Cuando la voz falla pero el cuerpo escucha

“La clase de griego” es una obra mínima y profunda sobre la pérdida del lenguaje y la fragilidad del sentido

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En “La clase de griego” el lenguaje no es un refugio: es un territorio inestable, que a veces sostiene y otras veces abandona. En una Seúl contemporánea, una mujer asiste a clases de griego antiguo. El profesor le pide que lea en voz alta, pero ella no puede: ha perdido la capacidad de hablar. También ha perdido a su madre y la custodia de su hijo de ocho años. El silencio no es una elección estética ni un gesto intelectual, sino la manifestación física de una vida que se ha ido achicando hasta casi desaparecer.

El profesor de griego, que narra en primera persona buena parte de la novela, carga con otra forma de pérdida: una enfermedad hereditaria que lo está dejando ciego. Vivió media vida en Alemania, lejos de Corea, y regresa con un saber inútil —el griego clásico— y un miedo concreto: cuando llegue la ceguera total, perderá toda autonomía. Entre ambos se construye una relación hecha de miradas parciales y gestos mínimos.

Han Kang alterna dos voces: la del profesor, en primera persona, muchas veces en forma de cartas dirigidas a ausentes; y la de la mujer, narrada en tercera persona, como si incluso su propia historia le resultara inaccesible. No conocemos los nombres de los protagonistas: esa ausencia los convierte en figuras de una soledad urbana más amplia, reconocible, contemporánea.

La mujer fue docente universitaria, trabajó en editoriales y agencias de publicidad. Un día, en plena clase, perdió el habla, como ya le había ocurrido en la adolescencia. El lenguaje, que antes la habitaba con violencia —“penetraba en sus sueños como un punzón”—, ahora la ha abandonado. Su mutismo se vuelve símbolo de una sensación más profunda: la de no ocupar espacio, la de existir apenas. Delgada, encorvada, casi invisible, atraviesa la ciudad con la convicción de que el mundo puede prescindir de ella.

Como en “La vegetariana”, el cuerpo femenino aparece marcado por la violencia y la fragilidad: la infraalimentación, una cicatriz en la muñeca que insinúa un intento de suicidio, el recuerdo de un perro herido que responde con una mordida a su gesto de compasión. Pero aquí el tono es distinto. “La clase de griego” es una novela más melancólica que perturbadora, más poética que brutal. Hay silencios largos, frases breves, incluso poemas que interrumpen la prosa.

Inspirada en un bloqueo creativo que la propia Han Kang atravesó, la novela es también una carta de amor a la filosofía, la literatura y al acto mismo de nombrar. El griego antiguo, lengua muerta, funciona como paradoja: aprender una lengua que ya no se habla para intentar volver a decir algo esencial.

“La clase de griego” avanza en voz baja. Pero en ese tono contenido reside su fuerza: la certeza de que, aun cuando la palabra falla, el encuentro con otro puede devolverle al mundo una forma mínima, pero vital, de sentido.

La clase de griego

han kang

Editorial: Random House

Páginas: 176

Precio: $27.900

 

 

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