“Día del vino argentino”: historia, identidad y futuro de nuestra bebida nacional
Edición Impresa | 20 de Noviembre de 2025 | 04:41
El 24 de noviembre de 2013 se sancionó la Ley 26.870 que declaró al vino argentino como “Bebida Nacional”. Desde entonces, cada aniversario invita a reflexionar sobre su historia, su evolución y su presencia en la identidad cultural del país. Argentina es hoy el único país vitivinícola que reconoce oficialmente a su vino como símbolo nacional, un gesto que resume territorios, trabajo, tradición y diversidad.
UN PAÍS QUE HABLA EN VINO
La vitivinicultura argentina ha cambiado radicalmente en los últimos veinte años. Lo que antes era una actividad concentrada casi exclusivamente en Mendoza y San Juan, hoy se extiende a 19 provincias, desde Jujuy a Chubut, con 223.585 hectáreas cultivadas que representan el 3 por ciento de la superficie mundial.
Malbec es la uva más emblemática, con más de 43 mil hectáreas plantadas. Aunque originaria del sudoeste francés, encontró en los suelos y el clima argentino el lugar donde desplegar su mejor versión. “El vino Malbec argentino es el mejor Malbec del mundo, pero no necesariamente el mejor vino argentino. El Cabernet Sauvignon es el que mejor representa nuestro carácter: versátil y resistente”, sostiene el sommelier Diego Di Giacomo, miembro de la Asociación Mundial de Periodistas y Escritores de Vinos y Licores.
La única uva nativa del país es la Torrontés, pero fue el Malbec el que abrió las puertas de Argentina al mundo. Sarmiento la trajo al país tras un viaje a Francia, donde era considerada una uva de descarte. Aquí se convirtió en bandera.
EL VINO EN NÚMEROS
Argentina está entre los cinco principales productores de vino del planeta y exporta a 127 países, con Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Brasil y Países Bajos como mercados principales. La industria genera más de 106.000 empleos directos y 280.000 indirectos, y reúne a más de 17.000 productores que abastecen a más de 900 bodegas.
MITOS, COSTUMBRES Y MANERAS DE BEBER
Ocho de cada diez argentinos consumen vino en distintas variantes: tintos, blancos, rosados, espumosos, dulces y secos. Lo beben solo, con hielo, con soda o incluso con agua. Aunque algunos lo consideren un sacrilegio, esta costumbre es histórica: los vinos que llegaban en barco a principios del siglo XX soportaban calores extremos y la dilución era una forma de equilibrar su alcohol y su temperatura.
Para Di Giacomo, lo importante es desmitificar: “El vino debe tomarse como más lo disfrute cada consumidor. No existen grandes reglas ni mandatos. El vino es subjetividad absoluta”.
CONSUMO Y DESAFIOS
Mientras en la década del 70 el consumo per cápita alcanzaba los 90 litros por año, hoy ronda los 22. Factores económicos, cambios culturales y el crecimiento de la cerveza incidieron en esa baja. Sin embargo, en los últimos tiempos el vino recuperó espacio en los hogares.
El Observatorio Vitivinícola Argentino identifica tres variables claves para entender su consumo: actividad económica, precio de la cerveza e inflación. Aun así, tanto los vinos de alta gama como los más accesibles siguen encontrando público. “El verdadero desafío hoy no es hacer grandes vinos caros, sino muy buenos vinos para la base de la pirámide. Eso es lo que sostiene al mercado”, afirma Di Giacomo.
NUEVOS ENVASES, NUEVOS CONSUMIDORES
Las etiquetas ya no son solo botellas. Latas, tetra brick y bag in box ampliaron las opciones, especialmente para públicos jóvenes. El bag in box, para el sommelier, es “la damajuana del siglo XXI”: permite conservar el vino hasta 45 días sin oxidación y favorece un consumo más flexible.
UN SÍMBOLO QUE TRASCIENDE LA COPA
El vino atraviesa la historia nacional: aparece en poemas, en cuadros, en tangos, en anécdotas épicas como la de San Martín poniendo a prueba los prejuicios hacia lo extranjero. Su presencia en la mesa es tradición y también presente.
En el Día del Vino Argentino, la celebración es doble: por lo que el vino representa como industria y por lo que significa en la vida cotidiana. Una bebida que no necesita solemnidad, sino curiosidad. Una historia que sigue escribiéndose con cada descorche.
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