La economía del variopinto: datos oficiales, viajes al exterior y bolsillos flacos
| 12 de Julio de 2025 | 11:46

Argentina hoy muestra varias caras de su economía. Por un lado, los indicadores macroeconómicos están mejorando de forma notable, captando la atención de analistas y medios internacionales. Por otro, el día a día para la mayoría de los argentinos sigue siendo una lucha, con la percepción de que la economía personal no repunta.
Los datos oficiales del INDEC y el Banco Central pintan un panorama de estabilidad. La inflación mensual ha caído drásticamente, pasando de dos dígitos a un sorprendente 2.8% en abril de 2025, 1.5% en mayo, y cerca del 2% en junio, una tendencia que no se veía en años.
A esto se suma el primer superávit financiero anual del sector público desde 2010, una señal fiscal muy positiva para los mercados. Además, en 2024, Argentina registró un superávit comercial de bienes de USD 18.899 millones, gracias al aumento de las exportaciones y una fuerte baja en las importaciones, lo que permitió acumular reservas internacionales.
Sin embargo, esta aparente calma macroeconómica contrasta fuertemente con la realidad social. La mayoría de los argentinos no siente una mejora concreta, y la dificultad para llegar a fin de mes persiste. Esta brecha se explica por cómo se logró la desinflación: un ajuste económico severo y un shock de precios inicial.
La eliminación de subsidios en servicios y transporte, la devaluación del peso a fines de 2024 y principios de 2025, y la liberalización de precios, generaron una inflación elevada que deterioró brutalmente el poder adquisitivo.
Los ingresos en pesos —salarios, jubilaciones, planes sociales— no han podido seguirle el ritmo a los nuevos precios. Aunque la inflación mensual baje, el nivel actual de los precios deja a los ingresos promedio muy rezagados. Cubrir gastos básicos como alimentos, servicios y alquileres sigue siendo un desafío, y los buenos datos macroeconómicos no se sienten en el bolsillo.
Además, el reciente aumento en el tipo de cambio oficial y paralelo no solo muestra tensiones cambiarias, sino también una persistente incertidumbre sobre el valor real del dólar. En una economía donde el tipo de cambio es crucial, esta volatilidad dificulta la planificación y limita cualquier intento de estabilización duradera.
Economía dividida
Una de las contradicciones más llamativas se observa en la cuenta corriente externa. Mientras la mayoría de la población enfrenta una recesión profunda, el INDEC informó un déficit de USD 5.191 millones en el primer trimestre de 2025, impulsado en gran parte por el gasto en viajes al exterior. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿quiénes pueden viajar en este contexto de ajuste?
La respuesta está en la segmentación de la economía. La situación es muy diferente para quienes dependen de ingresos en pesos que para quienes reciben ingresos en dólares, trabajan para el exterior o tienen ahorros en moneda extranjera.
El déficit en servicios, entonces, refleja el consumo de una minoría con la capacidad de aprovechar la relativa calma cambiaria, no el de la población en general. Esto no es un juicio de valor, sino una observación de un fenómeno económico.
La gran pregunta es si esta "estabilización" macroeconómica será sostenible a largo plazo. La respuesta depende de varios factores. Mantener el superávit fiscal es clave, ya que podría permitir una reducción de la emisión monetaria y consolidar la baja inflacionaria.
Sin embargo, para una estabilidad real y duradera, dos condiciones son indispensable. Por un lado la recuperación del poder adquisitivo, porque sin salarios y jubilaciones que mejoren, el consumo interno seguirá deprimido, y una economía sin consumo no puede crecer de forma sostenida. Por otro, generación de empleo y aumento productivo. Si bien el PBI creció un 5,8% en el primer trimestre de 2025, este avance necesita ser continuo y basado en inversión y mayor producción, no solo en rebotes estadísticos.
Si este escenario de estabilidad macroeconómica, pero con un continuo deterioro microeconómico para la mayoría, se prolonga, el modelo podría tener consecuencias social y políticamente. En la historia Argentina, la recesión siempre tuvo límites, y la paciencia social también. Sin mejoras tangibles en la calidad de vida, los logros económicos podrían perder su impacto y generar nuevas tensiones, con el riesgo de que el descontento se exprese en las urnas.
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