El Santos de Pelé (Parte 2)

Edición Impresa

 

Por CAMILO CANEGATO

El partido empezó movido en un ida y vuelta intenso. Primereó Boca con un disparo desde afuera, gol de Sanfilipo y a un paso para la hazaña, el Santos se desbalanceó, estaba perdido en el campo como esos boxeadores que quedan descolocados ante el golpe y casi le meten el segundo gol. Sin embargo, pasaron los treinta minutos y el partido se emparejó, había pasado la tormenta para los brasileños. Hasta el entretiempo había un tercer partido. En el segundo tiempo apareció el Rey. Hizo unos amagues que eran magia en estado puro, habilitó a Coutinho y empate en uno; no obstante, Boca volvió a ese ritmo frenético y lo tenía en su arco. Ahí Pelé hizo una avivada, porque así es el fútbol, como la vida, habilidad y avivada juntos. A los ocho minutos se sacó el pantalón con la excusa de unas tiras que se le salían y estuvo como cinco minutos en el suelo. Ahí se enfrió Boca. Santos fue tocando, enfriando el partido y sobre los treinta y algo, los órdenes se invirtieron. Coutinho metió un pase filtrado a Pelé que fusiló al arquero. Dos a uno. Final. En esa época varios equipos dieron la vuelta en la Bombonera.

Cuando volvimos hice dos turnos en la destilería para recuperar las horas, tu abuela se enojó bastante, pero valió la pena verlo jugar. Esas imágenes se inmortalizan en la memoria y a la historia que se hace a nuestro par”.

Mi abuelo terminó la última oración, se volvió a acomodar el pantalón y se sirvió otro vaso de cerveza. Nos quedamos mirando el partido en silencio. Un cero a cero horrible con los arqueros de espectadores. Llegó la hora de irme, levanté todas las cosas y las lavé; mi abuelo preparó las cadenas para las cerraduras. Se acercó a las rejas, prendió uno de esos cigarros que fumó desde que tengo recuerdo y contempló como arrancaba el auto por la calle empedrada de mi infancia.

Esa noche era la última vez que tomábamos algo juntos, la verdad no lo sabía. La vida no tiene un cartel de aviso. Mi abuelo me había contado por primera vez esa historia cuando nació mi hija. Me había dicho que ver al Santos de Pelé era como ver a Maradona contra Inglaterra, a Messi jugando en el Barcelona, como estar en la cancha de Gimnasia, como compartir una cena en familia, era ver algo mágico. Entendí perfectamente el momento en que comentó esa historia; la analogía.

Mi abuelo era el Santos de Pelé.

 

Cómo enviar su carta al correo de lectores:
Quienes estén interesados en compartir sus vivencias, narrar anécdotas, publicar opiniones sobre la cultura o, simplemente, divulgar un texto literario y creativo de producción propia, pueden enviarlo a libros@eldia.com.

 

correo de lectores

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE