Tabaré Cardozo: “No creo que el artista cambie el mundo”

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Tabaré Cardozo regresa al país y a La Plata: mañana inicia una gira por Argentina que lo traerá a la Ciudad el domingo, para presentarse en la sala de 43 entre 7 y 8 con su último disco, “39 de febrero”, bajo el brazo.

“Un disco muy rioplatense”, dice el murguista fundador de Agarrate Catalina con su hermano Yamandú y Carlos Tanco. Y en su nuevo álbum, de hecho, cuenta con invitados de ambas orillas del río, mitad y mitad, “haciendo feat, como se dice ahora”: están Baglietto, Hilda Lizarazu, La Sole, León Gieco, entre otros, en un disco de 21 temas (5 son versiones de repertorios de Catalina) que mezclan estilos musicales, fusionando el sonido característico uruguayo del compositor con el rock y los sonidos argentinos.

“Este disco es un testimonio de la conexión profunda entre Uruguay y Argentina a través de la música”, comenta Cardozo, en diálogo con EL DIA. Una conexión tan profunda que “está todo muy mezclado. La escena del rock tiene a los mismos padres fundadores de los dos lados. Cuando nos ven de afuera, desde el dron, de hecho, es medio difícil de distinguir qué pata está parada en qué orilla. Las ciudades que están cerca tienen el acento, el lunfardo, la música parecida: la gestación de los procesos culturales y musicales son culturales, el tango nos atravesó a las dos orillas, aunque se desarrolló más en Buenos Aires. El candombe se desarrolló más en Uruguay, en cambio, Uruguay tiene una influencia afro y un puente con Brasil que le da a nuestra música otro sonido. Pero hubo candombe en Argentina, tango en Uruguay”.

Rock nacional y música uruguaya comparten también una raíz contestataria, aunque Cardozo dice que no quiere opinar demasiado de la Argentina de Milei. “Con Agarrate, es cierto, nos metemos en el tema político para hacer sátira, y a veces las problemáticas se parecen mucho a las de Argentina, y hay cosas que son aplicables. Pero tratamos de no meternos con la política doméstica de cada país: es como si te invitan a la casa de alguien por primera vez, sería un atrevimiento abrirle la heladera, tirarte en el cuarto. No dejás de ser una visita”, explica. “Aunque en Argentina nos hacen sentir como si fuéramos parte de la escena, no dejamos de ser forasteros”.

Y sigue: “No me gusta, además, cuando es al revés, cuando vienen artistas de afuera y opinan de acá: uno puede tener afinidades ideológicas, pero siento que hay que tener cuidado, ser diplomático”.

Pero, además, dice, “cada vez siento más que la batalla que uno puede dar es interna, que la revolución que cada persona puede hacer es interna. Después, por un fenómeno de empatía, ocurre que si vos escuchaste una canción que te sirve, que lo toma, y ayuda a alguien, genial. Pero no creo en la cuestión mesiánica, en el artista cambiando el mundo. En todo caso, lo importante es intentar ser menos salame de lo que era cuando abrí los ojos, y no perjudicar mucho al mundo, con eso me alcanza: no tengo ninguna misión que cumplir ni soy ningún iluminado”.

“Al contrario, tengo la bendición de tener un trabajo hermoso, el mejor trabajo del mundo, por lo menos para los que amamos la música: estoy en un sitial de privilegio”, afirma Tabaré. “Entonces, tengo que tener cuidado con lo que digo, y en tiempos tan combustibles, uno tendría que ser menos incendiario, no andar tirando bombas de un aeroplano: las letras de las canciones deberían ser herramientas, no armas, porque estamos sobresaturados de manija, de gente que tira nafta en la hoguera”.

Cierra Cardozo: “Quizás el arte en algún momento tuvo que cumplir ese rol, llevar el estandarte de los que no tienen voz. Hoy por hoy, no sé si el arte tiene que cumplir ese rol. Yo no soy quién igual para decir qué rol tiene que tener el arte, pero en mi caso va más por la introspección, por cambiar mi mundo interno, que con eso creo que le estoy haciendo menos daño a la humanidad”.

 

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