El gran libro del Nobel de Literatura
Edición Impresa | 19 de Octubre de 2025 | 05:04

En un bar de Berlín, un filósofo derrotado le cuenta su historia a un barman húngaro. Es una noche cualquiera, y el relato —que se despliega como un monólogo sin respiro— arranca con una invitación absurda: una fundación española le ofrece dinero y pasajes para viajar a Extremadura, conocer la región y escribir algo sobre ella. No hay exigencias, ni objetivos claros, ni siquiera un tema. Aun así, el hombre acepta. Y ahí empieza el movimiento, ese viaje de Krasznahorkai hacia la nada, donde la futilidad y el desprecio son la materia prima del pensamiento.
En “El último lobo” (publicado por Sigilo), László Krasznahorkai —recién consagrado con el Premio Nobel de Literatura 2025— encierra su visión del mundo en una “nouvelle” de noventa páginas escrita en una única frase. El gesto no es un capricho formal: es una forma de respiración, un flujo que se enreda sobre sí mismo como si el lenguaje fuera un animal que se niega a morir. En ese espesor de subordinadas y pausas suspendidas, el filósofo narra su experiencia en España, acompañado por un chofer y una intérprete, mientras intenta encontrar un sentido en la historia del último lobo de Extremadura, el animal que —dicen— fue cazado y exterminado.
Pero la búsqueda no llega a ninguna certeza. No hay “último lobo”, ni siquiera un hecho comprobable. Lo que queda es el relato, o la imposibilidad del relato: un viaje por una tierra seca, una cacería fantasma, la sospecha de que el mito del último lobo es apenas un eco de la propia extinción humana. Krasznahorkai convierte esa anécdota mínima en un espejo del derrumbe: el del pensamiento occidental, el de la naturaleza, el del propio lenguaje.
sobre la obra
Hay en este libro una paradoja luminosa. En su brevedad, contiene todo el peso de las novelas monumentales del autor —”Tango satánico”, “Melancolía de la resistencia”— pero reducido al tamaño de una plegaria. Todo está ahí: la sensación de un fin del mundo en cámara lenta, el humor velado, la desesperación burocrática de lo absurdo. Y también esa cadencia inconfundible, un fraseo que nunca se detiene, que arrastra al lector como un río subterráneo.
El filósofo —doble del propio Krasznahorkai, quizá— no escribe sobre el paisaje que lo contrata, sino sobre su imposibilidad de hacerlo. Se pierde en los caminos, en la traducción defectuosa, en los silencios. Cada intento de entender el pasado, de recuperar el sentido perdido, se topa con una capa más de incomprensión. “Se reía, pero no era una risa distendida”, dice la primera línea del libro, y esa risa amarga contiene todo el espíritu de una literatura que no busca respuestas sino fracturas.
Lo cierto es que la obra es una fábula sobre la desaparición, pero también sobre la lucidez que sobreviene cuando ya no queda nada. El lobo es símbolo y testigo, último animal libre frente a un mundo domesticado por el mercado, por la cultura del espectáculo, por la trivialidad. El filósofo intenta capturar esa figura con palabras, y fracasa. Pero ese fracaso es, justamente, el centro del relato. Porque Krasznahorkai escribe desde la certeza de que no hay salida, solo un lenguaje que tropieza con su propio eco.
Susan Sontag lo llamó “el maestro húngaro contemporáneo del apocalipsis”, y no exageró. En su literatura todo se derrumba: la civilización, las ideas, el cuerpo, incluso la sintaxis. Pero en ese derrumbe hay belleza. Una belleza que se aferra al ritmo, a la respiración de la frase, a esa voz que se niega a callar mientras todo alrededor se extingue.
En tiempos donde la literatura se fragmenta en piezas breves y fácilmente digeribles, este libro propone lo contrario: una inmersión sin aire, una oración ininterrumpida que exige rendición. Leerlo es entrar en un trance, aceptar que el sentido ya no se encuentra en el final, sino en el movimiento de buscarlo.
El último lobo
lászló krasznahorkai
Editorial: Sigilo
Páginas: 96
Precio: $15.000
Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE