Hacen falta acciones para frenar a la pedofilia, que avanza en nuestro país

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Una sucesión de casos estremecedores en el país está dejando a la vist el drama de la pedofilia, en sus diversas variantes, que acecha a los menores de edad ya sea en la vida cotidiana o en las redes sociales, con episodios aberrantes de secuestros, de grooming por internet, de compra de criaturas y de otras perversas modalidades.

Lo cierto es que se está en una situación que debiera incidir para que se acentúen en el país la concientización sobre este delito y las medidas de prevención, especialmente por el estado de indefensión en que se encuentran las víctimas.

Difusión en las redes de videos y fotos de chicos desnudos, presencia de organizaciones delictivas que tienen contactos internacionales, todo viene dejando en claro que se está frente a una red que utiliza las redes y la inteligencia artificial, en un panorama que excede con creces el peligro de estar sólo ante casos aislados de desvío moral por parte de algunos depravados.

Tal como se dijo en este diario, dos casos recientes y resonantes en la Argentina volvieron presuntamente a revelar el horror de un negocio que se nutre y circula por medios digitales. En ellos y en otros episodios ya sometidos a investigación y fehacientemente comprobados, se comprobó la participación de muchas personas encargadas de vender imágenes de niños en situaciones de abuso.

Para entender cabalmente sobre la gravedad de este fenómeno y la interrelación global alcanzada, cabe recordar que la actividad de muchos pedófilos de nuestro país fue alertada desde distintos organismos internacionales dedicados a combatir ese delito. Para esta aberración no existen fronteras geográficas y los chicos que no son secuestrados para convertirlos en esclavos sexuales, sufren el horror de que sus imágenes desnudas circulen por las redes sociales del mundo.

Hace ya algunos años se hablaba en esta columna de un sostenido crecimiento del abuso con imágenes infantiles y de la pedofilia en la Región. Los datos existentes en 2015 aludían a la investigación judicial de numerosos casos en el departamento judicial La Plata. Las referencias ofrecidas desde una UFI local, especializada en pornografía infantil y delitos conexos, destacaban entonces que, sólo entre enero y abril de ese año se habían presentado 719 denuncias por producción y distribución de pornografía infantil, un número que resultaba ser un 125 por ciento más alto que el del año anterior.

No hace mucho una persona fue detenida en nuestra ciudad acusada de publicar y distribuir imágenes de abuso sexual infantil en la dark web, a cambio de criptomonedas. Registrado en la AFIP como financista fue descubierto a partir de un trabajo conjunto entre Argentina y Estados Unidos, desde donde alertaron que “desde un sitio web se estaban promocionado páginas dedicadas a promover, facilitar, explotar y distribuir material de abuso sexual de niños, niñas y adolescentes”.

Hace poco una investigadora platense que trabaja en casos de delitos informáticos en la Región -y pidió mantener su identidad en reserva-, consideró que los depredadores sexuales sacan provecho del “desconocimiento de los padres y el acceso de los chicos a las redes, sin ningún tipo de control. Están en riesgo todo el tiempo”, advirtió. Por eso recomendó “estar muy pendientes” del uso que de ellas hacen los menores, “sobre todo en juegos que tienen chats individuales”.

Este grave problema debiera formar primero parte de un debate público que habría que profundizar y luego traducir en acciones concretas, que son las que siempre suelen faltar después de las jornadas y simposios académicos. Si el Estado trabajara codón a codo con organizaciones no gubernamentales y con distintos estamentos comunitarios –entre otros, los clubes vecinales y de fomento- se podría avanzar mucho más en la lucha contra una de las peores aberraciones que sufre la sociedad.

 

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