¿Hasta qué punto el pasado define quiénes somos?
Edición Impresa | 30 de Marzo de 2025 | 04:03

Hay libros que narran la historia de un país desde el golpe seco de los hechos. Hay otros, en cambio, que prefieren contar lo que sucede después: lo que se esconde en las grietas de las generaciones siguientes, en los recuerdos que no son propios pero pesan igual, en los miedos heredados y en las preguntas que nunca se hicieron en voz alta. “Una familia bajo la nieve” es una novela sobre esas heridas invisibles, sobre las historias que no se cuentan pero que, de alguna manera, siguen vivas.
La protagonista, Harmónica, tiene 26 años y es francesa. Creció lejos de Argentina, pero la Argentina nunca estuvo del todo lejos de ella. Su apellido, sus rasgos, las pesadillas de sus padres, las palabras en otro idioma que de vez en cuando se colaban en su casa: todo eso la conectaba con un país que no era suyo, pero que de algún modo la llamaba. Y un día, casi por casualidad, termina mudándose a Buenos Aires. Un viaje de ida que, sin saberlo, también será un viaje al pasado.
Porque “Una familia bajo la nieve” es, sobre todo, una historia de búsqueda. La búsqueda de Harmónica por entender de dónde viene, por llenar los vacíos que dejaron los silencios de sus padres, por reconstruir aquello que nunca le contaron. Y en ese proceso, la novela nos invita a preguntarnos hasta qué punto el pasado define quiénes somos. ¿Se puede escapar de la historia de una familia? ¿O la historia de una familia, tarde o temprano, nos encuentra?
LA CONSTRUCCIÓN DE LAS MIRADAS
No se puede hablar de “Una familia bajo la nieve” sin hablar de su estilo. Porque el estilo no es solo una cuestión estética, sino una forma de sostener la historia, de darle una identidad propia. Y en este caso, la identidad de la novela se construye desde una primera persona que interpela al lector, que lo involucra como si la protagonista estuviera hablándole directamente.
La narración es ágil, con un ritmo rápido que combina ironía, ternura y momentos de profundidad sin caer en la solemnidad. No es un relato trágico ni un ajuste de cuentas con la historia, sino una exploración íntima, cargada de sensibilidad pero sin golpes bajos. El tono liviano, casi conversacional, logra que las preguntas más complejas -sobre la memoria, la identidad y lo que no se nombra- lleguen con naturalidad, sin sentirse impuestas.
Los personajes están construidos con detalle y matices, especialmente la protagonista, que se mueve entre la curiosidad y la incomodidad, entre el deseo de saber y el miedo a lo que pueda encontrar. Es un personaje que se siente real porque no tiene certezas, porque sus emociones no son lineales, porque duda y se contradice como cualquier persona que intenta entenderse a sí misma a través de los demás.
Si bien la historia transcurre en el presente, la dictadura argentina está siempre ahí, como un fantasma que no se ve pero se siente. No es un libro sobre la dictadura en sí, sino sobre sus consecuencias en las generaciones siguientes. Sobre lo que las familias callaron para protegerse, sobre lo que no se contó por miedo, por dolor, por vergüenza. Y sobre cómo esos silencios pueden moldear una vida sin que uno siquiera lo note.
Porque la gran pregunta que atraviesa la novela es: ¿si no se nombra, no existe? ¿Hasta qué punto el silencio borra una historia? ¿Y qué pasa cuando alguien decide romperlo?
“Una familia bajo la nieve” es un libro que habla de todo eso sin necesidad de gritarlo. Con una escritura que envuelve y unos personajes que permanecen, nos invita a mirar más allá de lo evidente, a escuchar lo que no se dice y a preguntarnos qué historias llevan en su espalda aquellos que nos precedieron. Porque lo que no se nombra no desaparece. Lo que no se nombra, a veces, solo está esperando ser descubierto.
Editorial: Blatt & Ríos
Páginas: 184
Precio: $19.500
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