El autor que transformó un número en ícono de la cultura geek

En Guía del autoestopista galáctico, no imaginó que el 42, elegido casi al azar, se convertiría en un tótem generacional. Sus claves

Edición Impresa

En el vasto y delirante universo de la ciencia ficción, pocos números alcanzaron el estatus mítico que tiene el 42. En apariencia anodino, este número entero par traspasó las páginas de una novela para convertirse en guiño compartido, contraseña secreta, código cultural y hasta objeto de adoración para fanáticos de todo el mundo. Su fama —para el caso— no proviene de las matemáticas ni de la numerología, sino de la pluma afilada y el ingenio irónico del escritor británico Douglas Adams (que nació el 11 de marzo de 1952 en Reino Unido y murió un día como hoy, pero de 2001), quien lo instaló para siempre en la memoria colectiva a través de su obra The Hitchhiker’s Guide to the Galaxy (Guía del autoestopista galáctico), publicada originalmente en 1979.

En esa saga, que nació como una serie de radio en la BBC antes de transformarse en libro, Adams presentó una civilización de seres superinteligentes que diseñaban una computadora colosal llamada Deep Thought. Su misión: encontrar la respuesta a la “pregunta fundamental sobre la vida, el universo y todo lo demás”. Después de siete millones y medio de años de procesamiento computacional, la máquina revelaba su hallazgo con solemne frialdad: la respuesta era 42. Ni más, ni menos. Frente al desconcierto general, la computadora se excusaba: lo que faltaba en realidad no era la respuesta, sino que nadie supiera cuál es la verdadera pregunta. El resultado era tan insólito como hilarante, y en ese mismo gesto se cimentaba la gloria del número.

Douglas Adams / M. Hughes

Douglas Adams fue consultado en múltiples ocasiones sobre el porqué de ese número en particular. Las teorías conspirativas no se hicieron esperar. Algunos lectores creyeron encontrar claves ocultas, fórmulas astrofísicas y juegos matemáticos cifrados en el 42. Pero el propio autor británico desactivó toda especulación con su característico humor seco: “Elegí el número 42 porque era un número ordinario, pequeño, y lo suficientemente aburrido como para sonar divertido en ese contexto. No hay ningún misterio. Lo escribí en mi escritorio. Era un chiste”. Pero como todo en la cultura pop, una vez liberado al mundo, el número cobró vida propia.

Desde entonces, el número 42 fue adoptado por comunidades de programadores, matemáticos, físicos, hackers y fanáticos de la ciencia ficción como símbolo de pertenencia. Su imagen aparece tatuada en pieles, impregnada en camisetas, también en contraseñas Wi-Fi, números de serie, videojuegos y hasta en documentaciones oficiales, a modo de guiño críptico. De hecho, Google alguna vez incluyó la respuesta “42” cuando se preguntaba en su buscador por “the answer to life, the universe and everything” (la respuesta a la vida, el universo y todo), y un sistema operativo Linux llegó a mostrarlo como mensaje oculto. Hasta desde la Organización Europea para la Investigación Nuclear (comúnmente conocida por la sigla CERN), el mayor laboratorio de física de partículas del mundo, popularizaron bromas al respecto.

Lo fascinante de este fenómeno es que no se trata de un símbolo impuesto por el marketing ni de una referencia forzada. Es un ejemplo orgánico de cómo la literatura y el humor pueden generar mitología contemporánea.

En un mundo obsesionado por las respuestas, Adams propuso lo contrario: una respuesta sin pregunta. Y con eso, dejó claro que la búsqueda de sentido puede ser, en sí misma, la aventura más humana de todas. Porque como bien dice la guía galáctica: Don’t Panic.

 

Guía del autoestopista galáctico
DOUGLAS ADAMS
Editorial: Anagrama
Páginas: 296
Precio: $18.000
Guía del autoestopista galáctico
Douglas Adams

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE