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Demasiadas series: cinco razones por las que estamos ante el fin de la era dorada de la TV

La guerra de plataformas, la crisis del sector, el consumo desaforado y la necesidad de no arriesgar han llevado a la decadencia en la producción televisiva

Demasiadas series: cinco razones por las que estamos ante el fin de la era dorada de la TV

“Los Soprano” abrió la era dorada de la tevé

4 de Febrero de 2024 | 04:12
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Habitamos la era dorada de la televisión. Peak TV, como se denomina en Estados Unidos. Un fenómeno que iniciaron producciones que ampliaron el universo de lo posible en la pantalla, como “Los Soprano” o “The Wire”, habilitando temáticas fuertes y a puestas de escena cinematográficas en la que hasta entonces era la “hermana menor” del cine. Un fenómeno que luego expandió Netflix y la competencia entre plataformas de streaming, junto con el cambio de hábitos de una audiencia que se acostumbró a “atraconar” series desde el living.

Pero si cada movimiento tiene un auge, un momento de madurez y una natural decadencia, es probable que estemos habitando esta última etapa. Las señales son claras. Más allá de un puñado de series, las propuestas se repiten sin cautivar demasiado a la audiencia, que las consume casi por inercia y las olvida. Ya no hay charlas apasionadas sobre series en asados, en las redes. Y cada vez hay menos fenómenos como “Mad Men”, o “Breaking bad”, series que toman riesgos con gran éxito.

¿Por qué? A continuación, analizamos cinco claves del declive de la calidad de las series en la pantalla.

 

1.- GUERRA DE PLATAFORMAS Y EQUILIBRIO FISCAL

HBO y AMC se habían convertido en las señales del cable tradicional que parecían impulsar una revolución en la pantalla chica con propuestas osadas, temas tabúes, sangre, sexo y drogas, cuando Netflix entró en el terreno. Y, como precisaba convencer a la gente de que se sumaran al nuevo servicio, tenía que llamar la atención: por eso, en sus inicios, Netflix buscó diferenciarse de “lo televisivo”, con propuestas cinematográficas hasta en los actores, marcando el desembarco de las estrellas de la pantalla grande a la pantalla chica.

Sus primeros éxitos fueron “House of Cards”, con Kevin Spacey, y “Orange is the New Black”: el catálogo de la N roja se componía entonces de series “alquiladas” a otras productoras, a las que sumaban algunas pocas producciones originales.

Pero, claro, las otras productoras buscaron luego tener sus propias plataformas: Netflix tuvo que salir a producir en masa, perdiendo el control sobre la calidad. Reed Hastings, su fundador, había dicho que la única competencia para Netflix era el sueño: bueno, ahora enfrenta a numerosas plataformas, todas ofreciendo contenidos originales.

La guerra podría haber traído mayor cantidad, calidad y variedad, pero lo que vemos es el efecto contrario: demasiadas series mediocres para alimentar la máquina de la novedad constante, en un ecosistema donde no parece haber suscriptores para todos los servicios. Es una lucha por sobrevivir.

Y nunca un productor de contenido pudo subsistir solo de sus contenidos: desde los parques de diversiones de Disney hasta los pochoclos en las salas, el cine siempre estuvo aparejado de otros consumos; la tele siempre tuvo la publicidad. Pero el streaming depende solo de las suscripciones, que no alcanzan. Así, en crisis financiera por varios frentes, la N roja empezó a corregir el rumbo. Produce menos (130 ficciones menos que el año pasado). Busca evitar las cuentas compartidas para seguir sumando suscripciones. Eso implica jugar a lo seguro.

Y algo similar le ha pasado a HBO: el más prestigioso canal, parte de Warner, se ha fusionado con Discovery, que busca más producciones “para un público más amplio”. La marca de HBO es justamente lo diferente, pero en el afán de ganar la guerra del streaming y de competir en un mercado saturado, también han empezado a ir a lo seguro.

 

2. COVID Y PAROS

El resto de las plataformas busca cómo sobrevivir, con Disney apelando a sus franquicias cada vez más agotadas, y Apple dosificando los estrenos y bancando el proyecto con las ganancias de su línea de productos.

Pero todas están afectadas por una certeza: no hay clientes para todos. La decisión de producir contenidos más masivos para atraer más suscripciones es unánime, sobre todo después de dos crisis que golpearon al sector: el COVID, primero, frenó todo, y el año pasado, un paro de seis meses volvió a pegar fuerte en las cuentas de los estudios. Si no hay plata, no hay riesgo.

 

3. RATING VS REDES

Ahora, ¿cómo se define lo que es arriesgado o no? Desde ya, los algoritmos están aportando todo tipo de datos a las plataformas sobre los hábitos de consumo preferidos de la gente, pero, a grandes rasgos, los servicios están mirando más el rebote que tienen las producciones en las redes que el “rating”, es decir, que la cantidad de gente que mira la serie.

Porque a las plataformas no les sirve que mucha gente vea una serie: necesitan que mucha gente hable de la serie, para generar nuevos suscriptores. Entonces no queda otra que apostar por contenidos masivos, que generen impacto, lo que nos lleva al cuarto punto…

 

4. BURN OUT Y RUIDO BLANCO

Pero además, hay que decirlo, todo concluye al fin: con tantas series, tantas plataformas, lo que está ocurriendo es una simple saturación. Demasiadas series han generado un consumo zombie de la televisión, por inercia, una experiencia atracón, lejos de la gratificación del capítulo por semana y el consumo esporádico.

Estamos quemados de ver series. Las vemos porque están allí, pero ya no importan como antes. En ese contexto, las series se pierden en el ruido blanco: vemos una atrás de otra y apenas las recordamos.

Tampoco se tejen experiencias culturales como antes: con tanto contenido, las series no suscitan como antes discusiones centralizadas. El debate se dispersa en nichos de dos o tres personas que vieron lo mismo que vos, casi de casualidad. El fin de la tevé como una experiencia compartida que enriquecía nuesta vida.

 

“La Casa del Dragón”, una serie más basada en éxitos del pasado

5. EL REGRESO DE TODO

Producto de esta confluencia de cuestiones, las plataformas optan cada vez más por producir series a partir de franquicias que ya tengan una amplia base de espectadores. Ni siquiera importa si es buena o no: es contenido esperado por una gran audiencia de productos pop. Es contenido.

Es el clavo final en el ataúd de la era dorada de la tevé: ya no se produce casi nada original, todo es derivado.

 

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