Quo Vadis Argentina
Edición Impresa | 22 de Octubre de 2025 | 02:07

Juan Luis Bour
info@fiel.org.ar
Finalmente llegó el día: la escena tan temida por la Administración Milei (psicólogos abstenerse) se hizo realidad en septiembre. No me refiero al resultado de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires, sino al hecho de que el tipo de cambio tocó el techo de la banda en la cotización oficial y lo perforó en las cotizaciones libres, a pesar de la movilización de una importante maquinaria de guerra.
Para quien lo vea de afuera resulta un nivel de stress incomprensible –en muchos lados hay corridas que al final terminan y las cosas se encauzan- pero no para las autoridades. Tocar el techo significa que el líder y el programa implementado no son infalibles. Eso duele.
Defender un objetivo único -bajar la inflación mes a mes a lo que cueste- tiene sus costos y beneficios, hay un trade-off que debe evaluarse. Ya lo hemos señalado junto con muchos otros analistas que advierten los riesgos del pensamiento y objetivos únicos –lo que tiempo atrás caracterizamos como preferencias lexicográficas en su acepción más benévola, porque también está el lado oscuro de no admitir la crítica y el pensamiento distinto-.
Sin embargo, el problema no es solo el de elegir un objetivo whatever it takes, cueste lo que cueste, sino que, además, en el camino de llegar al objetivo único, se prefiere la discrecionalidad a la regla. En un esquema discrecional, los avances y retrocesos no se ven contradictorios, sino que en cada caso hay una explicación que justifica el cambio de rumbo. Los riesgos de ese rumbo (es decir, del sendero que vamos a seguir, como diríamos en la náutica) son los de reconocer al final del camino que no hay rumbo. Que tras mucho navegar tratando de salir de la tormenta nos volvemos a encontrar en las mismas aguas turbulentas. Y si bien el diagnóstico podría parecer exagerado frente a las tormentas que hemos soportado en el pasado, la tripulación teme que volvamos a descender al Maelstrom.
Resulta claro a partir de los acontecimientos de septiembre que cuando la caja de herramientas de que disponemos es insuficiente -o casi todos piensan que es insuficiente- se requiere un poder de fuego inmenso en términos de un programa que coordine expectativas y acciones, y además mucha munición disponible para defender ese programa. Sin programa, la munición requerida es inmensa y finalmente gastarla llevará a una situación peor (porque deberemos pagarla, sin haber obtenido resultados).
Sin municiones, el programa –por bueno que resulte- podría no alinear las expectativas de la mayoría y el objetivo colapsa. Se requieren ambas cosas, y es evidente que hasta comienzos de octubre no hay disponible ni lo uno ni lo otro. O, al menos, hay dudas sobre la cantidad de municiones disponibles. En cuanto al programa, debería dejar de lado la discrecionalidad y volverse previsible, y eso parece que no está disponible. ¿O deberemos volver a creer que “después de…” las cosas serán distintas?
Con todo esto ¿adónde va la Argentina, volveremos al pasado o sortearemos el Rubicon? Es curioso que en el medio de las turbulencias, las autoridades y los políticos en general no perciban las oportunidades que se le abren a un país que ha perdido 80 años en moverse mucho para quedarse siempre en el mismo lugar. Con cambios que para otros países son evidentemente soportables –porque han hecho las reformas necesarias, y porque acordaron “políticas de Estado” en aspectos básicos- el país puede lograr importantes mejoras de productividad que permitan un acercamiento a la frontera productiva y con ello experimentar un salto en los ingresos reales.
Esos cambios no van a ocurrir en forma espontánea sino que requieren gran trabajo político, que poco tiene que ver con las escenas aisladas de políticos que se juntan de vez en cuando en nombre de los mayores intereses de la Patria: se requiere más trabajo técnico, menos puesta en escena.
Se abren los últimos dos años de la actual Administración, y con ellos la oportunidad de generar las transformaciones que eviten que una mera recesión se transforme, por errores y terquedad en política y economía, en una nueva crisis que –como rondas infantiles que abren una grieta en el tiempo- nos conduzca nuevamente al pasado.
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