Nuevas evidencias del bajo nivel que tiene la educación secundaria

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Dos noticias educativas publicadas ayer, independientes entre sí, dejaron en claro la aguda crisis que atraviesa el sistema educativo argentino y, a la vez, el motivo por el cual la Universidad platense debió movilizarse hace años y poner en funcionamiento mecanismos compensadores, que sirvieran para achicar la brecha existente y cada vez más amplia entre los niveles secundario y universitario.

Por un lado se conocieron datos ciertamente sombríos, emanados de la prueba internacional PISA, demostrativos que a los 15 años de edad, sólo dos de cada diez alumnos de las escuelas argentinas siguen en clase con el rendimiento básico. El resto dejó la escuela, repitió o no tiene el manejo mínimo de lengua y matemática.

Estos indicadores colocaron ahora a la Argentina por detrás de los resultados educativos de cinco países de la región. El mejor índice de resultados escolares se encuentra en Chile, donde 38 de cada 100 chicos de 15 años realiza su escolaridad en tiempo y forma, seguido por Uruguay, con 36 de cada 100. Más atrás quedan Perú (28 de cada 100), Brasil (23 de cada 100) y México (23 de cada 100). Argentina (22 de cada 100) sólo supera a Colombia (19 de cada 100) y Paraguay (11 de cada 100).

En cuanto a la otra noticia que puede relacionarse a este informe, tiene que ver con la convocatoria realizada por la facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata a directivos del colegio secundarios locales, para celebrar una reunión de articulación entre ambos niveles educativos, que se realizará el próximo 5 de junio. Hace años y mediante el dictado de cursos compensatorios que esta facultad se ocupa de achicar esta brecha.

Si no se apunta a lograr una escuela secundaria de excelencia, cualquier política educativa estará fallando en su base misma. Para eso, los estándares de exigencia deben ser evidentemente revisados y, al mismo tiempo, se debe poner el acento en la capacitación docente. Cuanto menos, ha sido saludable que se admita la existencia y gravedad del problema.

Se ha señalado en esta columna, en reiteradas oportunidades, que las graves deficiencias del sistema educativo –imposibles de imaginar hace varias décadas, cuando la Argentina figuraba entre los países de vanguardia en materia de instrucción pública- reclaman de los distintos organismos del Estado a cargo de la educación una reacción perentoria, que debiera traducirse en el impulso de numerosas y diversas acciones encaminadas a revertir un panorama tan negativo como preocupante. Ello en reemplazo de criterios permisivos y demagógicos que llevaron la educación argentina a un inaceptable grado de decadencia.

Si no se apunta a lograr una escuela secundaria de excelencia, cualquier política educativa estará fallando en su base misma. Para eso, los estándares de exigencia deben ser evidentemente revisados y, al mismo tiempo, se debe poner el acento en la capacitación docente. Cuanto menos, ha sido saludable que se admita la existencia y gravedad del problema.

Se ha llegado a una situación crítica, de la que no será fácil salir. El deterioro del sistema educativo –en especial en el nivel secundario- reconoce variables tan diversas como complejas. Y es necesario que se inicie un proceso de recuperación de la educación pública argentina, con la premisa básica de alcanzar niveles óptimos de calidad, como los que tuvo durante tantas décadas.

 

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