¿Por qué hay hartazgo entre usuarios de apps de citas?

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La primera capa del cansancio generalizado tiene raíces estructurales. Las aplicaciones de citas ya no son únicamente espacios para conocer a alguien: son negocios que necesitan retener usuarios el mayor tiempo posible. Esa premisa se traduce en algoritmos que no necesariamente buscan eficacia, sino permanencia. Funciones antes accesibles —como ver quién dio “me gusta”, tener más visibilidad o ajustar preferencias— pasaron a ser parte de modelos de suscripción cada vez más agresivos. Quien no paga ve limitada su experiencia; quien paga, en muchos casos, tampoco obtiene mejoras significativas.

Los usuarios perciben que conseguir un match cuesta cada vez más, en parte por la lógica interna que premia a los perfiles “populares” y deja en segundo plano al resto. En este nuevo orden digital, no todos aparecen con la misma frecuencia, lo cual alimenta la sensación de invisibilidad y frustración, especialmente entre quienes tienen menos interacción inicial. Varios reportes —tanto en medios argentinos como en comunidades online— señalan que incluso los perfiles que acceden a funciones premium sufren disminuciones en su visibilidad, lo que despierta sospechas y desconfianza.

A esto se suma la saturación: muchas mujeres reciben una cantidad enorme de mensajes y likes, lo cual vuelve difícil la selección y amplifica la fatiga. Muchos hombres, en cambio, experimentan lo opuesto: matches escasos y falta de respuesta. Ambas experiencias, aunque opuestas, alimentan el mismo desgaste emocional. No es extraño, entonces, que un sector creciente esté desertando de estas plataformas y busque alternativas más orgánicas o híbridas, como eventos presenciales curados, encuentros temáticos o espacios sociales donde el lenguaje corporal vuelva a tener lugar.

Hay, también, un desencanto cultural más profundo: las apps prometieron facilitar el amor, pero lo que ofrecen hoy es una dinámica que se asemeja más a un panel de opciones que a un encuentro humano. La ilusión de abundancia —la idea de que siempre hay alguien más a un swipe de distancia— no sólo no mejora la conexión, sino que la erosiona.

 

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