Las fiestas nocturnas y el descontrol de la contaminación sonora
Edición Impresa | 25 de Noviembre de 2025 | 03:49
Boliches, casas particulares o clubes que organizan fiestas nocturnas y que propalan a todo volumen música, gritos y otras expresiones ruidosas -como bombas de estruendo- en horarios que se extienden hasta primeras horas de la mañana y que impiden conciliar el sueño a los vecinos.
Caravanas integradas por centenares de motociclistas cuya mayor diversión pareciera ser la de circular todos los fines de semana acelerando sus poderosos motores, en su paso por distintos barrios de la Ciudad, en un fenómeno que se habría instalado ya como una rutina de los fines de semana y días feriados.
Este diario detalló ayer sobre una fiesta de promoción secundaria realizada durante la madrugada del domingo que generó un fuerte malestar entre vecinos de Arturo Seguí, que denunciaron descontrol, ruidos molestos y consumo de alcohol por parte de menores en plena zona residencial. El encuentro tuvo lugar en un predio utilizado habitualmente como club de fútbol infantil, un espacio abierto y sin infraestructura para actividades nocturnas de gran convocatoria.
Según se pudo saber, al lugar llegaron los asistentes en micros escolares. Los estudiantes, pertenecen a dos instituciones educativas de la zona, lo que provocó un movimiento inusual en las calles internas del barrio.
A todo volumen, los jóvenes ingresaron “alcoholizados y gritando”. Una vecina expresó su indignación por las autoridades que autorizaron esa fiesta en una zona residencial.
Cabe señalar que desde el ámbito municipal, se informó que existió una autorización oficial para la realización del encuentro, aunque ese permiso habría incluido restricciones específicas, entre ellas la prohibición de expendio y consumo de bebidas alcohólicas.
Este dato sobre la fiesta en Seguí se ofreció tan solo como un caso más, de los muchos que se presentan sobre todo en épocas de fin de curso de los colegios en la Región.
Tal como se ha dicho tantas veces, resulta llamativa la inacción de las autoridades municipales, policiales y del área de Salud provincial. Nada impide que un automovilista equipe a su vehículo con poderosos parlantes y se desplace a marcha lenta propalando músicas a todo volumen, ante las propias narices de policías e inspectores que ni siquiera reparan en su paso.
Desde luego que la contaminación sonora en nuestra zona -que registra índices muy superiores al tope de decibeles fijados por las autoridades sanitarias- también deriva de una dinámica urbana no controlada, con infinidad de ruidos que debieran mitigarse. De modo que ella no se presenta sólo en el caso de las fiestas nocturnas.
Hace tiempo que los especialistas coinciden en que en la Región existe piedra libre para los ruidos molestos. Es de esperar que alguna a vez esa inacción se revierta ya que el problema de la contaminación sonora es crítico, incide en forma negativa sobre la población y constituye un ataque a la salud pública y a la mejor calidad de vida de la población.
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