Un enorme papelón y el riesgoso relato antivacunas

Fuerte advertencia de especialistas sobre estas teorías 

Una demostración pseudocientífica sobre “magnetización por vacunas” realizada en una sala del Congreso volvió a instalar narrativas falsas que ya provocaron daños en todo el mundo

Un video registrado durante una jornada organizada en el Congreso de la Nación volvió a poner en escena teorías antivacunas que la ciencia lleva décadas desmintiendo. En la grabación, que rápidamente se viralizó, una presentadora asegura frente a la audiencia: “Esto no es grasa en la piel, señoras y señores… Nosotros le llamamos magnetización”.

En el escenario aparece un hombre sin remera supuestamente demostrando que diversos objetos metálicos se pegan a su cuerpo, y atribuye ese presunto “magnetismo humano” a haberse vacunado contra el Covid cuatro o cinco años atrás. La explicación no solo carece de sustento científico: contradice toda la evidencia acumulada a nivel mundial sobre la composición y funcionamiento de las vacunas.

El evento, de seis horas, fue organizado por la diputada chaqueña Marilú Quiroz. La principal expositora fue Lorena Diblasi, licenciada en Biotecnología del Conicet, quien condujo la demostración con un tono que combinó suspenso, misterio y afirmaciones no verificadas, generando un ambiente más cercano al ilusionismo que a la divulgación científica.

La escena —en la sala de uno de los edificios institucionales más importantes del país— despertó una inmediata reacción social y política. Y reabrió un debate clave: ¿qué impacto tiene la difusión de mensajes antivacunas en un país con coberturas en caída y enfermedades prevenibles en aumento?

La preocupación científica

Frente a las críticas, Quiroz negó en entrevistas que el encuentro fuera antivacunas. Argumentó que buscaba “debatir libremente” sobre los efectos de las dosis y defender la pluralidad de voces. Pero especialistas advierten que “discutir” sobre hechos demostrados por décadas de evidencia científica no es un ejercicio de libertad, sino un modo de amplificar información falsa que puede derivar en decisiones riesgosas para la población.

Mientras tanto, en otra sala del Congreso y al mismo tiempo que el polémico evento, se realizaba una reunión convocada por las comisiones de Ciencia y Salud para analizar un problema urgente: las coberturas de vacunación vienen cayendo desde hace años y en 2024 alcanzaron los peores niveles jamás registrados.

En ese encuentro participó Daniela Hozbor, investigadora principal del Conicet, docente de la Universidad Nacional de La Plata, integrante de la Comisión Nacional de Inmunizaciones (CoNaIn) y referente en vacunología. Hozbor calificó el acto antivacunas como una “comunicación irresponsable” y alertó sobre el impacto directo que este tipo de mensajes tiene en la salud pública.

Coberturas en picada y enfermedades que regresan

Según datos oficiales, menos de la mitad de los niños de 5 años recibió los refuerzos obligatorios antes de ingresar a la primaria, un umbral inédito que deja a miles de chicos expuestos a enfermedades que estaban controladas.

Las consecuencias ya se observan:

- Sarampión, una enfermedad altamente contagiosa, volvió a registrarse en distintos puntos del país.

- Tos convulsa (coqueluche) presentó un aumento significativo de casos y ya provocó siete muertes en 2024, pese a que existe una vacuna segura y eficaz.

El deterioro de la cobertura no se explica por un único factor. Pero Hozbor subrayó que la circulación de información falsa tiene un peso decisivo, especialmente cuando proviene de ámbitos institucionales o se difunde sin contraste en medios y redes.

Cómo se expanden los mitos antivacunas

La investigadora explicó que el mito de la “magnetización” y la supuesta presencia de “55 metales” en las vacunas proviene de estudios mal diseñados, no revisados por pares, o publicados en revistas sin estándares científicos. “Los métodos usados eran tan sensibles que arrojarían resultados similares incluso analizando objetos comunes. No se pueden extraer conclusiones serias de esos trabajos”, señaló.

También recordó el caso emblemático del médico británico Andrew Wakefield, quien en 1998 publicó un estudio que vinculaba las vacunas con el autismo. El trabajo fue retractado, se comprobó fraude, conflictos de interés y manipulación de datos. Wakefield perdió su matrícula. Sin embargo, su publicación dio origen al movimiento antivacunas moderno y todavía hoy genera daños.

“Ese tipo de desinformación —explicó Hozbor— tiene un impacto enorme. Cuando la comunicación no se basa en evidencia, se generan miedos que llevan a decisiones equivocadas. Y esas decisiones tienen consecuencias reales: más enfermos, más brotes, más muertes”.

Vacunas: una herramienta que salva vidas

Ante la proliferación de relatos sin sustento, la evidencia científica es contundente. En los últimos 50 años, las vacunas contra 14 patógenos evitaron:
- 154 millones de muertes en el mundo.
- 6 vidas salvadas por minuto, todos los días, durante medio siglo.
- No existe ninguna otra intervención sanitaria con un impacto comparable.

Hozbor aclaró que ningún medicamento tiene riesgo cero, porque la población es diversa y puede reaccionar de manera distinta según patologías previas. Pero remarcó que las vacunas son seguras y que “el beneficio supera infinitamente cualquier riesgo”.

No provocan autismo, no generan infertilidad, no causan diabetes, no producen magnetismo ni alteraciones físicas. Sí generan inmunidad, previenen complicaciones graves y protegen a los grupos más vulnerables.

El riesgo institucional

El episodio del Congreso no es solo un papelón viral. Para los especialistas, el verdadero riesgo es institucional: cuando un espacio del Estado legitima narrativas falsas o pseudocientíficas, la confianza social en las vacunas se debilita y se pone en jaque una herramienta clave de la salud pública.

La caída de las coberturas vacunales demuestra que el daño ya está en marcha. La ciencia advierte que, si estos discursos continúan difundidos sin responsabilidad, el país enfrentará más brotes, más internaciones y más muertes evitables.

En contextos como el actual, un principio epidemiológico se vuelve más nítido que nunca: nadie se salva solo. Las vacunas sí.

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