El gato “fantasma”

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En terrenos rocosos y fríos de Sudamérica, a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar, un gato se camufla entre la escasa vegetación. Más pequeños que la mayoría de los felinos domésticos y muy esquivos, difícilmente logran ser vistos por personas. Incluso para investigadores que se dedican, exclusivamente, a su estudio, puede ser una gran hazaña toparse cara a cara con la especie. Por eso, se lo apoda popularmente “el fantasma de los Andes”. Ha sido detectado en Perú, Argentina, Bolivia y Chile, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin embargo, los gatos andinos están adaptados a vivir en ambientes específicos que están naturalmente fragmentados. La pérdida de su hábitat es una de las principales causas por la que es uno de los felinos más amenazados del mundo. Por eso, iniciativas como la Alianza Gato Andino, una red multinacional de países donde habita la especie, buscan promover medidas para su conservación. Este animal era un símbolo de fertilidad y protección para antiguas comunidades andinas, mientras que ahora es poco conocido. A simple vista, se advierte que el gato andino, Leopardus jacobita, no es un gato común. Su cuerpo es robusto, pese a medir menos de un metro (entre 57 y 87 cm de longitud), con pelaje grisáceo y manchas de color marrón amarillento que dan la apariencia de rayas continuas. Su cola es muy larga: entre 41 y 48 cm. Para comparar, se puede tener en cuenta que las colas de los gatos domésticos pueden llegar hasta los 35 cm y no son tan gruesas.

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