La jueza que perdió el juicio
Edición Impresa | 1 de Junio de 2025 | 04:47

Alejandro Castañeda
afcastab@gmail.com
Las pruebas son concluyentes. La jueza Julieta Makintach era la protagonista de un documental sobre las alternativas del juicio por la muerte de Diego Maradona. La descubrieron, la acusaron, aportaron evidencias y la suspendieron. Todo se anuló. Las imágenes de ella en pleno rodaje, son tan elocuentes que no necesita nada más para escandalizar. Makintach había autorizado a dos productoras a empezar a rodar “La Jueza Divina”. Desde el nombre jugaba con disputarle a Diego el centro de atención. ¿Divina por invocar metafóricamente al dios de las canchas? ¿O divina por la presencia de una magistrada más pendiente de su fotogenia que del expediente? ¿Ella era el único miembro del tribunal que sabía lo de la serie? Como los otros dos magistrados (¿integrarían el elenco como actores de reparto?) también quedaron en el camino, el último partido del Diego tendrá que jugarse otra vez.
Es histórico el caso de esta jueza veleidosa que ha venido recogiendo unánimes descalificativos: fiscales, acusadores, defensores y hasta colegas cargan duramente contra ella. La carátula es “inexplicable”. Makintach habría firmado un acuerdo para hacer un “documental sobre las audiencias”. Ya trascendieron algunas escenas de esa serie. Julieta, docente universitaria y coaching en ontología, no debía ignorar que la figura de Maradona le podía conceder goles inaugurales en todos los frentes por donde pasea. Pero nadie imaginaba que la serie se presentara tan impactante y descarada desde sus preparativos. Para los guionistas, lo de Julieta le agrega un condimento inesperado y ultra picante a lo que pintaba como un súper desfile de cuidadores descuidados. Tener a mano una villana atractiva, siempre mejora cualquier serie. Ver manoseada la agonía de Maradona, parecía mucho. Pero ver a esa magistrada coqueta arriesgando todo para hacer carrera en las tribunales de la de la fama, es demasiado. Acostumbrado a hacer jueguito con la desmesura, al fantasma de Maradona quizá no le hubiera disgustado que lo juzgara una señora llamativa y desfachatada. Diego nunca necesitó coprotagonista y mucho menos gente seria y académica. La futura serie encontró en el camino una magistrada clave que se ajusta al tono estrepitoso y extravagante de la biografía de este futbolista genial. Maradona, desde donde esté, la sedujo, la atrajo y la puso en escena. La pelota no se mancha, pero parece que en este juicio es lo único que no se manchó. La imagen del ídolo sobrevuela todo el debate y su influencia siempre fue tan grande y contagiosa, que casi todos los que se le acercaron –representantes, profesionales, amigos de ocasión, periodistas, novias- iban asumiendo el alma y los modos de un patrón antojadizo y mano suelta.
Tener a mano una villana atractiva siempre mejora cualquier serie
Diego, cansado de lidiar con los jueces en la cancha, ahora tuvo que hacerle frente desde el más allá a las urgencias frívolas de una señoría que quería aprovecharse de la fuerza inspiradora de su fama para empezar goleando en el equipo de las celebridades. Beatriz Sarlo escribió que Maradona “vive en estado de escándalo”. Por donde anduvo dejó huellas geniales y despavoridas. Sus logros, sus padecimientos, su marcha fúnebre, sus amores, sus hijos tardíos, todo tuvo el impacto de una vida que desbordaba cualquier límite y homenajeaba la exageración. La jueza, desde su práctica de la ontología, tomó nota seguramente de que hay que pensar más en los cuerpos que en las conciencias y desde allí se impuso como meta poder monetizar fama y recursos en un mercadeo mediático que se alimenta de intimidad pública. La trayectoria del Diego parecía demandar un tribunal que estuviera a la altura de sus arrebatos. Julieta fue la musa post mortem de una figura que, alternativamente, festejó goles en los equipos del cielo y del infierno. Por donde anduvo imprimió el sello ruidoso de sus excesos. Fue un grande. La pasión fue su estado de alerta. Y hasta en ausencia es capaz de generar un escándalo histórico.
La justicia ya se encargará de la jueza. ¿La coquetería será una exigencia irresistible para ellas? “Ser femenina –escribió la genial Susan Sontag- según una definición admitida, es ser atractiva o empeñarse todo lo posible en serlo (…). Ante todo, a un hombre se le ve. A las mujeres, las miran”.
Y Julieta sólo quería ser mirada en todo el mundo.
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