto tiene de víctima y qué porcentaje le corresponde en el rol de victimario, volvió del entretimpo con dos cambios para que nada cambie.

Primero entraron Corbalán y Primante, luego Troyansky y Max; sin embargo la cadencia colectiva en ningún momento se modificó. Lo único bueno para los albiazules era que en algún momento los minutos iban a pasar y que, irremediablemente, el pitazo final iba a llegar.

La imagen final fue muy triste. Mientras Platense lamentaba no haber clasificado a la Copa Sudamericana, Gimnasia caminó hacia el vestuario visitante acompañado por la más profunda indiferencia. La versión final lo arrastró a un trabajo malo por donde se lo analice.

En una temporada que no contempló el temor a descender, Gimnasia hartó a sus hinchas. La mediocridad trepó a un nivel difícil de soportar y su gente sólo siente decepción.

Necesitará bastante más que buenos refuerzos para ponerse a la altura de lo que demandan sus fieles.

Gimnasia

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