El pescado criado o el salvaje: el dilema sobre cuál es más saludable
Edición Impresa | 19 de Octubre de 2025 | 04:54

El debate sobre el consumo de pescado, especialmente de salmón y trucha, ha adquirido relevancia en los últimos años a raíz de la creciente preocupación por los beneficios nutricionales vinculados a los ácidos grasos omega-3. Especialistas en nutrición, medicina clínica y cardiología coinciden en que estos lípidos son fundamentales para la salud cardiovascular y cerebral, pero advierten que no todos los pescados aportan la misma cantidad de omega-3, y que esta diferencia depende en gran medida de su origen, ya sea salvaje o de crianza en granja. Los peces salvajes obtienen sus nutrientes de manera natural, alimentándose de plancton, pequeños crustáceos y otros organismos marinos ricos en EPA y DHA, los ácidos grasos omega-3 más relevantes para la salud humana. Esta dieta natural se traduce en una carne con un equilibrio adecuado entre omega-3 y omega-6, lo que potencia sus propiedades cardioprotectoras y antiinflamatorias.
En contraste, los peces criados en piscifactorías o granjas acuícolas suelen ser alimentados con piensos industrializados que contienen aceites vegetales, como el de soja o maíz, ricos en omega-6 pero con escasa presencia de omega-3. Esta diferencia en la dieta provoca que, aunque los ejemplares de granja puedan tener un mayor contenido total de grasa, la proporción de omega-3 a omega-6 sea significativamente menor que en sus pares salvajes. Para los especialistas, esta relación es clave, ya que un exceso de omega-6 en la dieta se ha vinculado con inflamación crónica y mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Por este motivo, aunque el pescado de criadero sigue aportando ácidos grasos esenciales, su perfil nutricional puede resultar menos beneficioso en comparación con el pescado salvaje.
Otro aspecto que preocupa a los expertos es la presencia de contaminantes. Los peces de granja pueden acumular sustancias como dioxinas y bifenilos policlorados (PCB) debido a la composición de los piensos y a las condiciones de crianza, lo que puede afectar la calidad nutricional del alimento y, en algunos casos, representar un riesgo para la salud. En cambio, aunque los peces salvajes pueden estar expuestos a contaminantes ambientales, generalmente presentan menores niveles de estos compuestos en su carne y mantienen un contenido más equilibrado de omega-3. Estas diferencias refuerzan la recomendación de priorizar, siempre que sea posible, el consumo de pescado salvaje o de ejemplares criados con dietas enriquecidas específicamente en omega-3.
No obstante, los especialistas aclaran que el pescado de granja sigue siendo una fuente accesible de proteínas y ácidos grasos esenciales, especialmente en regiones donde el pescado salvaje es costoso o difícil de conseguir. La elección entre uno u otro tipo de pescado depende de factores como la disponibilidad, el costo y las preferencias personales, pero quienes buscan maximizar su ingesta de omega-3 deberían considerar priorizar pescados salvajes o aquellos cuya alimentación en criadero se haya enriquecido con estos ácidos grasos. En cualquier caso, los profesionales coinciden en que incluir pescado de manera regular en la dieta, junto con otros hábitos saludables como la actividad física y una alimentación equilibrada, es un componente clave para la prevención de enfermedades cardiovasculares y el mantenimiento de la salud general.
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