Saramago: cuando ver no es suficiente para aprender
Edición Impresa | 9 de Noviembre de 2025 | 02:56
Un hombre se detiene ante un semáforo en rojo y, de repente, deja de ver. Es el primer caso de una “ceguera blanca” que se propaga con la velocidad de un virus y convierte al mundo en una inmensa oscuridad de luz. José Saramago elige ese punto mínimo —una escena cualquiera, un gesto cotidiano— para abrir “Ensayo sobre la ceguera”, una de las novelas más potentes y perturbadoras del siglo XX. Lo que sigue no es una historia de catástrofes, sino una radiografía feroz de la condición humana.
La ceguera se vuelve metáfora: no es solo física, sino moral, política, espiritual. Nadie tiene nombre en esta novela. Los personajes son “la mujer del médico”, “la chica de las gafas oscuras”, “el niño estrábico”. Saramago borra la identidad individual para revelar lo esencial: cómo reaccionamos cuando todo se desmorona. En ese anonimato universal se reflejan los miedos y miserias de cualquiera de nosotros.
El relato comienza con los primeros contagiados, aislados por el gobierno en un manicomio. Allí se construye un microcosmos brutal, un ensayo del fin del mundo. Sin autoridad ni reglas, los internos deben sobrevivir en un espacio saturado de hambre, abusos y desesperación. “Triunfan”, dice Saramago, los más amorales. La ceguera libera los instintos más bajos y desnuda el egoísmo como ley de la especie. Solo la mujer del médico —única que conserva la vista— se convierte en guía y testigo de esa degradación. Su mirada no es heroica, sino doliente: ver es también una condena.
En la novela de Saramago ningún personaje posee nombre: “La mujer de..”; “el niño de...”
La segunda parte del libro abre el paisaje del encierro hacia una ciudad devastada. Las calles se llenan de cuerpos, de basura, de silencio. Los ciegos vagan sin rumbo, buscando comida, buscando sentido. En medio de esa desolación, la mujer del médico sostiene la fe en los otros, aunque esa fe le pese como una cruz. “Si puedes mirar, ve. Si puedes ver, repara”, dice una de las frases más recordadas del autor, que enmarca toda su ética narrativa.
Saramago narra con una voz omnisciente que no concede pausas. Sus frases se estiran, se entrelazan, eliminan el punto y aparte para generar una sensación de asfixia, como si el lector compartiera la ceguera. La estructura misma del texto traduce el caos del mundo: sin nombres, sin límites, sin certezas. En ese estilo fluido y coral, el portugués compone un canto desesperado a la lucidez.
“Ensayo sobre la ceguera” es, como toda gran alegoría, una advertencia. Saramago nos obliga a mirar aquello que preferimos ignorar: el egoísmo, la violencia, la indiferencia. Pero también nos recuerda que, incluso en la oscuridad, es posible encontrar un resplandor de humanidad. Cuando la ceguera termina —cuando los personajes vuelven a ver— lo que queda es el aprendizaje: la necesidad de ver con los ojos del alma, no con los de la costumbre.
Editorial: Alfaguara
Páginas: 400
Precio: $43.700
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